Y por último, el Alguacil es el protagonista, el guerrero, el estoico luchador sacado de un templo que parece una reminiscencia de los dojos japoneses o los lugares de entrenamiento y culto de los monjes budistas.
Transcrepuscular no es para todos. Eso es cierto. No es para los impacientes, los que no buscan perderse en otro mundo, los que no encuentran la palabra “espora” deliciosa ni para los que ahora miran con pavor a los caracoles. Transcrepuscular es una de las mejores novelas de fantasía que he leído en toda mi vida y a partir de ahora, seré putamente su profeta para siempre.