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Novelas góticas y victorianas imprescindibles para amantes del misterio

Hay algo hipnótico en el crujido del polvoriento suelo de una casa abandonada o en la bruma que cubre los páramos. Las novelas góticas no son simplemente historias de terror o suspense: son delicadas disecciones del alma humana, envueltas en luto, secretos de familia y casas tan vivas como sus protagonistas. Si eres de las que disfruta con el escalofrío elegante del misterio clásico, este artículo es para ti.

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Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë

Cuando Lockwood llega al inhóspito paisaje de los páramos para instalarse en la Granja de los Tordos, no imagina que su casero, el taciturno señor Heathcliff, y la casa de Cumbres Borrascosas guardan un pasado tan oscuro como el viento que azota sus muros. Allí conviven Catherine, una joven de belleza etérea y mirada glacial, y Hareton Earnshaw, un muchacho tosco, hosco y sin pulir, todos unidos por una hostilidad difícil de descifrar. Intrigado por la tensión que respira cada rincón de la finca, Lockwood escucha a su ama de llaves, Nelly Dean, narrarle la trágica historia de dos familias vecinas —los Earnshaw y los Linton—: de un niño huérfano llamado Heathcliff que fue acogido en la casa; de una amistad salvaje con Catherine que se transformó en amor imposible; de humillaciones, venganzas y un legado de rencores que se extiende hasta la siguiente generación. Es, en esencia, una saga de pasiones tan devastadoras como el viento del páramo.

Cumbres Borrascosas no es un romance gótico al uso sino una disección feroz de la obsesión, la venganza y la herencia emocional. Emily Brontë construye un escenario donde la naturaleza refleja el estado salvaje de sus personajes, y donde los fantasmas son en realidad el eco de pasiones que nunca se apagan. En su oscuridad y su furia, la novela va mucho más allá del cliché romántico y se convierte en una exploración casi primitiva de la condición humana. Por eso sigue siendo, más que una historia de amor, una historia de tormenta, resentimiento y fantasmas que nunca descansan del todo.

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La casa de los siete tejados, de Nathaniel Hawthorne

A finales del siglo XVII, el coronel Pyncheon manda ejecutar a Mathew Maule por brujería para apropiarse de su terreno. Sobre sus ruinas, levanta una imponente mansión coronada por siete tejados. El día de su inauguración, el coronel muere misteriosamente con una mancha de sangre en la garganta, y una maldición ancestral parece caer sobre la familia Pyncheon. Siglos después, la casa sigue en pie, pero los herederos que la habitan arrastran vidas marcadas por la decadencia, la enfermedad y la culpa. Una joven heredera, una prima inesperada y un misterioso forastero intentarán desenredar el nudo de secretos, pecados y rencores que parecen haber sido absorbidos por las paredes de la casa.

La casa de los siete tejados no es solo una novela gótica, es un tratado literario sobre cómo el pasado nunca muere. Hawthorne —maestro absoluto de la culpa como herencia— construye una casa que es también un símbolo: del peso de la sangre, de la arrogancia puritana, de la obsesión por el poder y de la redención posible (pero nunca gratuita). La mansión con sus tejados retorcidos y su jardín sombrío se convierte aquí en un personaje más, tan vivo como los que la habitan. Si te fascina la idea de que una casa pueda estar maldita no por fantasmas, sino por las decisiones morales de quienes la construyeron, esta novela te va a acompañar (y perturbar) mucho tiempo después de haberla cerrado.

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La maldición de Hill House, de Shirley Jackson

El doctor Montague, experto en fenómenos paranormales, decide investigar Hill House, una mansión que arrastra una historia de muertes, soledad y presencias inexplicables. Para ello convoca a varios participantes que pasarán allí una temporada: Theo, una joven carismática e intuitiva; Luke, el heredero legal de la casa; y Eleanor, una mujer frágil, marcada por una vida entera dedicada al cuidado de su madre enferma. Pero Hill House no es simplemente una casa encantada: es un organismo vivo que observa, respira… y elige a su siguiente víctima. Y al que elige, no siempre escapa.

