El hambre es una novela de terror y tensión ambientada en mitad de S. XIX en Missouri. Por los caminos polvorientos y abandonados una terrible amenaza acecha a un grupo de familias que están demasiado ocupadas en dinámicas de poder como para percibir siquiera la amenaza que les rodea en la oscuridad.
Una mezcla de western, supervivencia y fantasía todo aderezado y mezclado por el terror más polvoriento de los caminos. Es, además, finalista en los premios Locus en la categoría de mejor novela de terror.
Argumento de El hambre
Todos tienen una razón para abandonar Missouri en una diligencia rodeada de extraños. Y todos tienen sus manías y sus secretos. Cuando la expedición Donner se encontró con una caseta llena de cartas polvorientas que en realidad eran notas de advertencia, no decidió cambiar el rumbo. Cuando el primer niño desapareció y la gente se puso enferma, no decidió cambiar el rumbo. Y para cuando el último de los bueyes estaba demasiado débil para seguir y se había derrumbado sobre el desierto, nadie se percató de que era demasiado tarde.
Todos estaban demasiado ocupados peleándose entre ellos por ver quién tenía el poder o quién se había casado con una bruja. Y entre rencillas, adulterio, amor adolescente y pasiones aventureras fueron avanzando lentamente, día tras día, sin saber que se metían de lleno en la boca del lobo.
Un argumento que ya existe: basado en hechos reales
El hambre está basado en una historia real que forma parte de la cultura popular estadounidense. En una época en la que los EEUU era una enorme extensión de tierra, donde todavía las tribus indias vivían con cierta libertad guerreando contra los colonos y cuando la mitad del país estaba prácticamente despoblado, una comitiva partió desde Missouri para llegar a California. La llamada Expedición Donner tenía el plan infalible cruzar el Lago Seco para conseguir llegar en menos tiempo a su destino y, por tanto, reducir la cantidad de pérdidas que se produjeran por el camino.
La Expedición Donner se hizo famosa precisamente porque, al parecer, debido a diferentes contingencias se fueron retrasando hasta que el invierno se convirtió en una trampa mortal para todos ellos, forzándolos a tener que recurrir al canibalismo para poder sobrevivir.
Alma Katsu decide recuperar este trágico suceso histórico que tanto interés despertó en los antropólogos, para contarnos una historia con muchas referencias a personajes reales y otros de la invención de la propia autora que sirven a sus propósitos de introducir un hilo conductor entre las diferentes tramas. La reconstrucción de los hechos, sin embargo, es relativamente libre. Para añadirle drama al asunto, Alma ha tenido que imaginarse cómo serían las relaciones de poder entre los diferentes personajes, así como la introducción de una enfermedad misteriosa y de unos persecutores con aspecto animal que se equipararía a la figura que tenemos en europa de los hombres lobo.
Documentación y caracterización de los personajes: Sobre Bryant, Thomas y los indios
La obra de El hambre ha exigido una profunda documentación, eso está claro. En el epílogo, la autora nos explica en un breve párrafo cómo mantuvo algunos nombres y modificó otros para no incurrir en errores históricos. Un ejemplo de ello es Thomas, el joven indio que trabaja de guía y que está inspirado en el personaje de John Baptiste Trudeau. Al mismo tiempo, la propia escritora nos regala una serie de recomendaciones bibliográficas para todos los que quieran seguir indagando en el caso de la Expedición Donner.
Uno de los mayores retos de la obra ha tenido que ser, sin lugar a dudas, ponerse en la piel y el carácter de los personajes de la época y hacerlo de tal forma que no se tomara partido en la guerra entre los indios y los colonos y que no parecieran personajes poco creíbles. Hombres honestos y buenos con una moral contemporánea a nuestros tiempos, como Stanton, no eran habituales; y es en otros como el complejo James Reed o el violento Bryant eran más habituales en un momento y lugar en el que el fuerte aplastaba al débil.
