No es fácil entender El hombre hembra. La obra de Joanna Russ recoge en su interior una serie de variables muy específicas que la convierten en ese tipo de libro binario que amas u odias desde la primera página.
La primera de ellas es que no es un libro escrito para hombres. Las categóricas afirmaciones y la rabia con la que Joanna Russ arremete contra el género masculino me hacen creer que es muy difícil que un hombre pueda disfrutar completamente de su lectura. O al menos, no salir escaldado del intento.
La segunda característica esencial para disfrutar de El hombre hembra es que necesitas comprender la hipótesis de los multiversos con antelación, ya que la autora no da nada mascado al lector.
Y la última, pero no menos importante, es que tienes que aproximarte a esta obra sin prejuicios narrativos, de estilo o de continuidad.
Solo entonces serás la candidata ideal para El hombre hembra. O, lo que es lo mismo, una ardorosa whilewayana. Pero dejadme que os hable de mi experiencia leyendo El hombre hembra, del discurso feminista de la autora y de cómo, de alguna forma que no alcanzo a explicar, me sentí atrapada por su estilo.
De qué trata el El hombre hembra
El hombre hembra es un libro sobre universos que se tocan y se conectan, sobre casualidades y experimentos y sobre todo, sobre cuatro mujeres que son, sin ser lo mismo, parte de un todo compartido. A través de cortísimos capítulos y de una narración que raya lo poético, lo incompleto, lo inconexo y lo consentido, Joanna Russ nos va mostrando la miseria a la que se enfrentan cuatro mujeres sometidas por la eterna presencia y dominación del heteropatriarcado. O, lo que es lo mismo, lo que ella denomina El Hombre.
La obra comienza con la aparición de Janet Evason en mitad de una concurrida calle de Nueva York. Janet, en ropa interior, mira perpleja a su alrededor al comprender que las científicas de su universo, han sido capaces de enviarla a una versión de su mismo mundo solo que en una realidad alternativa. Así es como Janet, whilewayana procedente de otra Tierra en la cual los hombres desaparecieron hace 800 años se da de frente contra el heteropatriarcado.
La extrañeza con la que Janet explora el mundo que la rodea (uno asentado en una Norteamérica ficticia en la cual la Gran Depresión nunca ocurrió), le sirve a Joanna Russ como hilo conductor para denunciar las actitudes ridículas y lo perverso de la sociedad heteropatriarcal. Así, a través de diferentes versiones de la misma Janet, algunas corpóreas como Jeannine y otras incorpóreas como el propio Hombre hembra (Joanna), nos traslada la permanente insatisfacción femenina ante la limitada cantidad de opciones de un mundo dominado por hombres.
El libro no tiene en cuenta en ningún momento las reglas físicas y temporales, de forma que va dando saltos entre un personaje, momento, espacio y universo a otro sin aparente orden ni concierto. Estos encuentros entre, por ejemplo Jeannine, una joven desesperada porque cree que la solución a su depresión es conformarse con su novio y casarse; y el resto de personajes femeninos, le sirven a la autora para abrir una vía de diálogo y debate entre las mujeres, permitiéndoles discutir sobre conceptos tan complejos como el ego masculino, la femineidad, los roles de género o mi preferida en particular: el lenguaje.
Sobre el estilo literario de El hombre hembra
El hombre hembra cuenta con un estilo narrativo único no del gusto de todo el mundo. Dividida en 9 partes y decenas de capítulos de diferente extensión (muchos de ellos tan cortos que ocupan solamente un breve párrafo), la obra se abre ante ti como un cuerpo listo para ser diseccionado. Y es que Joanna Russ no toma por estúpidas a sus lectoras y no se molesta más que al principio de la obra en explicarle nada de lo que está sucediendo.
Nunca sabes qué es suficiente hasta que has tenido más que suficiente.
