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NOTA: 6.5

Ahí abajo, entre raíces y huesos, opinión de una novela gótica sobre Jack y Jill

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Ahí abajo, entre raíces y huesos, opinión de una novela gótica sobre Jack y Jill

Ahí abajo, entre raíces y huesos es la segunda parte de la maravillosa Saga de los niños descarriados de Seanan McGuire compuesta por cinco novelas cortas de género fantástico gótico. Antecedida por Cada corazón un umbral, novela maravillosa donde las haya de la que hemos hecho ya una reseña, esta segunda parte narra el pasado de las gemelas Jack y Jill desde que eran unas niñas hasta que llegaron a los Páramos y cruzaron la puerta de vuelta al mundo real. 

La obra, editada por Runas (sello de fantasía de Alianza Editorial), está publicada en una preciosa edición de tapa dura con una portada cargada de significado. En su interior hay, además, tres ilustraciones en blanco y negro que imitan el carboncillo y que recrean momentos puntuales de la obra. 

Argumento de Ahí abajo, entre raíces y huesos

Los señores Wolcott nunca han sido el tipo de personas que deberían tener hijos. Él adora el silencio y ella tiene una auténtica obsesión por aparentar ser la dama perfecta delante del resto. Pero, de alguna forma, se les mete en la cabeza que los hijos pueden ser una forma maravillosa para ascender en la escala social. Así que ella se queda embaraza, y contrariamente a los planes de esas dos personas frías y egoístas, nacen dos niñas preciosas e iguales que comparten rostro y destino: Jacqueline y Jillian. 

Serena Wolcott estaba obsesionada con tener una niña preciosa a la que vestir y exhibir como un trofeo de feminidad, así que escogió a Jacqueline para sus depravados propósitos. Por su parte, Chester Wolcott ansiaba un niño que jugase al fútbol y le hiciese quedar bien delante de sus compañeros de trabajo, así que hizo que Jillian se apuntase al equipo local y la entrenó para comportarse como un chico.

Ambas son iguales, pero sus padres las han obligado a vivir separadas por sus diferencias. Así que, cuando un día aburrido de lluvia, estas encuentran una puerta al otro mundo, no pueden hacer otra cosa que escapar al otro lado. Tras varios centenares de polvorientos escalones, Jack y Jill llegan a otro mundo habitado por vampiros, hombres lobo y dioses del abismo enfurecidos. Y allí tendrán que tomar su primera decisión: permanecer juntas y morir, o escoger cada una su propio camino.

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Una cuento sangriento y despiadado 

Ahí abajo, entre raíces y huesos, más que una novelette de fantasía, podría categorizarse como una nana o historia para niños reinventada. De esta forma, su misma estructura en forma de capítulos imita el estilo de un cuento que bebe de la tradición folklórica y las historias de no dormir para niños y que reinventa de alguna forma la popular canción infantil inglesa de Jack & Jill. 

La tonadilla, que data de principios del S.XVIII, cuenta con al menos 10226 variaciones a lo largo de toda Gran Bretaña, aunque esencialmente comienza así: 

Jack and Jill 

went up a hill 

to fetch a pail of water 

Jack fell down 

and broke his crown, 

and jill came tumbling after. 

La balada o canción para dormir pretendía representar a todos los niños (Jack) y niñas (Jill) que la escuchasen. En esos siglos, Jack era el nombre más común dentro de los niños y se creía que el nombre de Gillian / Gill o Jill era representativo de damas dulces e inocentes de corazón puro. Además, es muy posible que el origen de la tonada sea muy anterior al del S.XVIII. Sin ir más lejos, la dualidad de Jack y Jill aparece frecuentemente en las obras de Shakespeare como en Trabajos de amor perdido o El sueño de una noche de verano (S.XVI), donde reza:

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«Jack shall have Jill; Nought shall go ill». 

La historia de McGuire hace algo realmente fascinante con esta canción, modificándola a su antojo para que los versos vaticinen de lo que ocurrirá en cada uno de los capítulos y deformando la frontera de género entre hombre y mujer con la imagen Jack y Jill.

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El principio de la novela sigue las pautas estrictas de la estructura de “érase una vez” de los cuentos. En él nos mostrarán cómo la mala crianza, las ideas preconcebidas y sobre todo la mala costumbre de los padres de proyectar sus deseos en sus hijos acabarán convirtiendo a las gemelas en un compendio de rencor, envidias y venganza que las hará dignas de llegar a los Páramos.  

