Argumento de Diario de una vida de mierda
Sara se siente estafada por el mundo. Es una joven con tres títulos universitarios que espera a que la vida por fin le brinde la oportunidad que cree merecer. Pero a su aldedor, la vida sigue y pronto se da cuenta de que se está quedando atrás y que debe tomar las riendas de su vida: encontrar un trabajo, perder peso y, sea como sea, ir de forma digna a la boda de su amiga.
Pero Sara no está preparada para ser una adulta ¿quién dijo que sería fácil?
Análisis de Diario de una vida de mierda
Diario de una vida de mierda es el típico cómic de humor que nos introduce en la vida de una joven con la el público pueda empatizar rápidamente. A través de situaciones de desespero, busca encontrar ese sentimiento de familiaridad en su público con gags rápidos enclaustrados en capítulos cortos.
El único personaje que realmente está bien construido es Sara: no sabemos ni a qué se dedica su compañera de piso o cómo viven por lo general sus amigas. El centro de la novela gráfica es ella y sus penurias y así lo demuestra una y otra vez.
Sara está tan centrada en sí misma y es tan egocéntrica que en ningún momento se para realmente a escuchar los problemas de sus amigas, sus opiniones o incluso alegrarse por sus avances en la vida. De esta forma se nos presenta a un personaje basado única y exclusivamente en el yo, que aprovecha la posibilidad que le presenta las diferentes viñetas para exaltar sus virtudes (como el enfrentamiento con la madre del niño) y para quejarse de sus injustas desgracias.
Fascinantemente, el cómic engloba a una gran parte del colectivo millenial que considera que ha sido estafado en la larga promesa de su vida. Se nos ha prometido que si estudiamos y nos esforzamos en la vida obtendremos un buen trabajo que rellene todas nuestras satisfacciones. Diario de una vida de mierda pretende precisamente darle visibilidad al hecho de que esto nunca sucede así, sacando a la luz el sentimiento de estafa generaliza que sufren los jóvenes ante la crisis económica.
De esta forma, este cómic trata de ejemplificar de forma cómica la precariedad del paso de la vida de un estudiante a una vida adulta para la que no está preparada: la independencia, encontrar un trabajo o simplemente hacerle frente a todas las situaciones sociales que nunca creyó tener que vivir como el hecho de asistir a una boda o pagar las facturas.
El dibujo de Diario de una vida de mierda es sin lugar a dudas su mejor cualidad. En estas 96 páginas bicolor, con una clarísima influencia del manga convencional, Sara Jotabé nos introduce en la vida normal y corriente de una joven sin necesidad de aderezar el dibujo con elementos de falsa estética. Una de sus mayores virtudes es precisamente el hecho de que se dibuja a sí misma con todo lujo de detalles que otras artistas omitirían: sus kilos de más, sus vergüenzas y los pelos en las piernas.
El pelo azul con el que decora a la protagonista es el distintivo que la separa de los otros personajes y que llama la atención sobre el núcleo de la acción. Rellena el resto de los espacios del fondo con preciosas tramas de puntos o de líneas, generando un estilo personal y propio que se nos hace familiar a las pocas páginas de lectura.
El cómic no cuenta con ningún anexo o añadido extra al que estamos acostumbrados con este tipo de cómics, pero sí que separa los diferentes capítulos de la vida de Sara con un diseño en forma de hoja rayada donde Sara realiza garabatos, listas y otros elementos típicos de una mente provista de un bolígrafo y mucho tiempo libre para pensar.
La edición de LetraBlanka no tiene defectos por ninguna parte. Con una tapa dura y satinada y papel interior grueso y mate, la obra se sostiene por sí misma. Sí que echamos un poco de menos una mejor selección de diseños para la portada, ya que esta se nos queda un poco pobre para la calidad del dibujo al que nos tiene acostumbrados Sara Jotabé.
Opinión de Diario de una vida de mierda
Honestamente, no sé qué esperaba encontrarme con un cómic titulado “Diario de una vida de mierda”. Quizás es que creía que vería algunas viñetas del humor inteligente de Crecer es un mito de Sarah C Andersen o incluso esa triste y cómica forma de revolvarse por el lodo de la propia humillación de forma tan cómica que tiene Busy Bitches. Pero Diario de una vida de mierda no cuenta ni con lo uno, ni con lo otro.
Sara Jotabé crea un personaje basado única y enteramente en el victimismo millenial al que estamos acostumbrados y que yo, personalmente, tanto detesto: la continua creencia de que si estudias tienes asegurado inmediatamente un puesto de trabajo y la vida prometida de ensueño con la que se anuncian las cervezas de verano. Al no obtener nada de esto después de su larga lista de títulos, desde el hogar paterno, se lamenta, se retuerce y se entrega a la autocompasión y al victimismo más terrible, aderezando sus historias cómicas con continuos sketchs escatológicos que realmente no aportan nada de humor.
