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Vendetta Sangrienta

Editorial: Autopublicación
6
Nueva York, años 80. Cuando el detective privado Daniel Roerich llega a su oficina, encuentra allí al matón más despiadado de la familia mafiosa Gambino, que le trae un encargo de su jefe. Un trabajo que no podrá rechazar. Roerich se verá inmerso en el peligroso mundo de la mafia italoamericana, además de tomar parte en asuntos que van más allá del orden natural de las cosas, y que le harán descubrir que los mafiosos no son los peores monstruos que habitan la ciudad de Nueva York.

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Vendetta Sangrienta, análisis de la obra pulp de Jose Antonio Herrera
Vendetta Sangrienta, análisis de la obra pulp de Jose Antonio Herrera
Las calles de Nueva York no eran seguras a esas horas. La droga y las pandillas callejeras habían hecho verdaderos estragos en la ciudad, pero Roerich se sentía seguro con la pistola que siempre llevaba escondida. El lema de la policía de Nueva York era «la noche es nuetra», nada más lejos de la realidad, pensó Roerich. La noche era de los delincuentes, y más aún en aquella ciudad.

No se lo estoy pidiendo, detective Roerich - sentenció Don Getti-: se lo estoy ordenando. Si hace el trabajo bien, le haré rico. Por otra parte, si no lo hace, le mataré. Plata o plomo, usted elige.

Justo en el momento en que parecía que iban a saltar sobre Daniel, Jimmy despertó y lanzó una puñalada al corazón de uno de ellos, que bloqueó desesperadamente intentando sobrevivir. Un instante después, se desplomó sin vida. El último de los adictos echó a correr, sabiéndose perdido. Jimmy iba a perseguirlo, pero Roerich le detuvo.

- Tengo que cargarme a ese maldito yonqui - le dijo, alterado, al detective.

- No, Jimmy, tienes que contarme todo lo que sepas sobre esos rumanos, porque ahora me debes la vida.

- Está bien - aceptó el camello, de mala gana {...]

Roerich estaba furioso. Maldito mafioso de los cojones, pensó. Algún día tendría que ajustarle las cuentas a ese gordo.

Balas de madera para subfusiles AK-47. Están especialmente diseñadas para adaptarse a estas armas, recubiertas de una fina capa ignífuga que sólo se deshace al contacto con el tejido vivo, y que asegurará que puedan ser usadas en armas convencionales sin ninguna pega. Me temo que sólo tengo la munición, de modo que las armas tendrán que ponerlas ustedes. ¿Cree que será un problema señor Getti?

Para nada, tengo un almacén repleto de Kalashnikovs.

José Antonio Herrera Márquez

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