Argumento de El Gran Sueño
1881. El barco Odisea sale de Barcelona cargado de inmigrantes catalanes que se aferran a la idea de que en Nueva York conseguirán vivir mejor, que obtendrán por fin el futuro que se merecen. Apretujados en tercera clase, sin casi comida ni agua, las familias hablan entre sí, forjando unos lazos que luego puedan servirles en el nuevo mundo.
Entre ellos están Joaquina y Ventura, un matrimonio que huye de un negocio fracasado y que llevan consigo a sus hijas Leonor y Mercedes. Leonor es la joven más inocente, buena y preciosa que jamás nadie ha conocido, incapaz de detener su mente soñadora; Mercedes en cambio está resentida con la vida por tener una hermana que parece perfecta y que la ensombrece en cada gesto.
También irán en el barco Ricardo, que huye de la justicia por un problema de malversación de fondos, junto a su exigente y amargada mujer Enriqueta y a su hijo Gerardo. Al otro lado de la barandilla espera Narciso Redolat, un hombre que se ha casado a distancia con una mujer ciega.
Y, sin que ellos lo sepan, lamentándose cada uno de su suerte, hay un pasajero más, un polizón que espera sin comida ni agua debajo de una lona: Alberto cree que el nuevo mundo es la última oportunidad que le queda. Y todos comparten el Gran Sueño.
Una novela adulta y potente que nos pone en la piel de la emigración
El Gran Sueño es una novela mucho más compleja de lo que aparenta ya que posee dos lecturas. Por un lado, una persona en busca de una aventura literaria más encontrará en ella a personajes fascinantes, historias maravillosas y acciones en un país y un tiempo exótico. Otra persona, en busca de un significado más profundo e importante, encontrará en El Gran Sueño una poderosa reflexión acerca de la emigración y sobre todo, de los emigrantes.
Jordi Sierra i Fabra se esmera en esta novela de casi 600 páginas en mostrarnos un abanico de personajes a cada cual más variopinto y diferente que se unen sin embargo por un elemento en común: cualquiera de ellos podrías ser tú el día de mañana. Quizás no el manido huérfano sin padres que se abre camino como un pícaro (y que ya forma parte de nuestra tradición literaria española desde El lazarillo de Tormes) pero sí la joven Leonor que viaja arropada con su familia en busca de una vida mejor; el hombre de la hamaca enfermo o simplemente el hijo de unos padres que se creen demasiado buenos para lo que están viviendo.
Todos podrías ser tú. Y de esa forma consigue humanizar a las imágenes y los nombres de los emigrantes y los refugiados que nos llegan continuamente a los periódicos y que, lamentablemente, ya se han convertido solamente en números. El gran sueño recuerda el momento en el que no solo los gallegos o los murcianos fueron emigrantes, sino también los catalanes o el resto de España que no huían de ninguna guerra, sino del hambre más absoluta y fiera.
Una novela tan desgarradora como realista que se aleja del género juvenil
En su maravilloso viaje desde las costas catalanas hasta Nueva York o Montana, Jordi Sierra i Fabra no se corta ni un pelo o limita los sucesos pensando en el tipo de público que va a leer el libro. Y esto no hace más que enriquecer una trama de por sí llena de momentos de acción, altibajos emocionales y, sobre todo, la esperanza.
Desde los ojos de los diferentes personajes, conoceremos las epidemias más terribles que se llevan por delante a seres odiosos, anónimos o amados al mismo tiempo. El entierro de bebés en una carretera cualquiera sin ceremonia alguna o de familiares en una fosa común por no poder pagar un ataúd; el hambre más absoluta y fiera que te impulsa a realizar verdaderas locuras; la desesperación y las jornadas de trabajo de catorce horas en un momento previo a las huelgas que hicieron posibles las jornadas laborales de ocho horas. Pero sobre todo te muestra la indiferencia. El frío y la indiferencia que hay en una Nueva York salvaje y cruel a la que no le importa que te mueras en la calle y donde los emigrantes son tratados como ratas cuyo único provecho es el dinero que dan en los hospitales por sus cadáveres.
