Hay miedos que afirmaríamos con contundencia, porque así lo creemos sinceramente, que hemos superado, pero que en realidad siguen latentes en todos nosotros y pueden despertar por una palabra inesperada pronunviada con descuido en un momento crítico.
Ya que ¿acaso hay algo más aterrador que la confirmación de que no estamos solos en el universo en boca de un niño inocente, perdido y necesitado de tu protección?
A través de un relato en primera persona que nos traslada al interior de una casita producto del sueño americano, John Wyndham demuestra una vez más cabalgar entre el género de terror y la ciencia ficción al presentarnos a Chocky: la encarnación más violenta del terror que sienten los seres humanos hacia la posible vida extratarrestre.
Argumento de Chocky, la novela más extraña de John Wyndham
Chocky es incorpórea. Es muda y silenciosa. Carece de género y es irritante y molesta como ella sola.
A través de un personaje del todo bondadoso que encarna el sueño americano hecho real, John Wyndham nos traslada al interior de una casita de ensueño donde David y Mary crían a sus dos preciosos hijos. Matthew, el mayor, es un niño adoptado que ha cubierto de amor la necesidad desesperada de Mary de ser madre. Rubio, con los enormes ojos azules siempre abiertos, el pequeño va creciendo con normalidad en el colegio, pasando tiempo con sus amigos y aplicándose en el colegio.
Esto es así hasta que un día Matthew hace una inquietante declaración a sus padres: tiene una voz en la cabeza llamada Chocky que se burla de todo lo que ve y que le hace continuamente preguntas complejas. David y Mary deciden no darle demasiada importancia… hasta que su hijo aparece en casa escribiendo en binario.
Chocky, una novela atípica para el autor
Chocky se publicó por primera vez en 1968 y es, con diferencia, una de las obras más atípicas dentro del catálogo del autor. A diferencia de muchas de las obras de Wyndham que se centran en desastres naturales o en amenazas extraterrestres (como Los cuchillos de Midwich (1958) o El día de los Trífidos (Alianza Editorial. Sello Runas, 2021), Chocky es una novela más introspectiva y psicológica, explorando temas como la identidad, la conciencia y la evolución humana.
En lugar de enormes monstruos y plantas que buscan aniquilar a la humanidad y propagarse, Chocky nos introduce la idea de que hay una presencia (llámese alien, llámese X) dento de la cabeza de un niño inocente con ideas abrumadoras para la época. Estas ideas empiezan manifestándose cuando el joven se mete en problemas con su profesor de física al realizar preguntas que refutan las “leyes incuestionables” del momento, discutiendo con sus padres sobre la idoneidad de un día de 32 horas y un replanteamiento del calendario y presentando problemas matemáticos resueltos a menudo a través de técnicas avanzadas y código binario.
Sí que cuenta, sin embargo, con elementos transversales de otras novelas como la telepatía, tema recurrente en otras obras del autor como Los cuchillos de Midwich o Las crisálidas (Alianza Editorial. 2019).
El rural ingés y beatífica tranquilidad mancillada por un alien irreverente
En mi humilde opinión, Chocky no se aventura en nuestra relación con los aliens como se ha dicho anteriormente, sino en nuestras reacciones ante lo desconocido. A lo largo de la obra en ningún momento se llegan a plantear la posibilidad de que un alienígena esté comunicándose telepáticamente con Matthew. En lugar de eso, el libro y el autor se centran en explorar las reacciones de los seres humanos cuando son sometidos a evidencias que hacen temblar su sistema de creencias.
Para ello crea un ecosistema perfecto que sirve como muestra de estudio: David y Mary conforman el típico matrimonio feliz que podría perfectamente definirse como “parte del sueño americano” si no fuera porque el autor era británico. En su casita aislada, crían y cuidan desde el respeto y el entendimiento a dos niños maravillos y del todo normales. Su mundo se verá salvajemente sacudido cuando Chocky aparece en escena y empieza a generar disonancias entre lo que esperan de un niño como Matthew y lo que está realizando.
La presencia de Chocky, aunque molesta, es del todo positiva. A lo largo de la obra veremos cómo Chocky no solamente ayuda a Matthew en varias áreas en las que está perdido sino que también estimula su inteligencia, capacidad de observación y lógica. Al carecer de referentes previos, Mary y David empiezan a buscar una razón, aunque esta no sea ni positiva ni benevolente, que les permita discernir qué pasa con su hijo. No importa que el diagnóstico sea negativo (hasta consultan a un psiquiatra por si su hijo es esquizofrénico) ya que lo único que buscan es la paz que trae un diagnóstico o un punto de referencia. No es de extrañar precisamente que John Wyndham le haya entregado precisamente a los dos progenitores nombres bíblicos de forma que el ambiente benévolo y conservador de la casa quede claro desde el primer momento.
