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NOTA: 6.5

El druida, reseña del libro de Steven McKay

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El druida, reseña del libro de Steven McKay

Por primera vez llega a España gracias a Ediciones Pàmies una obra de Steven A. Mckay: El druida. 

El druida es una novela histórica y autoconclusiva enclavada en el siglo v d. C. en el norte de Britania que abre la saga The Druid Warrior. El libro nos invita a ver con nuestros propios ojos lo que quedó de Britania tras la desaparición del Imperio romano en una aventura cargada de acción con un sacerdote celta como protagonista. Así, la obra nos ofrece una ventana por la que asomarnos a un tumultuoso período dentro de la historia de Gran Bretaña en la que la tierra era disputada permanentemente por pequeños clanes y pueblos en perpetua guerra. 

En este contexto, Bellicus, el protagonista atravesará diferentes reinos, amparado por la protección que su figura como druida le otorga, involucrándose en guerras, peleas y diferentes enfrentamientos para lograr su objetivo: devolver a la joven Catia de vuelta con sus padres. 

La obra se sitúa en el género denovela de viajes mezclado con un toque histórico, un poco de ficción y otro de aventuras que generan, en combinación, una historia más que disfrutable. 

Argumento de El druida

Dun Buic, 430 d. C.  Bellicus, el druida guerrero, disfruta al lado de su rey, Corotico, de un banquete en una de las pequeñas aldeas que gobierna su señor. Sin embargo, un inesperado ataque de los sajones acabará con la aldea en llamas y la terrible noticia de que Catia, la princesa, ha sido secuestrada. 

Desesperados por recuperarla, la reina les encomienda a Bellicus y a sus dos perros ir en busca de la niña y traerla de vuelta sana y salva. Sin embargo, el camino no será fácil ni estará exento de peligros, y conforme Bellicus va perdiendo la paciencia y se enfría la pista de los secuestradores, una terrible certeza se va abriendo paso en su mente: está claro que los sajones quieren a la niña para sacrificarla a los dioses. Y, siendo así, no podrá permitirse ningún descanso si quiere salvarla de un destino que no desearía ni a sus peores enemigos. 

TODO
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La historia de un viaje a lo largo de la Britania del siglo v

El druida emplea a Bellicus, el protagonista, como hilo conductor de una novela de viajes cargada de escenas de acción. De esta forma, el autor opta por no perder el tiempo con introducciones y centrarse directamente en el acontecimiento que define el punto de arranque de la trama: el secuestro de Catia. Esto marcará el estilo de un libro que no se para demasiado en describir los escenarios ni las sensaciones de los personajes principales y que trabaja con una trama desprovista de florituras, para generar así una obra con un ritmo ágil, ideal para los que se inician en la novela histórica de aventuras, que impide que la acción y el interés decaigan. Esto es especialmente relevante cuando, al cabo de pocos capítulos, un lector avezado comprende que está ante un road book (término que acabo de acuñar yo misma y que probablemente no sea correcto): es decir, ante la historia de un viaje. 

Así, Steven A. McKay saca de su petate todos los recursos literarios posibles para captar la atención en una novela claramente lineal (con un inicio y un final fácilmente pronosticados desde las primeras páginas). Su primer truco —y sobre el que pivota la obra en general— es la creación de un protagonista al que dota de misterio y al que despoja de los estereotipos que han llegado a nuestros días sobre la figura de un héroe. Así, frente al anciano Merlín y otros sacerdotes de largas barbas blancas con báculos de madera que se internan en el bosque, McKay construye a Bellicus como un hombre altísimo, fornido e increíblemente disciplinado que pasa de un estado de calma a uno de ira en pocos segundos. 

TODO
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Sabemos poco de Bellicus, de sus verdaderas creencias, de sus rituales, y sabemos muchísimo menos de su pasado. Esto hace que la figura del druida despierte cierto estupor reverencial en el lector, el cual empatiza fácilmente con el resto de britanos y sajones que se encuentran al druida. El libro, desafortunadamente, tampoco da demasiadas pistas sobre la forma con la que se crio Bellicus, y quizás he echado un poco de menos ver la parte más humana de este sublime luchador a través de más relatos sobre sus miedos y temores, sobre sus preferencias o incluso sobre el momento en el que dejó su hogar para servir a otro druida. 

Y es que Bellicus es, sin duda alguna, el arquetipo de héroe de novela histórica: un hombre deseable, fuerte, templado y cargado de recursos para cualquier situación que le salga, que conoce como la palma de su mano su país y que no teme enfrentarse en combate a quien sea con tal de cumplir con su deber. A lo largo de la obra acompañaremos sobre todo al druida en una narración en primera persona en la que seremos testigos del pronto de ira que tiene el protagonista (el cual a veces carece de paciencia para escuchar a los lugareños o se ofende cuando ponen en tela de juicio su maestría con la espada), de sus pociones y de su perseverancia para encontrar a la joven Catia. Además, el autor  alterna continuamente la trama con brevísimos capítulos que nos permiten saltar al punto de vista de otros personajes secundarios como Duro, un panadero que se ve involucrado en el secuestro de Catia a la mitad de la obra; la reina Narina, la volva de los sajones, o incluso el temible guerrero Horsa. 

Lo que es fascinante, sin embargo, es la forma con la que el autor trata el tema de la religión y creencias de Bellicus, ya que les imprime cierto tono mordaz y agnóstico que sorprende por momentos. Así, Bellicus se burla internamente a menudo de las supersticiones de los aldeanos y confiesa que los druidas se deben valer del engaño en ciertas ocasiones para hacerse respetar. 

