Sigilo es la nueva novela de Ismael Martínez Biurrun: una historia familiar con tintes fantasmagóricos y oscuros que nos muestra cómo nuestro pasado vuelve siempre para atraparnos.
Argumento de Sigilo
Magaly es una joven dominicana que trabaja como cuidadora para una anciana llamada Claudia que acaba de romperse la cadera. La familia de Claudia parece completamente normal, pero a su alrededor aletean las tensiones de un terrible trauma del pasado que el marido fallecido dejó sin solucionar.
Ahora, el difunto Rafael, marido de la mujer, se aparecerá por las noches para transmitir un tétrico y terrible mensaje: «mi hijo, mi hijo». Magaly, capaz de verlo en sus sueños, tendrá que tomar la decisión de si quiere ayudar o no a esa familia, exponiéndose a ser tratada de nuevo como una loca.
Mientras tanto, los hijos de Claudia van enredándose cada vez más en una terrible trama que amenaza sus vidas. Fede como guardián de un rascacielos a punto de derribarse, recibe una jugosa pero éticamente reprobable oferta de un mensajero de una secta; y por otro lado Andrés, un joven sordo, ha decidido tomarse la justicia por su mano y hacer pagar al que le causó el empleo.
Todos los sucesos están relacionados de alguna forma y dramáticamente conectados por la sombra de un hombre muerto, el recuerdo de algo pasado y la sensación de que están siendo vigilados por un sigilo…
Antes de nada… ¿por qué titularla Sigilo?
Un Sigil o Sigilo es un símbolo mágico que se utiliza en el entorno mágico y que funciona como firma gráfica de una entidad espiritual. Suele estar ligado a rituales como la magia del caos o el vudú.
Los sigilos de por sí no tienen por qué ser peligrosos ya que se tratan de la manifestación de una idea, una petición o un deseo en forma de simbolo. La naturaleza de nuestro deseo es lo que le conferirá al sigilo la categoría de negra y peligroso (algo que definitivamente ocurre en esta novela) o blanca e inofensiva. Los métodos para escribir un sigilo son variados: desde eliminar las vocales de tu deseo hasta transcribirlo a runas.
Sobre el estilo de escritura empleado en Sigilo y la acción que se desempeña
Sigilo es una novela publicada por Runas con todo lo que eso implica. Desde que tocas esa portada oscura y observas las letras en una sans serif futurista blanca, sabes exactamente el tipo de obra que te espera en su interior: una oscura y podrida donde los muertos tengan un peso sustancial en el destino de sus personajes y donde el terror vaya abriéndose paso por debajo de tu carne hasta ponerte los pelos de punta.
El estilo de escritura de Ismael es sencillo y directo: no se detiene en soliloquios sobre temas tan complejos que trata como el poliamor, el determinismo o la creencia en el más allá desde diferentes vertientes religiosas. No crea nombres complicados con los que sea más difícil empatizar ni se harta a darte flashbacks del pasado que expliquen un comportamiento del presente. No. Su estilo fluye a través de las páginas hasta detenerse en alguna imagen terrorífica o en la descripción de un escenario especialmente esclarecedor para el momento de terror vivido. Y ahí es donde realmente brilla la genialidad del autor.
Determinismo, claustrofobia y poliamor
La novela gira alrededor de un tema en particular: el determinismo. Desde las primeras líneas de la novela, directamente en el primer capítulo de Magaly, este queda expuesto y descubierto al lector para que entienda que todo lo que tenía que pasar en la trama del libro, acabará pasando.
Y era como sigue: el chino y ella habían recorrido durante décadas el planeta para encontrarse justo aquí, en esta ciudad a medio camino, y llevar a cabo este preciso acto de intercambio.
Los personajes de la obra arrastran desde hace tiempo asuntos sin resolver con el pasado de su padre ya fallecido, Rafael, el cual tuvo que volverse oficinista porque una de las casas que había construido su empresa se desplomó matando a diecisiete personas. Extrañamente, la obra no habla sobre cómo le pesaron esas muertes de inocentes sobre los hombros del padre de familia, del cual conocemos más bien poca cosa. Este suceso tampoco pareció afectar demasiado a los propios hijos o a la mujer, que simplemente se alegró del hecho de que su marido no fuera a la cárcel.