Hay miedos que afirmaríamos con contundencia, porque así lo creemos sinceramente, que hemos superado, pero que en realidad siguen latentes en todos nosotros y pueden despertar por una palabra inesperada pronunciada con descuido en un momento.
La obra se narra siempre desde el punto de vista del padre, David: un hombre pragmático y lógico que busca soluciones pero que no teme llegar a plantearse que Chocky es real. David representa todo lo bueno de la humanidad: el escepticismo primario seguido de una búsqueda por aceptar que lo improbable puede llegar a ser, por mucho que cueste creerlo, en posible. En oposición a él, Mary, la madre, siempre preocupada y ansiosa, deseosa por encerrar a su hijo en casa y evitar que nadie hable con él, representa el plano de las emociones y cómo la raza humana puede ser irracional y destructiva al dejarse llevar por su miedo.
Sin embargo, Chocky está construido de tal forma que sea más bien una presencia molesta e incomprensible más que algo a lo que temer. Cuando David le pregunta a su hijo por el género de esa voz en su cabeza, esta contesta de una forma increíblemente evolucionada para un mundo a finales de los setenta en el que el término de “no binario” no se comprendía ni definía ningún tipo de identidad de género. Chocky no es ni un chico ni una chica, pero para que este resulte menos amenazante a los humanos deciden otorgarle un rol femenino.
La realidad es relativa. Los demonios, los espíritus malignos, las brujas y todo lo demás eran muy reales para la gente que creía en ellos. Como lo es Dios para quienes creen en él. Cuando la gente vive según us creencias, la realidad objetiva es casi irrelevante.
¿Es benévolo Chocky? La naturaleza de un alien al acecho.
No podemos negar que el propio nombre de la presencia, acabado en “y”, es un diminutivo cariñoso que hará, sin lugar a dudas, que la mayor parte de los lectores se lo imagine como una forma diminuta, algo infantil y bastante cuca dentro de su propio ecosistema. A esto hay que sumar que Matthew nos deja claro al principio de la novela que Chocky es bastante joven para “su gente”, imprimiendo en nuestra mente la idea de que es solo una niña pequeña con poderes extraterrestres que está jugando.
Sin embargo, no podemos evitar plantear a Chocky en retrospectiva. ¿Acaso el autor no alcanzó la fama escribiendo historias de seres aparentemente inofensivos que vienen del espacio que luego destruyen cuanto tocan? Y ¿no es similar el nombre de Chocky al de "chokey” de “to chock”, es decir, el de alguien que asfixia a otros?.
El autor no se pronuncia sobre este tema y deja, al final, la incógnita para que sea el propio lector el que se plantee si realmente los aliens como Chocky están ahí para ayudar a la humanidad a conseguir sus propósitos y ayudarles a mejorar su tecnología o inteligencia, si simplemente era un juego infantil que se le fue de la mano a alguien de otra galaxia o si realmente corremos peligro a la hora de ser conquistados.
Entonces ¿merece la pena leer Chocky?
Chocky es la típica obra que necesitas tener dentro de tus recuerdos para poder referenciarla en el futuro. Como parte del catálogo creativo de uno de los mayores autores de ciencia ficción que hayan existido, Chocky funciona precisamente por lo perturbador de su argumento y lo disruptiva que es la presencia de una voz que sabe mucho más que nosotros en la cabeza de un joven infante.
El libro es más que interesante como ejercicio hipotético (¿qué haría yo si…?) y cuenta con una interesante perspectiva de género donde el autor expresa la presión que sentían las mujeres de la época no solo por tener hijos, sino por demostrarle al resto que sus hijos son normales y encajan perfectamente con la media esperada.
Y es que yo creo que en el fondo, Chocky no trata sobre si el alien era bueno o malo, o sobre si debemos mantener nuestra mente abierta a las visitas alienígenas (ya que ha quedado claro que no sabemos si su presencia en benévola o no), sino que es una novela que trata desde un punto muy interesante las creencias de los seres humanos frente a un sistema de valores e ideas logicas y las contrapone a la religión.
—[…]Quiero decir que si todo el mundo va por la vida fingiendo que cree en cosas que no existen, ¿cómo narices va a aprender a distinguir un niño lo que es real de lo que no?
—Cuidado, cariño. Te estás acercando a aguas peligrosas. Eso depende principalmente de quiénes y cuántos creen en cosas que no son reales.
Lo que puedo confesaros es que este pequeño librito de apenas 140 páginas es capaz de ponerte los pelos de punta en sus primeras páginas y de dejarte con un poso de inseguridad una vez lo terminas. Sin duda es una de las obras menos conocidas del autor, pero hay una voz en mi cabeza que dice que tardaré el olvidar esta premisa.
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