Y es que la primera mitad de Yo fui guía en el infierno es perturbadora, rara y ligeramente escalofriante. Mostrándote a Angelet en su casa, Gerard Miquel sienta las bases de una realidad con la que podemos empatizar que poco a poco se va rompiendo en pedazos. Después, empieza a mostrarte personajes realmente espeluznantes: la podrida Penélope, cuya visión y acercamiento provocan que el joven eche hasta la primera papilla, y el cazador que devora al lobo y que baila, en mitad de la oscuridad, frente a nuestras propias narices.
En general, Yo fui guía en el infierno es una obra que funciona a nivel artístico muy bien y que, a pesar de estos pequeños problemas al final, se disfruta enormemente, hayas leído o no la novela de Fernando Arias.