De esta forma, sus padres deciden inmediatamente que, al contrario de la canción, Jacqueline o Jack, pasará a representar la feminidad perfecta, mientras que Gillian será un “chicazo” toda su vida. Enclaustrándolas en moldes tan cerrados, no solo le provocan a Jack una aversión por la suciedad y un TOC realmente persistente, sino que harán de Gill alguien incapaz de conocer las fronteras de su propia valentía. 

Cómo NO criar a tus hijos: un manual sobre lo que significa no ser padre. 

Ahí abajo, entre raíces y huesos se explaya durante varios capítulos sobre la pésima infancia que tuvieron las gemelas y las razones que llevaron a las niñas a sufrir de una forma tan profunda a tan corta edad.  

Esta historia le permite a la autora introducir varios temas de controversia políticos muy presentes en la agenda actual. Uno de ellos es, por ejemplo, lo seria que es la decisión de tener niños y cómo esta no debe tomarse a la ligera. Serena y Chester, como ejemplo por antonomasia de pareja burguesa más preocupada por las apariencias que por ser realmente humanos y tramitar sus propias emociones, decidirán tener hijos solo para completar la imagen superficial de puertas para fuera de la familia perfecta. Sin embargo, su casa no solo es un lugar aséptica para la crianza de los hijos, sino que ambos conforman la típica pareja machista que considera que hay un lugar para la mujer y otra para el hombre (estando este último completamente incapacitado para ayudar con la crianza de los hijos). 

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Trató de dejarla bien: no como una inexperta madre primeriza sino como una progenitora cariñosa que simplemente había requerido un par de manos extra para satisfacer las necesidades de sus hijas (y la posibilidad de que él hubiese podido aportar ese par de manos extra nunca pareció plantearse). 

Estos padres, con sus ideas férreas y cargadas de arquetipos, serán también los causantes de la infelicidad y la búsqueda desesperada por amor incondicional que se aferrará en las entrañas de las niñas y que las empujará a tomar terribles decisiones en los páramos. Para Chester, Gillian, por el hecho de ser su “chicazo”, tiene que amoldarse en un patrón más masculino y jamás se plantea si su hija querría usar vestidos, llevar el pelo largo o ser admirada también por su belleza. Ambos padres proyectan sus deseos en sus hijas y les imponen sus ideas de lo “correcto” sin tener en cuenta sus sentimientos.

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«¡Está hecha una princesita!», comentaba admirativamente la gente al ver a Jacqueline; y, como eso era todo lo que ella siempre había deseado para una hija, Serena pon´´ia algún reparo y escondía su sonrisa detrás de la mano, regodeándose en los halagos. 

Al mismo tiempo, como ya ocurría con Cada corazón, un umbral, McGuire aprovecha el relato para señalar las diferencias de crianza de los niños y las niñas y los obstáculos que estas últimas tendrán que enfrentar solamente por culpa de su género.

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Las niñas, en particular, se exponen a ser consideradas como algo anormal e inquietante si se parecen demasiado. 

Al mismo tiempo la autora hace hincapié en cómo las gemelas corren el riesgo de ser encasilladas en “categorías” por la sociedad y cómo estas etiquetas pueden llegar a definirlas y limitarlas en contra de su voluntad. En ese sentido, ambas sufren enormemente por los papeles en los que se las ha encasillado, deseando una puerta a un lugar sin prejuicios donde puedan ser definitivamente libres.  

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Jillian se encerraba en sí misma, tratando de entender cómo, aunque su hermana y ella compartían rostro, habitación y vida, una era «la guapa» y la otra era simplemente Jilian. 

De vampiros, relaciones tóxicas y el poder de la pertenencia 

En el momento en el que llegan a los Páramos, Jack y Jill tienen que tomar la decisión de quedarse con un hombre realmente peligroso pero muy rico que las incapacite por completo a cambio de una vida de lujos, o trabajar para poder sobrevivir. 

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La relación con el vampiro es sin duda una metáfora oscura y siniestra sobre las relaciones tóxicas, donde ella está obligada a comportarse de cierta forma para poder ganarse el afecto de él. Además de las claras referencias al sadomasoquismo presentes en la obra, el vampiro, que hace que todo el mundo lo llame “Amo”, domina a todos los que viven a su alrededor bajo el principio maquiavélico de “más vale ser temido que amado” bajo una relación paternalista. Los aldeanos, que comprenden que su señor se comerá a sus hijas eventualmente, realizan todo tipo de rituales para mantenerlas a salvo (especialmente haciendo que estas se alejen del canon estético vampírico) pero se consuelan creyendo que “malo conocido” es mejor que “bueno por conocer”. 

