Santander 1810.
En plena guerra napoleónica, Mercedes Velarde emprende un viaje a Santander junto con sus hermanos, Salvador y Marta, para tomar posesión de una herencia. Marta es sordomuda y discípula aventajada del pintor Francisco de Goya, quien, aprovechando el desplazamiento de los hermanos al norte, les encomienda un increíble y arriesgado encargo.
El coronel de la Gendarmería Imperial Claude Cornulier llega a Santander para investigar una serie de denuncias por abusos en el seno del propio ejército de ocupación y resolver el malestar de los civiles franceses afincados en la ciudad, cuyas protestas, por el perjuicio que les causa el gobernador Barthélémy, han llegado a París. Además, al frente del regimiento de la gendarmería, Courlier debe mantener abiertas las rutas de comunicación en la provincia y organizar las escoltas a las columnas de avituallamiento. En un desplazamiento a San Vicente de la Barquera, coincide en el coche de línea con una misteriosa mujer: Mercedes Velarde.
El teniente de navío Alfonso Bustamante vive retirado en el valle de Liébana a causa de las heridas recibidas en la batalla de Trafalgar. Las lesiones no le permiten tomar las armas, pero sí organizar una red de informadores para acosar a las fuerzas invasoras desde el cuartel general de la División Cántabra, ubicado en Potes. Junto a Porlier y Llano Ponte, dirige las guerrillas que acosan al ejército francés en la región. Su vida solitaria se ve alterada cuando se cruza con los hermanos Velarde y su extraño encargo.
Las vidas de todos estos personajes se entrecruzarán en un tiempo de guerra en la que la avaricia, el odio, el miedo y el hambre dictan las leyes, y en el que cada uno lucha por sobrevivir y mantener sus ideales.