Un detalle que nos encanta es el hecho de que la narrativa dentro del tebeo está muy cuidada y de una manera con dejes muy audiovisuales el lector puede llegar a ver que “Plaza de la Bacalá” es en realidad una “Sitcom” de barrio (Quién no se ha reído con las intervenciones del chiquillo que día tras día ve “moverse” de una manera un tanto extraña el Kiosko). Una mezcla entre “Cuéntame” y “Aída” donde por supuesto los personajes no llegan a tener un peso tan relevante entre ellos ya que la historia no es una historia en común, si no que los relatos se superponen unos a otros dándole a la “Plaza de la Bacalá” un contexto dentro del tiempo narrativo.
Tiempo atrás quedaron esas tardes llenas de “Mazinger Z”, de Aceite de Kolza y de infancias forjadas entre raspones en las rodillas y juegos en las plazas de las ciudades, pero gracias a este cómic, podemos evocar todos esos recuerdos aunque solo sea por un instante ya que “Plaza de la Bacalá” es un viaje en forma de tebeo que sin duda alguna acaba haciéndose corto. Cada uno de los relatos que se cuentan son tan reales que acaban pareciendo fantásticos. Son como pequeños tarros de cristal en los que puedes ver a través de ellos la vida misma, todas esas vivencias que van formando la historia hacen que “Plaza de la Bacalá” se convierta en una oda al realismo donde, estamos seguros, más de uno se verá reflejado en sus historias. Quizá no en todas, o solamente en una, ya que al fin y al cabo la historia de este cómic es la vida misma.