También es sumamente interesante ante los ojos de los europeos poco acostumbrados a este tipo de historias, ver el funcionamiento interno de las propias caravanas. Los problemas frecuentes como la rotura de los ejes de las carretas son simples contratiempos frente al verdadero problema: la falta de liderazgo. Ninguno de los hombres que se presentan como jefes de la caravana tienen las aptitudes necesarias para ser los líderes de la expedición ya que, o bien ceden ante cualquier capricho una y otra vez para llevando a las familias a la ruina sin saberlo para no perder su popularidad (como en el caso de Donner, que odia los conflictos) o simplemente son demasiado poco empáticos para que otros decidan confiarles sus vidas.
Como en El gran sueño, es difícil de imaginar la vida de esos colonos y emigrantes que ven cómo todo lo que tienen debe ser sacrificado a costa de salvar sus vidas y cómo la falta de habilidades o las imposiciones de los grupos acaban imponiéndose a su propia supervivencia. Es especialmente ilustrativo el caso de los bueyes, de los que depende literalmente el éxito de toda la expedición.
Sin embargo, aunque en muchos casos la vida en la caravana y el problema a la hora de racionar la comida está maravillosamente bien escrito y documentado, en mi opinión personal faltaron una gran cantidad de detalles al respecto para darle credibilidad a la historia al comienzo. Un ejemplo es que los únicos problemas que encontramos con las carretas son de roturas de ejes, cuando otras incidencias eran también realmente frecuentes. No vemos nada sobre el curtido de los animales, el cuidado de los bueyes y su tozudez a veces por avanzar, el racionamiento del agua (aunque sí del alcohol), la forma de conservación de los alimentos, sus métodos para aliviarse o deshacerse de los desechos y muchos otros detalles que podrían haber contribuido a creernos más la situación de Tamsen y el resto de los miembros de las caravanas.
Al mismo tiempo, veremos muy por encima el conflicto con los indios. Bryant es considerado un “bicho raro” por su pasión por conocer más sobre la historia y las costumbres de los diferentes pueblos. Sin embargo, su presencia en la novela, asi como la cristianización obligatoria de Thomas y su confuso sitio en el mundo (ni aceptado por los suyos ni por los caucásicos) se perfila muy por encima. Y aunque he estado buscando si las leyendas indias sobre el na’it (el hombre lobo) que cuentan en el libro están basadas en hechos reales, lo cierto es que ni la autora lo deja claro en el epílogo ni he encontrado otra cosa que no fueran referencias europeas (que las hay, y muy extensas).
Lo cierto es que, a diferencia de la mayor parte de las leyendas e historias europeas donde las razones por las que una persona se convierte en hombre lobo suelen ser por un ataque de otro licántropo, por beber de la huella de un lobo o incluso por dormir desnudo bajo la luna llena, el canibalismo, como muestra la novela El hambre, no está entre los motivos que condenan a un hombre a volverse un licántropo. Es una pena que la propia Alma no hubiera arrojado algo más de luz sobre este tema en el epílogo.
Mi opinión sobre el estilo y el formato de El hambre (spoilers ahead)
El hambre podría haber sido un libro redondo y es una pena que no llegue a bordar la narración. Alma Katsu nos introduce en la novela a partir de un prólogo vago e inquietante que cobra sentido conforme sigues leyendo un par de capítulos más y sin embargo la trama tarda demasiado en arrancar.
No es una gran señal que el resumen de la obra en la contracubierta haga referencia al final del libro, ya que le destripa a los que no conocieran la historia de la Expedición Donner la situación de canibalismo que se da en la conclusión y que provoca que el lector inexperimentado se crea, motivado también por el título, que esta es una novela sobre caníbalismo.
La primera hora de lectura es una simple presentación de los personajes y sus inquietudes en la que ninguno brilla especialmente por tener un carácter complejo que pueda sorprenderte. La comitiva se compone de prácticamente una centena de miembros que parten cargados de esperanzas por llegar a nueva California y se supone que descubrir las motivaciones detrás de cada uno de ellos debería ser suficiente para que esta obra, una road novel o una character novel según se vea, fuese jugosa y atractiva. Pero lo cierto es que solo nos hablarán de un puñado de ellos y sus motivaciones o formas de expresarse se entrecruzan tan a menudo que las primeras ciento cincuenta páginas no te importa si es Mary, Lavinah o cualquier otra mujer la que está hablando.