En El Gran Sueño descubriremos el sacrificio que supone marcharse y dejar todo atrás, los desafíos tan terribles a los que se verán sometidos cada uno de nuestros protagonistas y las decisiones que toman según su personalidad para salir adelante, incapaces de predecir si mañana estarán vivos, si esa persona amigable va a robarles en plena noche o si ese hombre del carromato realmente no pretende violarte brutalmente cuando nadie escuche tus gritos.
Empezó a subir la escalera cuando vio el distintivo blanco en una de las puertas del primer piso. El lazo que decía que acababa de morir un pequeño. Uno más. Ya era el segundo desde que había empezado el invierno. Ni siquiera los conocía, pero recordaba que en aquel cuartucho al menos había media docena de críos. Jugaban siempre en la escalera, chillando como posesos. Tal vez la pequeñita, nacida en verano.
Un paisaje tan bello como desgarrador, capaz de hacerte viajar por todo Norteamérica (spoiler)
El Gran Sueño se divide en tres partes muy diferenciadas, y gracias al tipo de descripciones rápidas y dinámicas del autor, somos capaces de viajar con los personajes y oler, ver y sentir las mismas cosas que ellos.
En un primer momento el olor de la primera parte es de mar rancio y fuerte, a cuerpo y a humanidad enclaustrada en un huequecito, a estofado barato, pan mohoso, vómito, orines y salitre. El olor de una gran concentración de gente que, sin ser pobres, tenían que viajar en tercera clase. En este punto que sirve de introducción a los personajes, el autor nos da detalles de las calidades de los baños, del tipo de comida que les daban y de los mareos de una gente sumamente insolidaria que no se apiadan ni un momento de los que sufren a su lado.
El segundo paisaje que conoceremos será la fría ciudad de Nueva York, que en verano está cargada de olor a sudor y a descomposición y que en invierno es arrolladora, metálica y que en todo momento nos da la sensación de estar viva. Gracias a la profunda documentación del autor, el contexto en el que sitúa la obra nos muestra los planes de construcción y la efervescencia de Nueva York: una ciudad construida por emigrantes y cuyo principal monumento representativo es un regalo de los franceses. En ese sentido, te queda muy claro que la ciudad que nunca duerme es fría e inhóspita, donde el progreso está por encima de los derechos fundamentales básicos y donde continuamente están construyendo más y más, creando un contraste entre la belleza de su paisaje y el sufrimiento de quiénes han perdido todo por ello.
—Mamá —fue duro con ella—. Voy a ser peón en una construcción. Mañana empiezo.
El horror cubrió por enésima vez las facciones de la mujer. De hecho, llevaba tres días con él incrustado en su rostro, paralizada, cayendo desde lo alto de sus nubes sin que, al parecer, llegara nunca al suelo.
Le costó decir aquella palabra.
—¿Peón?
—Sí, mamá —.Y lo repitió—. Peón. ¿Prefieres que nos muramos de hambre?
—Pero es… denigrante— exhaló.
— Es todo lo que hay al aire libre. Y lo prefiero a encerrarse en un lugar sórdido y apestoso para hacer otras cosas.
Calles siempre atestadas de gente pobre que va y viene, arriba y abajo, sin nombre ni nadie a quién les importe; edificios sobrepoblados por inmigrantes, un batiburrillo de idiomas y sobre todo, la explotación continua de gente que, enferma, sigue aferrándose a la esperanza.
