Helene Bukowski (Berlín, 1989) es una escritora alemana cuya obra se caracteriza por una profunda sensibilidad hacia el paisaje, la memoria y el aislamiento. Su narrativa nace del interés por los espacios abandonados y solitarios, y por cómo el entorno moldea a quienes lo habitan, una reflexión inspirada por Joan Didion en el documental The Center Will Not Hold (2017).
Bukowski cursó estudios en Hildesheim, una de las escuelas literarias más prestigiosas de Alemania, y ha desarrollado su carrera a caballo entre Berlín y zonas rurales del país. Parte de su proceso creativo se nutre de largas estancias en una cabaña en medio del bosque o en enclaves deshabitados como una antigua mina de lignito en Baja Sajonia, donde escribió buena parte de su primera novela.
Debutó en 2019 con Dientes de leche (Milchzähne), publicada por Blumenbar, una historia inquietante y atmosférica que ahonda en temas como la maternidad, el aislamiento, la naturaleza y los límites del lenguaje. La novela fue nominada a premios como el Mara Cassens, el Rauriser Literaturpreis o el Kranichsteiner Literaturförderpreis, y ha sido traducida al francés, inglés y español. Su adaptación cinematográfica, dirigida por Sophia Bösch, ha sido seleccionada en festivales como Róterdam, Gotemburgo, Max Ophüls Preis o el Festival de Cine de Glasgow.
En 2022 publicó su segunda novela, Die Kriegerin, también con Blumenbar, con la que consolida una voz literaria original, introspectiva y profundamente comprometida con las relaciones humanas y el entorno que las condiciona.
Actualmente reside en Berlín, aunque pasa largas temporadas escribiendo en una casa compartida en las afueras de la ciudad, rodeada de bosque y silencio.
Miraba por la ventana abierta. Otra vez había gente recorriendo los prados. Se movían bajo el calor casi a cámara lenta. Llevaban perros, pero no se oían ladridos. Un silencio extrañamente pesado cubría la escena. Fueron desapareciendo en el bosque, la última persona fue la única que permaneció allí y se volvió hacia donde yo estaba.
Las losas grises del pasillo estaban pegajosas. La cocina siempre estaba a oscuras, en parte por los armarios de roble y el aparador, que era negro, casi como si tuviera la superficie carbonizada. Solo la despensa era aún más oscura. Ahí es donde encontraba a veces a Edith, palpándose el cabello con los ojos cerrados, o cerrando los puños y gritándome en cuanto se daba cuenta de que había abierto la puerta.
QUEDARSE EN UN ARMARIO PARA SIEMPRE. UN ESPACIO VITAL DE DOS METROS CUADRADOS EN EL QUE NO ENTRA LA LUZ DEL DÍA, ¿QUIÉN TE ECHARÍA EN FALTA?
TU MADRE VINO DEL AGUA, ¿DUERMES TÚ TAMBIÉN EN UN CHARCO?, ME PREGUNTABAN LOS DEMÁS NIÑOS RIÉNDOSE.
HACE AÑOS QUE LAS GAVIOTAS SE PRECIPITAN DEL CIELO, PÉRDIDA DE SOSTÉN EN EL HORIZONTE, PLUMAJE CAÍDO.