Las dos obras traducidas en este libro han sido vistas con frecuencia como documentos de la Roma de su tiempo: a través de ellas podemos asomarnos directamente a la Roma de Augusto, a sus costumbres amorosas, a la vida privada, a la cultura, etc., pero no hay que olvidar que el texto ovidiano se construye también sobre la literatura y en este sentido es un texto que habla de metaliteratura. Por otro lado, a pesar de la relativa abundancia de pasajes de contenido sexual, prácticamente nunca, ni la intención ni el resultado, pueden ser calificados de obscenos.
Su egocentrismo, patente en la obra, queda más que claro cuando afirma que el resultado de tal exceso poema y de esas relaciones sentimentales tan maravillosas que narra, son el fruto de su esfuerzo y del de nadie más, ninguneando a cualquier otro involucrado en la relación.
Sin duda tiene pasajes memorables y sin duda es una obra indispensable que contribuye a enriquecer la cultura de quien la lee y es increíble lo accesible que es la misma y lo poco rebuscada o pesada que se te hace la lectura con una edición debidamente anotada, pero esto no quiere decir ni mucho menos que Ovidio se haya colado para siempre en mi corazón. Quizás lo que el autor no previó en su insistencia por alcanzar la inmortalidad con su poema, es que otros pudieran verlo con el mismo talante que el emperador Augusto.