Bienvenidos a un mundo nihilista, hiperrealista, ambientado en los ochenta de la droga, el alcohol y la prostitución donde o pecas de pardillo y pierdes la cabeza, o vives suficiente para acabar siendo tú mismo tu propio dios. Bienvenidos a Balas Perdidas.
Resumen de Balas Perdidas
Balas perdidas es una novela gráfica hiperrealista que engloba nueve relatos de un profundo corte dramático, gore y de escenas cargadas de la más pura acción al estilo de Tarantino que dibujó David Lapham y por el que fue galardonado en múltiples ocasiones.
Los siete relatos están conectados de alguna forma por un personaje llamado Harry que hace las veces de un dios vengativo y otras de un mafioso con ínfulas de psicópata. El cómic, sin mostrárnoslo nunca de forma directa, nos introduce en la vida de personas que se han visto afectadas por la maldad de Harry y su superioridad moral y cómo van evolucionando tras chocar la inocencia de unos con la criminalidad de otros.
El primer relato es La medida del amor. En él acompañaremos a dos hombres: el curtido Frank y el joven Joey. Ambos conducen por la noche llevando en el maletero el cadáver de una mujer por orden de Harry. Pero no sabe muy bien por qué, Joey está especialmente turbado después de ver cómo la matan y no consigue sacarse de la cabeza la imagen de la mujer.
El segundo relato, Represalias, nos pone en la piel de la joven Virginia: una niña que a la salida del cine ve cómo dos hombres que trabajan para Harry matan de una paliza a un tercero en un callejón. Desde ese momento Virginia tiene estrés post-traumático y cualquier acción puede ser un detonante para desencadenar la violencia.
El tercer relato, La fiesta, nos introduce en el punto de vista de Led, un joven que trabaja de ladrón y matón que acude a una fiesta como cualquier otra. Dicen que puede que Harry se pase por allí más tarde y la emoción por entrar en su banda casi es capaz de hacer que pase por alto el hecho de que no quedan cervezas…
El cuarto relato, Bonnie and Clyde nos llevará a una carretera, donde un hombre con pintas de ser un asqueroso degenerado recoge a una niña que está haciendo autoestop. El hombre rápidamente le hace una proposición a la niña: puede ser su socia, puede ser su cómplice, y él le enseñará a hacer cosas muuuy malas.
El quinto relato, La furgoneta, nos introducirá en la vida de Orson, un joven estirado que está a punto de cumplir la mayoría de edad y de ir a la universidad de Duke. Un día cualquiera, paseando, ve cómo una furgoneta atropella a un transeúnte. Al momento, una mujer llamada Rosa se le presenta y le invita a algo para comer. Pero… ¿estarán conectados ambos sucesos?
El sexto relato: Y así pasé mis vacaciones de verano, nos introducirá en la vida de Amy, una joven famosa porque, a pesar de estar física y psicológicamente bien, parece en coma. Precisamente por eso es el sujeto perfecto para que le conecten la máquina de la verdad a la cabeza. Pero quizás lo que esta niña tiene en el cerebro sea demasiado para que América lo enfrente.
Por último, el séptimo relato, Libertad, nos devolverá a la vida de una joven adolescente que se lleva realmente a matar con su madre. Sin embargo, cuando su padre se pone enfermo, esta enemistad acaba convirtiéndose en un clima de difícil convivencia para todos.
De muerte, sexo, drogas y sobre todo, violencia interconectada.
Lapham es un tipo inteligente y sibilino y sus obras de violencia desmesurada y amor por los cadáveres esconden un mayor simbolismo de lo que parece. Un simbolismo que ya te anticipa el propio subtítulo de la portada: la inocencia del nihilismo.
Nihilismo: Corriente filosófica basada en la negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social.
Todos y cada uno de sus siete relatos están conectados entre sí y, al igual que un habilidoso director de cine, va saltando del punto de vista de un personaje a otro, saltándose las leyes del pasado y del presente y deformando la realidad para que la veamos igual que todos esos protagonistas inocentes que han visto su moralidad y buena ética interrumpida por la figura del omnipresente mal que encarna Harry.
Harry, que como un dios todopoderoso no se puede ver pero que motiva las acciones de todos los delincuentes que van apareciendo en la obra.
En ese sentido, cada relato tiene un denominador común y es la figura de un personaje inocente que ve su vida y su mundo completamente colapsado por la maldad de uno o varios individuos. La pequeña Virginia, a la que ni su madre ni su hermana mayor comprenden, tendrá que vivir siendo víctima del bullying y con el shock post-traumático de haber visto cómo mataban a un hombre de una paliza en la calle; Orson aprende demasiado tarde que hay compañías que no le convienen y la pobre Amy tendrá que sufrir la maldad de un país que no está preparado para descubrir que no hay dios ni vida después de la muerte.