Su estilo, similar al de Atwood por momentos, es caótico y desordenado, confuso e inconexo. Está claro que la autora encuentra cierto maquiavélico placer en dejar frases inacabadas, sacar diálogos de contexto y escondernos una parte importante de las conversaciones para no mostrar el cuadro completo de su experimento sobre el multiverso. Pero no os engañéis: todo esto me encanta. Y es que al mismo tiempo, su estilo a veces se muestra delicado, poético, plástico y muy colorido, cargado de tecnicismos y cultismos que no hacen más que ensalzar la narración y poner en valor el magnífico trabajo de Maribel Martínez, la traductora de esta edición de Nova. Así, en mitad del caos y del desconocimiento, confusa por no saber muy bien qué está ocurriendo en momentos del libro, Joanna te otorga un descanso momentáneo para que te pares sobre tus dos pies femeninos, mires a tu alrededor y digas: woao, esto es bonito. «Esto hay que leerlo sin prejuicios sobre cómo debería estructurarse una obra».
Al mismo tiempo, el libro juega continuamente con las perspectivas de los personajes, saltando frenéticamente entre Joanna, la cual a menudo ni siquiera tiene un cuerpo corpóreo y que se presenta como un narrador omnipresente; y otras voces. No es una casualidad que Joanna, el personaje, comparta voz con la autora ya que a lo largo de la obra a menudo nos deja entrever que se trata de la misma persona, saltándose la cuarta pared y dirigiéndose directamente al propio lector.
Esta es la conferencia. Si no te gusta, puedes saltártela y pasar al capítulo siguiente. Antes de que Janet llegara a este planeta yo estaba de mal humor, inquieta, amargada e insoportable.
Feminismo revolucionario y whileawayanas en El hombre hembra
El hombre hembra, publicada en 1975, es un perfecto manifiesto feminista que en nada tiene que envidiar a los libros de ilustraciones capciosas y títulos sugerentes que pueblan las mesas de las librerías. Fue escandaloso en su momento, nominado a un Nébula el mismo año de su publicación y todavía sigue presentando muchas ideas que hoy parecen ocurrencias contemporáneas por parte de la voz hegemónica de la tercera ola feminista.
Cosas como la imperdonable ausencia de nombres femeninos en los libros de historia, de forma que las jóvenes crecen creyendo que las mujeres no han hecho más que fregar platos y parir hijos a lo largo de toda la historia.
Joanna Russ tiene dos formas de tratar las denuncias contra el heteropatriarcado en esta novela: la primera de ellas es mostrar a través de la desdichada vida de Jeannine las consecuencias de la opresión masculina; y la segunda es mostrando la alternativa en el universo utópico que ha creado en Whileway.
En Whileway, las mujeres son fuertes, despiadadas y tienen incorporado un sistema de rotunda violencia dentro de su día a día (de una forma que no puede más que recordarme a las mujeres de Las estrellas son legión de Kameron Hurley). Además, en su mundo, son las mujeres las que han hecho historia y su nombre, apellidos y logros forman parte del sistema educativo de cualquier jovencita que se precie.
El posterior invento de los prácticos reactores materia-antimateria (K. Ansky, 259 d.C.) provocó un gran optimismo durante una década más o menos, pero estos aparatos resultaron ser demasiado voluminosos para el uso doméstico. Katharina Lucison Ansky (201-828 d.C.) fue asimismo la descubridora de los principios que hicieron posible la cirugía genética.
La introducción de Janet Evason en la Tierra tal y como nosotros la conocemos, además, permite a la autora mostrarnos lo ridículas que son algunas concepciones o tradiciones vistas por alguien ajeno a nuestras reglas y costumbres. Así, la charretera de los generales de los E.E.U.U., símbolo de poder y violencia masculinas, es descrito como una “tirita de colores muy bonita” por parte de la propia Janet cuando en uno de sus teletransportes acaba sobre la mesa de un directivo del ejército norteamericano.