La forma con la que están perfilados los personajes masculinos como Donner o Reed hace que inmediatamente te alinees con el carácter de Stanton, al cual rápidamente se le coloca el san benito del “bueno y el mártir” por culparse por un crimen que no cometió (algo absolutamente predecible teniendo en cuenta la personalidad del mismo). Y al mismo tiempo otros personajes como Mary y Elitha se desdibujan continuamente bajo el ensayado papel de hija obediente que solo llegan a despuntar hacia el final de la obra: una por amar a un hombre y otra por oír a los muertos.
Como intento de enriquecimiento de los personajes, El hambre cruza continuamente sus bacsktories en flashbacks sueltos que los relaciona (uno que participa en un negocio sucio que mató a un familiar de otro, etc); Esto, que en teoría debería haberle aportado más luz a las motivaciones de los mismos (y que en algún caso hace, como con James Reed), por lo general no acaban de funcionar debido a su brevedad y a lo poco sorprendente de las historias, haciendo que, al menos yo personalmente, no empatizara con ninguno y me diese igual quién gobiernase y quién no, deseando que llegue la sangre para ver algo más de emoción.
Entre estos hilos cruzados se encuentra la relación prohibida entre Stanton y Tamsen, la cual empieza de una forma abrupta y poco justificada más allá de la predecible descripción de lo atractivos que son ambos y cómo Stanton ve su belleza como una maldición mientras que la mujer de Donner la emplea como arma para defenderse. Gracias a algunos capítulos nos introducimos en la mente y las inquietudes de Tamsen pero esta, a diferencia del tendero, no da ningún tipo de pista sobre si se siente atraída por él. Después, sin mayor introducción, Tamsen se introduce en la carreta de Stanton una noche, haciéndote creer que se trata de cosa de una sola vez. Pero, para sorpresa del lector, posteriormente Stanton nos comenta de pasada que seguían viéndose regularmente, sin ningún tipo de puente o explicación para esa relación que es, sin duda alguna, increíblemente peligrosa. No hay erotismo ni señales o juegos seductores entre ambos: todo es tan frío, tan de polvo por despecho, que sorprende que repitan una y otra vez y se vuelve poco creíble
Pero está claro que Tamsen (además de Reed y Kerserberg) son los tres personajes que más ganan con el desarrollo de la obra. Tamsen parece una frígida y vengativa mujer que odia a su marido y que, con la condena y el ostracismo social que provocó que el resto la tachara de bruja, fue evolucionando y redimiéndose, permitiéndonos ver algo más que la mujer plana hecha por y para el amor.
Opinión personal de la obra
Entiendo lo que El hambre pretendía. Entiendo la narración cargada de miedo, tensión e historias personales que Alma Katsu ha querido contar y que a mí, personalmente, no me ha funcionado. Debería ser una novela en la que la aparición de un personaje en una escene genere cierta anticipación por parte del lector porque comprende sus inquietudes, motivaciones y miedos; debería ser una novela en la que el lector temblase con pánico cuando descubra que se ha roto el eje de una las carretas, en la que el sacrificio de los bueyes no fuera simplemente una línea más, en la que la enfermedad de Halloran no fuera tan previsiblemente una infección y en la que se describiesen detalladamente los síntomas de la inanición de cada uno de los personajes.
Pero no es así. O al menos, a mí no me lo ha parecido. Y es extraño porque todo lo que he leído de momento de Runas me ha parecido siempre una obra maestra y porque había leído críticas de personas del mundo editorial cuyo criterio suelo tener por cercano al mío. Pero El hambre, en mi opinión, se ha quedado como un esbozo o un borrador de lo que podría haber sido una novela maravillosa. La edición es magnífica, la portada del talentoso Octavi Segarra es más que atractiva pero no he podido fijarme en la falta de anticipación de los dramas que iban a ocurrir, en la repetición continua de palabras y en un argumento que aunque tenía muy buena base, no acabó desarrollándose con mimo (o esa es mi impresión, insisto).
Y tras leer las críticas en otros blogs, tras ver las palabras que el mismo Stephen King o la consagrada Sarah Pinborough le dedica en la contracubierta de la obra, solo me queda pensar ¿soy la única a la que esta novela ha dejado con mucha hambre?
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