Todo está interconectado
No hago ningún spoiler cuando digo que todos los relatos están conectados entre sí. Joey, el joven que aparece en el primer relato con Frank en el coche, es el mismo niño que busca a su madre Rosa en la historia de la fiesta. Y esa misma fiesta en la que Orson prueba por primera vez las drogas, es en la que Led acompaña a la novia de Harry a por cervezas. Ginny será testigo de cómo Scott y Sonny, los mismos que aparecen más tarde en la celebración del cumpleaños de Orson, matan a un tal Georgie.
Cada uno de los capítulos, quizás exceptuando el de Amy, están íntimamente relacionados con las tareas sucias de Harry y de sus diferentes secuaces, creando un entramado de acciones al más puro estilo de Guy Ritchie que cargan cada secuencia con una potente y agresiva dosis de acción y violencia virulenta que nace del más profundo odio interior.
Para Lapham no existe dios, amigos o familia en la que puedas confiar. La maldad del ser humana, inherente en cada uno de nosotros, se revela con la virulencia de una espinilla roja con la punta blanca asomando: el exterior puede parecer maravilloso como Frank y Rosa, pero por debajo de la superficie está podrido.
Esta maldad tan expuesta le sirve a Lapham para poner de manifiesto problemas sociales que se dan hoy en día: madres que no valoran a sus hijas, personas encadenadas por convencionalismos sociales a una persona dependiente o incluso la irrealidad del amor. Porque cada uno de estos protagonistas inocentes, Orson, Virginia o Joey, solo van buscando el amor.
El amor es como un reflejo que, cuando vuelves a mirar, desaparece
El amor para Lapham es una ilusión, un engaño. Cualquier tipo de amor está sujeto a este discurso. Por eso las madres en estos relatos son egoístas y no se sientan a escuchar a sus hijos: desde la de Orson exigiéndole que pasase el fin de semana con sus abuelos, hasta la de la propia Virginia o la de Joey.
Todos y cada uno de ellos van buscando el amor en diferentes figuras de las arquetípicas. Orson en una mujer mayor que lo chantajea y le hace daño, Joey en el recuerdo de una mujer muerta y para finalizar la propia Virginia en el coche del hombre depravado en el coche.
Pero es que todavía hay más: la propia Amy en el relato más dilapidante de todos, encarna la imagen del amor: el de una joven atractiva y exitosa cuyo romance es imposible de obtener. Todos los hombres que rodean a Amy intentan ser los elegidos y conseguir un poco de su atención, pero al no ser capaces de tenerla, acaban intentando destruirla.
Un dibujo y una edición a la que La cúpula Ediciones nos tiene acostumbrados
El dibujo de Lapham no tiene pegas: es simplemente un maestro con el lápiz y lo explota en cada una de las viñetas otorgándole a cada personaje una personalidad única y diferenciable. Es extremadamente bueno a la hora de transmitir emociones potentes como inocencia, confusión o miedo en los ojos de un niño o de un joven incomprendido.
También descubrimos su obsesión por marcar la cara de las jóvenes atractivas, como en el caso de Virginia o de Amy.
Sin miedo o aparente esfuerzo crea viñetas cargadas de acción con aparente uniformidad que rotan el punto de vista y la perspectiva para darle la dosis de drama justa a cada plano, empleando de forma más que inteligente los espacios en negro para dirigir la acción y la atención del espectador.
La edición de La cúpula no puede ser más maravillosa: tapa rústica con ambas solapas y un papel grueso y de buena calidad que terminan por rematar una obra simplemente espectacular.
Nuestra opinión sobre Balas perdidas
No vayas a por Balas perdidas con una expectación al respecto, no juzgues sus ideas bajo la sombra de tu propia moral y Balas perdidas te parecerá una obra magistral como me lo pareció a mí.
Sus finales de capítulo abiertos pero cargados de intenciones, así como su simbología, convierten a Balas perdidas en ese tipo de cómic inteligente e intelectual que cualquiera que va en busca de algo diferente y más maduro apreciará. Personalmente me recordó enormemente al estilo de Tomine con Sonámbulo o al de Bryant con Unreal City. Cómics con una forma brutal de ver el mundo, donde el amor es siempre una trampa mortal para los humanos y con un dibujo de una calidad simplemente arrebatadora.
Balas perdidas es una recomendación segura. Hizo que me lo releyera varias veces, el personaje de Virginia me apasionó, e incluso entró en mi lista de las mejores obras que han caído en mis manos en este 2018. ¿Hace falta más para convenceros?
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