El tercer paisaje será el Montana y el lejano Oeste: una tierra inhóspita donde puedes cabalgar durantes meses sin encontrarte a un alma, con solo el cielo sobre tu cabeza y los desiertos, ranchos y tierras que tan bellamente describe Jordi Sierra i Fabra. Unos parajes donde tendrán que hacer un alto forzoso Leonor y Alberto y que el autor nos muestra como paraísos terrenales en el que nosotros como lectores, al igual que los propios personajes, nos sentimos tentados a desear que se queden allí, que tengan una buena vida y que no sacrifiquen su vida a cambio de un sueño que puede que no se cumpla.
El gran sueño no es solo un futuro mejor, es Unawake
Unawake es un valle ficticio, pero permitidme que yo le dé otro significado. Unawake es creer en el amor: en un amor que te prometes aceleradamente en un barco y al que te mantienes fiel a pesar de que vendiéndote salvarías a tu familia del hambre; un amor por el que rechazas una y otra vez mil proposiciones del todo lógicas y razonables porque no son ella; un amor por el que atravesarías un desierto a lomos de un caballo que no sabes montar solamente porque le juraste a gritos que allí estarías.
El título del libro puede hacer referencia al gran sueño de Narciso por encontrar por fin la realización profesional en realizar pantalones; en el de Mercedes por casarse con el hombre al que ama o en de todos los inmigrantes que atravesaron el mar soñando con una vida mejor. Pero creo que a título final, a lo que realmente quiere hacer referencia es al gran amor de nuestros sueños que nos impulsa a hacer locuras estúpidas y que finalmente da sentido a toda nuestra vida.
Cada personaje es un mundo de ideas sólidas e inmutables.
Si algo le podemos achacar al Gran Sueño, es el hecho de que sus personajes nunca, jamás, acaban cambiando de forma de ser debido a las circunstancias. Es cierto que hay una evolución entre la joven Leonor (una niña inocente y tonta que no entiende cómo funciona el mundo) y la experimentada mujer que conoceremos al final, pero sigue siendo fiel a sus convicciones y no las cambia en ningún momento.
Lo mismo pasa con su hermana Mercedes, a la que detestas desde el primer capítulo pero a la que también no puedes dejar de entender. Creciendo al lado de alguien tan desprendida, generosa y perfecta como su hermana, es natural que Mercedes le guardase una profunda animadversión. Pero es que al mismo tiempo ambos personajes se presentan como antítesis de la forma de ver el mundo: la ilusión frente al realismo y la ensoñación contra el pragmatismo.
—Debería dejar que las cosas fluyeran por sí mismas.
—No, hermanita. —Se dio la vuelta de nuevo y le clavó los ojos por segunda vez, ahora con la dureza del acero en la mirada—. Si dejas que fluyan por sí mismas, verás que siempre van en dirección contraria. Siempre, no te queda duda. La única solución es forzarlas. Ir a por ellas y obligarlas a seguir nuestro camino. Y déjame decirte algo: cuanto antes entiendas y aceptes eso, mejor.
Al mismo tiempo, Leonor es en sí un recordatorio perpetuo de los peligros que entraña la belleza natural. Lejos de ayudarla en los momentos de dificultad, su belleza solo atrae a la peor calaña, complicándole la relación que tiene con los hombres más sencillos y buenos del mundo e impidiéndole realizar una vida normal, hasta el punto de dejar de asearse y arreglarse en la caravana para evitar llamar la atención de los hombres. En este aspecto, el autor tampoco modera el lenguaje ni las situaciones que muestra, llegando a enseñarnos el intento de violación de su jefe en la fábrica de telas o incluso el descontrol de un grupo de hombres dispuestos a tomarla a la fuerza en grupo.
—¡Vas demasiado tapada, encanto!
—¡Quítate más ropa!
—¿Quieres probar a un hombre de verdad, muñeca?
—¿Qué haces con ese vejestorio?
Leonor aguantó el tipo. Se quedó quieta, con su pose de salida, mientras Gooday seguía con su habitual repertorio tratando de superar la espiral de voces que iba en aumento.
[...]
—¿Si te compro todos tus brebajes me la dejas una hora?