Al mismo tiempo, al contrario que en la sociedad heteropatriarcal, las whilewayanas cuentan con una sociedad en la que la vejez es algo deseable y respetable, ya que son las mujeres de la tercera edad las que cuentan con una mayor sabiduría y acceso a las mejores profesiones (mientras que en una sociedad patriarcal la mujer, agotado su papel como objeto sexual / madre es inútil). Si te interesa este tema, probablemente el artículo de Mujer, sociedad y conflicto en El hombre hembra que he escrito también te gustará.
¿Dominación masculina, femenina o convivencia de géneros? No hay solución
Cada una de las mujeres de la obra representa una forma de convivencia entre géneros.
Así:
- Janet: representa una sociedad matriarcal sin presencia masculina.
- Jeannine es la manifestación de una sociedad patriarcal en el que la mujer está sometida y donde se espera que se realice a través del matrimonio.
- Joanna se encuentra en una sociedad totalmente dominada por el hombre, donde para poder obtener un mínimo de respeto tiene que convertirse ella misma en hombre.
- Jael plantea una sociedad en la que ambos géneros son iguales, pero irreconciliables y que por tanto están destinados a una guerra perpetua.
La sociedad de Jeannine es inútil para la mujer ya que solo le permite realizarse a través del matrimonio, el cuidado de la casa y el amor.
Para Joanna Russ, el amor es una cárcel: una cárcel absurda, estúpida e improductiva en la que se meten las mujeres para dejar de ser racionales. De esta forma, en Whileway se burlan del amor y del romanticismo (hasta la propia Janet explica que dejó de querer a su mujer a los quince días de confesarle su amor), mientras que en la tierra, las mujeres se empeñan en un ideal romántico que nada tiene que ver con el amor (Jeannine se plantea continuamente las formas de cambiar a sus pretendientes para que estos sean “dignos de su amor” en el futuro, mientras que las otras mujeres que aparecen como personajes secundarios buscan el afecto de su marido a través de labores domésticas).
No tiene sentido, después de todo, portarse de este modo con un perfecto desconocido. ¿Dónde está la satisfacción? Si no hay amor, no hay necesidad; sin necesidad, no hay frustración; sin frustración, no hay odio. ¿No es cierto? Debería ser miedo.
La sociedad de Joanna le impide realizarse y ser digna de obtener respeto si no es convirtiéndose en un hombre y la de Jael es simplemente un mundo volcado en guerras, violencia y enfrentamientos sin fin entre ambos géneros.
Las tres mujeres plantean una forma realmente binaria de ver la vida: la única forma de obtener un paraíso terrenal, es a través de la exterminación del hombre, tal y como ocurre en Whileway. Pero para llegar a ello, explica Jael al final de la obra, es necesario mancharse las manos.
Opinión personal de El hombre hembra
¿Qué tendrán estos libros pausados, caóticos, sin una trama definida y profundamente virulentos en sus expresiones para conquistarme tanto? No esperaba encontrar nada capaz de abrirme los ojos en El hombre hembra, y sin embargo, aquí me hallo, en mitad de la noche tecleando impulsivamente esta reseña.
El hombre hembra es una novela rara que tiene muy poco de historia y mucho de manifestación o propaganda política sobre el feminismo. La presencia de las cuatro mujeres son solamente una excusa para que Joanna vuelque en su libro cuánto detesta al género opuesto, cuántas vejaciones ha tenido que sufrir en sus manos y cuán injusto es compartir la superficie terrestre con estos brutos violentos e ignorantes.
Y sin embargo, su libro esconde un magnífico discurso que casa perfectamente con el feminismo, en el que denuncia la falta de respeto a las mujeres en la tercera edad, la ausencia de nombres femeninos de los libros de historia, la violenta respuesta de un hombre rechazado en un galanteo pegajoso y la incapacidad de encontrar su sitio en el mundo y de pensar por sí misma en las mujeres que han crecido en una sociedad represiva.
Así que… sí, el libro de El hombre hembra es quizás difícil, es quizás caótico. Pero ¿acaso no lo son todos los cambios en las sociedades?
1 comentarios en este post
Deja un comentario
Kinishinaide! No publicaremos tu email ni te spamearemos sin tu permiso