Los habitantes de un territorio aislado subsisten en unas condiciones climáticas hostiles, sumidos en la desconfianza y la desesperanza. La tensa convivencia de la comunidad se ve definitivamente alterada el día que aparece una niña proveniente de un lugar sospechoso, por ajeno y lejano. «Dientes de Leche» fluye de forma conmovedora entre la distopía y la realidad, entre la pura humanidad y la perturbación. Esta es una historia de supervivencia que plantea un escenario quizás no tan improbable, un mundo al límite en el que la catástrofe climática lo condiciona absolutamente todo.
La autora consigue plasmar y dibujar el retrato de Edith a traves de pasajes secundarios de una forma brillantemente sombría y su estilo narrativo, tan del gusto contemporáneo, hace que esta historia que de otra manera habría sido agobiante, fluya con la rapidez del jugo de un albaricoque demasiado maduro.
Y aun así, lo más duro de leer esta novela no es el hambre, la soledad o la violencia: es darse cuenta de lo fácil que es quedarse a vivir en una vida que no has elegido simplemente porque nadie vino a buscarte.