Desde el comienzo de la obra, Sara nos presenta a una gran cantidad de personajes a los que no nos da tiempo a acostumbrarnos en sus escasas 96 páginas. Primero la amiga que trabaja vendiendo flyers, luego la amiga que la acompaña al gimnasio, está la que se casa y con la que comparte piso… Victoria, Carmen, Natalia… todas ellas se comportan como la típica amiga estereotipada de la que no se nos cuenta realmente nada. Solo están ahí para permitir que Sara siga quejándose de su vida e insista en rechazar los consejos de estas para mejorar.
Sara es un personaje tóxico. La típica amiga de la que te recomendaríamos que perdieras su teléfono y su contacto: solo llama a sus amigas cuando quiere algo de ellas, las usa como pañuelo para volcar sus problemas y, sobre todo, se cree mejor que las situaciones que protagoniza una y otra vez. Sus capítulos se ven inconexos y su actuación resulta simplemente frustrante. Un ejemplo de cómo Sara maneja su vida es precisamente su relación con la comida: continuamente se queja de su exceso de peso y a pesar de ello come hasta el punto de llegar a sorprender a su compañera de piso que ve cómo se acaba una cazuela entera de comida tailandesa sin moderación y si preguntar si debe. Sus niveles de egoísmo la llevan a rozar la mala educación e impiden que podamos ser empáticas con ella porque ningún personaje de la obra se muestra así hacia la propia Sara.
¿Es posible que Sara sea el mejor ejemplo de la generación más preparada de los últimos siglos que busca el placer inmediato a cambio del mínimo esfuerzo? Porque en ningún momento nos pareció que la intención de la autora fuese retratar a una antiheroína, sino zambullirse en el día a día de una joven supuestamente normal y que nos hace perder todo tipo de paciencia.
La obra se nos queda corta en todos los sentidos. Con apenas 96 páginas, entre las que hay que contar las portadas de capítulos y el extra de la autora presentando su trabajo al final de la obra, Diario de una vida de mierda nos deja con un sabor de boca apresurado y un poco cogido con pinzas. Una de las cosas que más denotan la falta de tiempo editando una obra es, por ejemplo, que la contracubierta y el resumen de la obra sean simplemente un extracto del interior de una o dos páginas. De esta forma, cuando pasas la hoja, en vez de llevarte una nueva sorpresa o dosis de información, te encuentras con algo que ya has visto, completamente idéntico a la interior y que te indujo a la compra. Cuando esto pasa en una obra de 200 o 300 páginas, tiene un cierto pase. Pero con una obra tan corta, llama la atención.
Entre presentación de una penuria tras otra nos presentan a una joven incapaz de mantener una dieta o un trabajo por, supuestamente, mala suerte cósmica. Sin embargo, a diferencia de otros cómics como Lucky Penny donde el hecho de tener mala pata o poca fortuna se trata desde una forma cómica y humorística, en Diario de una vida de mierda solo sirve para presenciar largas viñetas de lágrimas, búsqueda desesperada de la compasión de sus amigas y sobre todo, momentos escatológicos.
Diario de una volátil fue una de las primeras autoras en atreverse a mostrar a las mujeres realizando actos cotidianos y escatológicos como el hecho de orinar, soltar flatulencias delante de tu pareja o incluso mostrar el período de forma explícita y directa. Pero Sara, en un intento de hacer comedia con ese tipo de actos, no solo no los muestra de forma explícita sino que en varias ocasiones tuvimos que releer las viñetas para comprender que al parecer había tenido un ataque de diarrea en un probador.
El final de Diaro de una vida de mierda es otro ejemplo de uso de una mecánica muy repetida en la historia de la literatura y de los cómics, y es hacer que la propia protagonista se refiera a la misma obra que estás leyendo. Ese tipo de metahistoria está tan usado y manido que es complicado usarlo de forma correcta y en este caso, rechina.
Esto no quiere decir que Diario de una vida de mierda no cuente con buenas cualidades: el dibujo de Sara Jotabé tiene mucha personalidad y es simplemente genial. Nos han impresionado sobre todo las primeras páginas en las que narra su propio nacimiento, jugando con poses y perspectivas realmente audaces y complejas que dejan entrever la calidad de la autora como artista.
Pero lamentablemente, la obra en sí no se sustenta. Si quiero leer un cómic sobre el choque de ser adulto sin estar preparado, leería Crecer es un mito; si buscase momentos escatológicos y divertidos, saltaría a Diario de una volátil y si estuviese con ganas de reírme un poco de las desgracias ajenas, optaría por Lucky Penny. Lamentablemente, Diario de una vida de mierda no aporta nada nuevo al género y está claro que, con las prisas, no le han dado el cariño que se merecía.
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