Bajo una portada luminosa, atractiva y magníficamente bien escogida se esconde el X Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda: El encargo del maestro Goya. El libro, publicado como es tradición por Ediciones Pàmies, está contextualizado en Santander en 1810, momento en el que una España invadida por el ejército napoleónico se debatía por la lealtad a la patria, la falta de alimentos y la inseguridad ciudadana.
En ese contexto conoceremos a Mercedes Velarde, viuda y administradora de una fábrica de telas que se encamina al norte de España con sus dos hermanos: Marta, una encantadora joven sordomuda, y Alfonso. Mercedes tiene confianza y sabe moverse por el mundo, y esto nos quedará muy claro desde el primer capítulo, en el que la autora demuestra toda una declaración de intenciones al mostrarnos hasta qué punto valora su independencia la joven Velarde.
Así, sin demasiados preámbulos conoceremos a la heroína de esta historia, bella como pocas e increíblemente resolutiva, y al hombre que nos robará el corazón desde la primera página: el inflexible pero atormentado Alfonso Bustamante. Ambos verán cómo sus destinos se cruzan en esta obra de historia cargada con elementos propios del género del romance que tanto ha convencido al jurado de Úbeda.
Argumento de El encargo del maestro Goya
Santander,1810. España tiene sus lealtades desmembradas entre los diferentes conflictos políticos que ahogan al pueblo: Napoleón Bonaparte ha invadido el reino y fuerza a su hermano, José, como nuevo monarca. En este terrible contexto de desolación, guerras entre vecinos, informadores y traidores, un nutrido grupo de franceses se acuartelan en Santander y buscan gobernar la ciudad con mano de hierro.
Hasta allí se dirigirán los hermanos Velarde. Mercedes, una viuda con mucho carácter y versada en la administración de una fábrica; Salvador, su hermano ocioso, y la más pequeña e inocente de todos, Marta. Marta, a pesar de su sordera, es una joven desenvuelta que se ha formado al lado del gran maestro Goya, el cual la ha convertido en una artista de gran talento.
En Santander los hermanos Velarde pretenden no solo hacerse con la herencia de una tía ya fallecida, sino también cumplir con el encargo que le ha solicitado el maestro Goya a la joven Marta: falsificar una obra de Zurbarán y robarla antes de que los franceses se la lleven a París.
Una novela histórica pausada con un contexto muy bien seleccionado
Dice Elena Bargues al comienzo de El encargo del maestro Goya que la gran cantidad de documentación que hay alrededor de los años en los que Santander y Liébana estuvieron ocupados por los franceses provocaron que la historia saliera prácticamente por sí sola. Y eso se nota en la novela. La enorme cantidad de datos, nombres propios, fechas y descripciones pormenorizadas de los movimientos de las tropas que hay en este X Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda deja perfectamente patente la gran labor de documentación de la autora. Su experiencia como escritora consagrada le ha permitido poder escenificar perfectamente el siglo xix en una España muerta de hambre y con resentimiento tan profundo por los franceses que no sabía muy bien sobre dónde se asentaba.
En ese contexto, Elena Bargues trabaja sobre dos conceptos alrededor de los que gira toda la novela. El primero de todos ellos es la desconfianza. En una España dividida por tres lealtades potenciales (los josefinos con José Bonaparte, los afrancesados con los gobiernos locales y luego los sublevados patriotas que intentan detener el confort francés atacando caravanas de suministros), no puedes fiarte absolutamente de nadie. La inseguridad ciudadana es altísima no solo por la presencia de los bandidos —a los que la autora otorga cierta honorabilidad a través de la figura del Torancés, afirmando que los mueve el hambre y no la violencia—, sino también por la impunidad con la que el ejército francés se desenvuelve en territorio español.
Así, Elena Bargues conjura una trama en la que da cabida a informadores y traidores, exmiembros del ejército tuertos y cojos, labradores y agricultores con picos y hachas, oportunistas y, sobre todo, aprovechados ante la desgracia humana. La autora se guarda enormemente de no tomar partido por uno ni por otro introduciendo a Eladia, una mujer que robó a la tía de los Velarde y que miente amparándose en el destrozo de los franceses, para mostrar la crueldad del bando hispano, mientras que por parte de los franceses mostrará la impunidad con la que el sargento Linois o Barthélemy cometen todo tipo de atropellos sin que nadie pueda detenerlos.
La sensación de indefensión del pueblo español queda siempre diluida por la brillantez que les confiere la autora a la hora de organizarse en guerrillas, encontrar alimentos salidos de ninguna parte, sortear la perversión y crueldad francesas y, sobre todo, de no dejarse doblegar por los acontecimientos ni las convenciones sociales. Esto se aplica especialmente a las hermanas Velarde, Marta y Mercedes, las cuales se dirigen por lo general por una convicción y unas intenciones claras, decisivas y poco propias de su época que las hacen destacar allá adonde vayan.
Así, Elena Bargues realiza una magnífico trabajo a la hora de imprimir en la mente del lector la inseguridad que existe alrededor de los caminos y la facilidad con la que cualquiera puede ser presa no solo de la traición de sus propios acompañantes, sino también de bandoleros, guerrillas españolas o patrullas francesas. Poco a poco los personajes, especialmente Mercedes y Marta, van comprendiendo la realidad que los rodea y se irán convirtiendo en una versión más desconfiada, agresiva y cruda de lo que eran al principio.
