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En la región japonesa de Kobe, Osaka, una línea ferroviaria une Takarazuka con Nishinomiya. Las vidas de miles de pasajeros se entrechocan a diario en sus vagones y, a cada parada, nuevos pasajeros se instalan y se relacionan: dos desconocidos que siempre quieren tomar prestado de la biblioteca el mismo libro; una prometida despechada sedienta de venganza; estudiantes tímidos; niñas crueles; mujeres rudas; una abuela excéntrica y su indiscreta nieta; una joven dispuesta al fin a romper con un novio que no la merece.
Con el paso de las estaciones, el tren de Hankyu recorre el trayecto en el sentido inverso, y el lector descubre a los personajes bajo una nueva luz y puede seguir discretamente sus destinos como si fueran los de viejos conocidos.
Más que una oda al viaje, esta novela es una invitación a detenerse y reflexionar sobre uno mismo, un elogio de lo imprevisible y de esos encuentros fortuitos que pueden producir una sacudida en nuestras vidas.
Para quienes deseen prolongar el trayecto más allá del texto, simplemente tened en consideración que existe una adaptación cinematográfica de 2011 (dirigida por Yoshishige Miyake) que ofrece una versión fiel al tono y al espíritu de la novela y que no ha sido modificado para generar un impacto cargado de acción que sea innecesario.
Quizás es porque, como el libro, tampoco la película quiere darnos respuestas, sino apenas recordarnos que todos estamos de paso, y que a veces basta una frase en el vagón equivocado para tomar la dirección correcta.