Pocas novelas te devoran con la sutileza con la que lo hace La maldición de Hill House. Shirley Jackson no se apoya en sustos ni apariciones espectrales obvias: el verdadero horror nace del deterioro emocional de los personajes, especialmente de Eleanor, y del ambiente opresivo de una casa que parece saber exactamente por dónde se filtra tu vulnerabilidad. Hill House no es malvada en el sentido tradicional: es desquiciadamente indiferente, inexplicablemente lúcida y trágicamente hospitalaria. Una obra maestra del gótico moderno que te encantará

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La casa del páramo, de Elizabeth Gaskell

En una pequeña aldea rural vive Margaret, una joven dulce e inteligente, que se ha criado bajo la protección de su madre adoptiva, Susan. Su vida sencilla da un giro cuando aparece en escena el señor Henry Dunster, un hombre rico y distante con un pasado envuelto en secretos, cuyas conexiones con la familia de Margaret son mucho más profundas y oscuras de lo que nadie sospecha. Pronto, la joven se verá envuelta en un torbellino emocional donde la verdad no siempre libera.

Aunque menos conocida que sus contemporáneas, La casa del páramo encierra todos los elementos del gótico victoriano en versión suave y delicadamente venenosa: secretos familiares, mujeres fuertes, una atmósfera melancólica y una crítica social que no perdona. Elizabeth Gaskell no necesita fantasmas: su dominio del ambiente y de los matices emocionales convierte cada página en una amenaza contenida. Es un gótico sin castillos, pero con mucho silencio. Y ya sabes lo que dicen del silencio: a veces, dice más que los gritos.

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La señora de Mellyn, de Victoria Holt

Martha Leigh, una institutriz joven, independiente y de espíritu observador, acepta un puesto en una aislada mansión de Cornualles: Mount Mellyn. Allí debe cuidar de Alvean, la hija del viudo Connan TreMellyn, un hombre tan atractivo como enigmático. Pronto, Martha empieza a sospechar que la primera esposa de Connan no murió de forma tan accidental como se cuenta. Ruidos inexplicables, miradas esquivas y advertencias veladas van construyendo un entorno donde la intuición femenina se convierte en su mejor aliada… y su peor condena.

La señora de Mellyn es la joya por excelencia del gótico romántico moderno. Victoria Holt mezcla la elegancia victoriana con la tensión psicológica y la ambientación brumosa que tanto amamos en este tipo de novelas. Si Rebecca de du Maurier fue la gran matriarca del gótico emocional, La señora de Mellyn es su hija rebelde, menos refinada pero igual de adictiva. Perfecta para quienes buscan casas con secretos, pasados que no descansan y mujeres que prefieren confiar en su inteligencia antes que en las apariencias. Es literatura de evasión, sí —pero de la mejor especie.

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Jane Eyre, de Charlotte Brontë 

Huérfana, sin recursos y con una voluntad que arde bajo la superficie, Jane Eyre sobrevive a una infancia cruel hasta conseguir trabajo como institutriz en Thornfield Hall. Allí conoce al señor Rochester, un hombre taciturno, brillante y con más cicatrices internas que modales. Entre ambos surge un vínculo profundo, peligroso, casi mágico. Pero la casa guarda un secreto: una presencia extraña habita el último piso, y cuando la verdad salga a la luz, nada —ni nadie— quedará igual.

Jane Eyre es el gótico domesticado, feminista y absolutamente personal. Charlotte Brontë no solo escribió una historia de amor; escribió una historia sobre la dignidad. Con una atmósfera sombría, castillos metafóricos y físicos, y una protagonista que se niega a traicionarse a sí misma, la novela combina el romanticismo gótico con una mirada moderna y desafiante sobre la identidad femenina. Thornfield arde, pero de sus cenizas emerge una mujer que no necesita ser salvada. Solo escuchada.

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Gótico, de Silvia Moreno-García

Noemí Taboada, una joven rica y cosmopolita de la Ciudad de México, recibe una carta inquietante de su prima recién casada, pidiéndole ayuda desde un caserón apartado en las montañas. La casa, llamada High Place, es oscura, húmeda, con reglas absurdas y una familia británica que parece más interesada en la sangre que en el afecto. A medida que Noemí investiga, comienza a sufrir alucinaciones, y descubre que el mal de la casa no es sólo psicológico ni simbólico: es tangible, orgánico y voraz.

Silvia Moreno-García toma el molde del gótico tradicional (la chica joven en una casa decrépita con secretos) y lo subvierte desde dentro, envolviéndolo en hongos, colonialismo, y crítica social. Gótico no es una imitación, es una reinvención brillante que pone a una heroína carismática y sarcástica en el centro de una pesadilla biológica. Es como leer a Shirley Jackson bajo los efectos de esporas alucinógenas. Visual, política y escalofriante.

Estas novelas no son solo historias de fantasmas, casas embrujadas o institutrices que meten las narices donde el resto esperaban que no lo hicieran: son relatos sobre la memoria, la obsesión, la culpa heredada y el anhelo de redención. Libros que nos sumergen en una atmósfera que a veces buscamos desesperadamente. 

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