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Ha venido a ti susurró Caiside en un tono casi reverencial. Es como si supiera por lo que estás aquí, como si quisiera acercarse a ti. 

Bellicus pensó que, en todo caso, el ave era, sencillamente, más curiosa que el resto, sin embargo asintió. No quería desalentar al patriarca en sus supersticiones. Aquellas creencias eran, al fin y al cabo, lo que hacía de los druidas lo que eran. 

Está claro que la apariencia forma parte de las preocupaciones del autor, ya que allí donde no incluye largas descripciones de los parajes de la Britannia del siglo v ni de sus costumbres sí que se para con cierta frecuencia a resaltar un par de aspectos físicos de los personajes presentes con la intención de diferenciarlos o hacerlos más vívidos ante la mente del lector. De esta forma, repite varias veces el estado de gordura de Duro, el panadero con el que se encuentran los sajones, o la hermosura de la reina de Alt Clota. 

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Duro se vació lo que quedaba de vino en la boca y se relamió con satisfacción. El robusto panadero, al que muchos hubieran llamado gordo, había acabado de trabajar por ese día y empezaba a disfrutar de un buen merecido descanso. En su momento había sido un hombre delgado y en forma, pero hacía ya veinte años de eso, cuando era soldado, un optio, incluso cuando había alcanzado el rango de centurión por un tiempo en las legiones de Roma. 

Una introducción breve al mundo druídico

Poco se sabe realmente sobre los druidas celtas y sus costumbres, y lo cierto es que la obra de McKay tampoco aporta mucha luz sobre el tema. El druida es una obra genial para iniciarse en la novela histórica de aventuras, con multitud de enfrentamientos y batallas muy bien narradas. Sin embargo, un lector ávido que busque fechas, emplazamientos y datos históricos relevantes tendrá que buscarse a otro autor, ya que El druida pasa por encima de ellos con deliberada ligereza. No obstante, los que en su momento leímos a Alberto Vázquez-Figueroa sin duda encontraremos en Bellicus a un potente aliado en una novela llena de acción, combates e imprevistos a lo largo del camino de Britania.

Así, el autor no pierde demasiado tiempo explicándote las diferencias y la forma de interacción con los dioses britanos y sajones (Thunor, Wodern…), y se limita a incluirlos en el día a día del lenguaje de los diferentes personajes. Algo similar hace con el vocabulario perteneciente a la época, hablando de los bretwaldas sajones, la volva o bruja que ordena el secuestro de la niña y otros términos antiguos como el carnyx (un instrumento musical olvidado)En ese sentido, es de agradecer que desde la editorial se tomaran la molestia de poner en cursiva todos los extranjerismos. 

Sí que es de cierto que he echado de menos, quizás por mi interés personal en religiones y ritos druídicos, una mayor explicación sobre los procesos de Bellicus para realizar ciertos sacrificios y entrar en trance, una explicación sobre el uso que les da a las plantas o incluso simplemente trucos de supervivencia de la época que tienen que conocer para encender una hoguera o dormir al raso en alguna ocasión. 

TODO
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Aun así, uno de los puntos fuertes del libro es precisamente la oportunidad que te da de recorrer un período histórico tan extraño y convulso en Britania: con la isla dividida en mil pueblos enfrentados, la leyenda del rey Arturo flotando sobre las cabezas de sus moradores y la amenaza de un cristianismo cada vez más en extinción. De este modo, es fascinante ver cómo McKay describe los restos de un país abandonado por los romanos y que es habitado por gente a la sombra de la gloria de sus construcciones. El autor relata así cómo la ausencia de la estructura romana ha provocado cambios en la economía de los britanos (ya que explica cómo desaparece la alfarería) y en las costumbres de sus habitantes, dejando de montar a caballo para viajar e incluso recuperando supersticiones y creencias religiosas que le dan sentido a la figura del protagonista. 

Mi opinión sobre El druida

El género de la novela histórica está saturado de obras que examinan y relatan cada uno de los acontecimientos ocurridos en el Imperio romano, por lo que siempre es de agradecer encontrarnos con un libro como El druida, que no bebe de grandes emperadores para construir su narración. Y es que el libro de Steven A. McKay es más una obra de aventuras que otra cosa, con un protagonista fuerte, grandes y pormenorizadas escenas de batallas y un ritmo narrativo ideal para no aburrirte. 

He de decir que, personalmente, aunque la obra engancha, no me acabó de encajar del todo la forma con la que el autor describe tanto a los personajes como ciertos escenarios, pero esto queda magníficamente compensado con la increíble habilidad de McKay por narrar enfrentamientos y batallas. Mientras Bellicus luchaba y se abría paso de las formas más variopintas posibles, llegué a temer que el autor decidiera acabar con su vida y dejar la historia sin terminar. 

En definitiva, es una obra sencilla sin grandes pretensiones para un momento de lectura casual. Si lo que buscas es un libro detallado sobre las costumbres de los druidas y su papel político en Britania, te recomendamos en su lugar Águilas y cuervos, de Pauline Gedge, pero si estás en este mood en el que no te apetece complicarte la vida y quieres buscar una obra con mucha acción, El druida sin duda es una buena elección. 

Ya que ¿a quién no le gustaría que un guerrero druídico llamado Bellicus atravesase toda Britania por ti? 

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