Es muy interesante cómo la obra recupera en cierto momento la idea de que los nombres guardan cierto poder. Esta idea de que los nombres tienen poder sobre los individuos deriva de las reflexiones del propio Sócrates sobre la naturaleza de los palabras y tiene un significado realmente profundo en ciertas religiones como el judaísmo, donde el logos, o la palabra de dios, se considera suficientemente poderosa como para influir directamente en la creación / voluntad / destrucción de todos los elementos. 

No solamente encontramos esta idea del poder de los nombres en la religión, sino que es un elemento recurrente tanto en el folklore popular como en la obra de Homero, La Odisea, en la que Ulises se niega a dar su nombre a aquellos que teme que puedan ser sus enemigos en el futuro. Actualmente la literatura fantástica, como El nombre del viento de Patrick Rothfuss, utiliza a menudo este recurso para expresar la capacidad de dominar a una persona conociendo sus secretos.

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alDe la misma manera, cuando el Amo en Ahí abajo, entre raíces y huesos, se presenta, lo hace cuidándose mucho de dar su verdadero nombre y apelando a las dos chiquillas “expósitas”. 

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No sabemos cómo se llama usted -dijo, con voz un tanto aguda-. Así que es un desconocido, y con desconocidos no deberíamos ni siquiera hablar. [...]

"

No conoces mi nombres porque no te lo has ganado, pequeña expósita -dijo-. Aquí la mayoría me llama «Amo». Podéis llamarme así. 

Mi opinión sobre Ahí abajo, entre raíces y huesos 

Lo cierto es que Cada corazón, un umbral había dejado el listón realmente alto. Y cuando digo realmente alto me refiero a ese tipo de obras que te llegan al corazón y lo desgarran, haciéndote llorar sin parar en un lugar público sin que nada en absoluto sea capaz de consolar ese increíble vacío que sientes al acabar una obra. Y quizás, solo por eso, me pareció que Ahí abajo, entre raíces y huesos no era tan bueno como el primero. 

La obra se explaya largamente sobre la pésima capacidad de crianza de los padres de Jack & Jill y, en mi opinión, fracasa a la hora de dotar a estos de una personalidad propia. En lugar de indagar en su forma de comportarse, pequeñas manías, defectos o incluso matices que les muestre de vez en cuando empáticos (nadie es tan frío, de forma que resulta difícil de creer su papel en la vida de Jack & Jill), la obra los retrata como estatuas de hielo y metal que toman decisiones narradas siempre por encima.  

El comienzo del libro para mí fue increíblemente confuso teniendo como tenía arraigados los papeles de Jill como la señorita y Jack la resolutiva del anterior libro. El narrador omnisciente es el encargado de trasladarnos la realidad del día a día de las niñas y su personalidad, pero no somos testigos en ningún momento de su frustración por la vida que llevan debido a la ausencia de momentos de pausa, diálogos y remansos de paz para conocer a Jack y Jill. 

De manera que al final McGuire nos acaba creando los mismos prejuicios que critica ella misma en el libro. Al no poder formarnos nuestra propia opinión de los personajes a través de la narración y aprenderlo todo sobre ellas por lo que nos cuenta el narrador, es inevitable que acabemos forjándonos ideas equivocadas de ellas que luego choquen de frente con algunas de sus acciones. 

El Páramo me pareció maravilloso, así como la figura del profesor loco y del vampiro. Las espectrales descripciones de McGuire, aunque sean sobre personajes y figuras tan manidas en la literatura de fantasía, son capaces de hacerte sentir fascinada por un hombre vampírico para el cual eres solamente una fresa a punto de hincarle el diente; o un loco que vive en el interior de un molino. 

Pero el tiempo que pasamos dentro del castillo, comprendiendo las costumbres del Amo y su servidumbre, es demasiado escaso. Tampoco tendremos suficientes páginas para introducirnos en el poco ético trabajo del doctor loco y su manía por viviseccionar criaturas vivas. De esta manera, de nuevo, conocemos solo lo que nos cuenta por encima un narrador sin demasiado entusiasmo por darnos los detalles. 

El libro, aunque maravilloso, se me hizo corto y se me antojó más como un cuento narrado rápidamente por una madre deseosa de marcharse ya a dormir que una historia que pudiera saborear. La autora lo acorta tanto que no te deja saborear de los elementos los paisajes, la facilidad con la que introduce las relaciones lésbicas, los elementos atmosféricos como la luna de sangre y otra serie de assets repartidos en el worldbuilding realmente jugosos. 

Al mismo tiempo, el final me pareció apresurado, por momentos injustificado y para el que, sin lugar a dudas, no nos habían preparado lo suficiente. Así que mi sensación general, por duras que puedan parecer mis palabras, es que he leído el borrador de una obra maravillosa. Una obra maravillosa que, de una forma u otra, se me ha hecho demasiado corta.  

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