La inocencia de la familia Velarde: una perdición y una salvación al mismo tiempo
Los verdaderos protagonistas de El encargo del maestro Goya no son tanto ni Marta Velarde ni mucho menos el afamado pintor, sino Mercedes Velarde, el coronel Claude Cornulier y el exmilitar Alfonso Bustamante. Y uno de los puntos en los que ambos hombres coinciden es en la inconsciencia de la familia Velarde. Criados en una familia rica, los Velarde se desenvolvieron con ligereza y holgura en España hasta que estalla la guerra y deciden dirigirse a Santander, y desde entonces todas sus decisiones son imprudentes hasta el extremo. Este recurso, que permite que la autora ponga a los personajes en puntos calientes argumentativos, resulta frustrante para todos los que acompañan a las mujeres, ya que estas toman pocas previsiones —o casi ninguna— para evitar las agresiones de los franceses o las traiciones de sus vecinos. De esta forma los Velarde tienen que ser prevenidos varias veces para no ostentar su riqueza en un pueblo que se muere de hambre, y es precisamente la inocencia de Mercedes la que la lleva a acudir a los vecinos, que perfectamente podrían ser espías, para confiarles sus secretos y establecer un sistema de trueque.
Esta inocencia, motor de la obra —porque si los Velarde hubieran tenido algo de maldad en el cuerpo no se habrían puesto en primera línea de batalla—, nos permite vivir uno de los episodios más agresivos de la historia con Marta Velarde. Sin embargo, la brutalidad de la novela acaba ahí. Elena Bargues opta por un enfoque más centrado en el narrador de tipo oyente más que espectador para narrar las escenas de mayor crueldad y dureza de esta guerra: se habla del hambre, pero nunca veremos los cuerpos sin vida de los lugareños; nos trasladará a un patíbulo en el que la autora no se regodea con la sangre, pero no presenciaremos ahorcamientos, y tampoco seremos testigos de las enfermedades que poblaban el interior de las cárceles.
Este enfoque dulcificado por parte de la autora, con una narración por momentos rápida —cuando nos introduce en las batallas— y por momentos muy somera y apaciguada, será del gusto de los amantes de novela histórica contemporánea como La avenida de las ilusiones, donde importan más los hechos que las descripciones truculentas de cada uno de ellos.
El segundo pilar de la novela: el romance
El segundo pilar alrededor del que gira la novela es el romance. Y no es de extrañar teniendo en cuenta que Elena Bargues tiene una vasta experiencia en el género. De esta forma, el tropo de la mujer independiente y fuerte que se encuentra con un amor prohibido se palpa desde el primer instante. Las descripciones que deja caer la autora, además, tienden a reforzar este subgénero, ya que se recargan con valoraciones preciosistas sobre la belleza de las hermanas Velarde y el atractivo de sus amables pretendientes, cuyos nombres no diré para no estropear la sorpresa.
Sea como sea, la obra se apoya continuamente en este amor como fuerza motora que ayuda a los personajes a reconciliarse en una España dividida por el odio y el resentimiento que siente hacia Francia.
—Los que quieren vivir en paz viven en paz —recalcó Cornulier—. Hay guerra por unos pocos que han encontrado en el caos la forma de enriquecerse. Le recuerdo que no somos los únicos que exigimos pagos en especie a los vecinos. Si nadie se hubiera rebelado, habríamos convivido en armonía.
—Una armonía muy beneficiosa para ustedes: un país al que saquear, riqueza colonial, hombres para sus batallas. Su hermoso ejército está mandado por franceses, y los soldados provienen de cualquier punto de Europa, arrancados de sus casas para perder la vida por qué o por quién. Sí, es una pena que estos harapientos e ignorantes españoles hayan puesto tantas dificultades a su paraíso.
El encargo del maestro Goya recalca de esta manera en varios puntos de la obra que el odio dirigido a naciones enteras es absurdo y que los españoles, entonces enfrentados con los franceses, fueron sus aliados solamente tres años antes. Así, creará, moldeará y asentará a personajes que se mueven en una línea gris entre la bondad y la maldad, demostrando que son las circunstancias de cada uno, y el horror de la guerra, lo que motiva a menudo las acciones de un personaje u otro.
Impresiones de la obra y ritmo narrativo
El encargo del maestro Goya es una obra altamente recomendada para un público ocasional amante de las novelas de romance histórico o al que le interese saber más sobre la ocupación napoleónica en el norte de España. Elena Bargues consigue crear personajes extremadamente carismáticos que no olvidas fácilmente, como el exmilitar Alfonso Bustamante y sus complejos por sus cicatrices, Mercedes Velarde y su inconsciencia y sobre todo el coronel Claude Cornulier —las intenciones, procedencia o incluso capacidad intelectual de este último lo convierten en alguien jugoso al que seguir y explotar, buscando un resquicio en el que revele algo más de sí o nos dé incluso la posibilidad de presenciar un intercambio oficial con los altos cargos del ejército de Napoleón—.
He disfrutado la lectura de la novela, y agradezco enormemente haber tenido la oportunidad de leer una obra histórica no enclavada en la época del Imperio romano ni la reconquista, donde los protagonistas no fueran más que gente de a pie. Al menos, eso parece en un primer momento, porque lo que está claro es que en esta obra todo el mundo esconde un secreto al final.
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