Una novela histórica plagada de detalles reales y referencias maravillosas
Tal y como relata el propio autor en el epílogo, El gran sueño está ambientada en hechos reales. Solo son ficticios los nombres de los protagonistas y del valle de Unawake. Sin embargo, están ahí las referencias reales que hacen al libro algo creíble y que nos permiten aceptar lo que nos cuenta como un hecho potencialmente verídico.
Desde la delimitación de las tierras en el lejano Oeste hasta referencias de nombres, conocidos (como Toro Sentado) o no (como la banda de Whyo, que fue realmente un grupo de gángsters en Nueva York en esos años), El gran sueño recoge con precisión datos históricos y los va dosificando poco a poco de forma que se integran en la narración sin demasiada dificultad.
Al mismo tiempo, hace varias referencias interesantes, como el nombre que le da Alberto a su caballo (Tibidabo, en honor al pico más alto de la sierra de Collserola). Yo particularmente encontré grandes similitudes con el carretero y la relación del viejo vendedor de medicinas y ungüentos ambulante de la novela El Médico de Noah Gordon con el viejo Gooday la bella Leo. En ambos casos el vendedor era un poco dado al espectáculo, un gruñón con buen corazón de fondo y un hombre que llora a la hora de dejar a su pupilo/a.
Y en ambos casos, a mí se me rompió el corazón.
La edición de Loqueleo de Santillana sigue brillando por su cuidado
Ya hemos hablado del cuidado que tienen en Loqueleo con obras maravillosas como Arkadya u otros clásicos como La casa de Bernarda Alba, pero El Gran Sueño simplemente roza la excelencia. El libro es de tapa blanda con termorelieve para que la palabra “sueño” y la ornamentación amarilla en art decó llaman la atención en cuanto tienes el libro en la mano.
Además, incluyen de nuevo su acostumbrada numeración en los márgenes de página, los espacios a principio de capítulo y una solapa preciosa con la historia del libro. Y, cómo no, el mensaje de rigor al final de la obra hecho para que llores lo que no lloraste en tu vida.
Mi opinión sobre El gran Sueño
El Gran Sueño es una novela de absoluto lujo que nada tiene que envidiarle a los best sellers de ficción histórica que se están vendiendo hoy en día. Es cierto que el libro me despistó un poco al principio ya que todos los acontecimientos que se dan en el barco se desarrollan quizá de forma deliveradamente lenta para que conozcamos a los personajes y su forma de comportarse en el mundo que les rodea, pero eso me hizo creer que toda la novela se desarrollaría dentro del barco cuando no fue así. Fue todo un alivio verlos tocar tierra, lo cierto.
Nunca acabé de acostumbrarme a los nombres de los padres de Gerardo y de Leonor o Mercedes. Joaquina y Ricardo están un poco desaprovechados y pasan como una sombra al lado de personajes de emociones tan complejas como el propio Gerardo: un canalla capaz de chantajear con la vida de una persona a cambio de un beso y que luego se muestra como el perfecto caballero; o Mercedes la cual solo necesita amor pero que parece que no se lo gana a pulso.
Leonor es un personaje potente y carismático al que le pasa de todo por culpa de su atractivo y me alegro enormemente que al final no lo emplease para satisfacer sus penurias económicas. Alberto es también un personaje precioso, enternecedor y poco plano al que todas las cosas que le van pasando tienen una justificación y son creíbles. Sin embargo, no sé por qué, nunca acabé de creerme lo del mago ambulante y siempre me pareció más una versión de Jack Dawkins (el compañero ladrón de Oliver Twist) que un mago con poca fortuna.
Está claro que la novela tiene un interés exponencial y que va mejorando a lo largo de los capítulos hasta convertirse en el increíble momento final en Montana. La única lástima que siento ahora es que soy la única que conozco que ha leído la novela.
Y que cuando grite Unawake, es posible que nadie entienda su verdadero significado.
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