Las preguntas y conversaciones pendientes entre vivos formaban parte del destino de los personajes, y precisamente por eso será una vez muertos cuando salgan a la luz todos los sucesos que rompieron por completo a la familia. Por si el lector es un poco menos avispado o lento, el autor introduce la figura de Loreto: la jovencísima novia de Federico que le habla del destino una mañana en la playa solo para descubrir que su novio tiene el pasado enquistado dentro de tal forma que lo está corroyendo.
Loreto será un personaje profeta, por decirlo de alguna manera. No la llamamos profeta porque averigüe el futuro sino porque esta joven dibujante y aprendiz de tatuadora que se acuesta con dos hombres al mismo tiempo es la que explica el núcleo de la obra y todos los temas subyacentes a través de frases cortas y simples. Ella misma será también la encargada de hablarle a Fede del amor generoso, libre y desinteresado mientras que este se centra solamente en su ombligo, el dinero y huir para no procesar sus sentimientos.
Los sentimientos de una familia completamente disfuncional y en continua tensión que por no ser, ni siquiera son capaces de mantener una conversación abierta. Fede no habla con su madre desde que murió su padre y Rafael, por mucho que vaya a visitarla cada sábado, la culpa en secreto de lo que ocurrió en su pasado. El nivel de tensión de una familia que se mantiene junta únicamente por la biología y donde los secretos los han podrido a todos llega hasta tal punto que Claudia prohibe a sus hijos a hacerse la señal de “te quiero” en lengua de signos o que Rafael teme darle un beso cariñoso a su madre cuando duerme por las explicaciones que tendría que dar ante tal inusual gesto.
Las tensiones familiares generadas, por mucho que se intenta, no acaban de generar incomodidad ni estrés en el lector, sino que acaban percibiéndose como la típica situación que podría solucionarse si se sentaran a hablar un par de horas. Al mismo tiempo, la casa donde se sitúa toda la acción de Claudia y Magaly, pretende mostrarse como un lugar claustrofóbico y estrecho pero aparte de una primera descripción en la página 14, no hay futuras referencias a la incomodidad de Magaly de moverse por ese espacio o a la estrechez de los sitios, así que la sensación desaparece por completo.
Estaba hecho de puertas estrechas, corredores largos y recovecos donde se agazapaban habitaciones minúsculas, como si lo hubieran diseñado para grandes familias de seres bajitos y laboriosos.
Errores en el dinero y cosas extrañas
No podía dejar sin comentar antes de dar mi opinión los errores que he encontrado o me ha parecido encontrar en la novela. Tengo que pedir perdón por adelantado si a alguien le parece que estoy descuartizando la obra: intento comentar todo lo que me llama la atención en estas reseñas (si no, no rondarían todas las 1800 palabras, creedme).
Para empezar, hay un error con las recompensas y el dinero. Sabemos que Andrés anda detrás de 500.000 euros a través de la extorsión y que a Fede le ofrecen 100.000 por mirar a otro lado mientras una secta hace lo que tenga que hacer en el rascacielo en construcción. Fede decide pedir el doble: 200.000 euros y su contacto le dice que sí. Hasta ahí todo bien. Excepto que en cierto momento de la novela, tirando al final, Fede mantiene una conversación con otro personaje en el que afirma que su recompensa por dejarles pasar era de 500.000€ (p. 115).
Por otro lado tenemos la sordera - mudez de Andrés, y eso es algo que ha estado carcomiéndome desde el principio de la obra. En cuanto descubrí que Andrés es sordo mi primera pregunta fue «”Vale, pero ¿es sordomudo?». Sabéis que no desde los primeros capítulos cuando se esfuerza en hablar con el hombre al que chantajea o incluso grita.
Conforme vamos avanzando en la obra descubrimos que en realidad Andrés es sordo desde los 14 meses debido a una meningitis. Eso quiere decir que no tendría por qué saber articular sonidos si no fuera a un logopeda de pequeño. Pero luego descubrimos que durante cierta época usó un implante coclear y era capaz de hablar. Y a pesar de todo ello, su hermano se refiere a él como “el mudito” e incluso en cierto momento le grita a su novia:
Vale, es un cliché. ¿Es maravilloso que mi hermano se quedara sordomudo cuando tenía un año? (p.86)
Pero lo cierto es que, o Fede se victimiza, o no conoce demasiado a su hermano o aquí hay un error por el simple hecho de que Andrés no es mudo: es sordo. Él opta por no articular las palabras.
Mi opinión sobre Sigilo, de Ismael Martínez Biurrun
Se ha denominado en varias ocasiones a Ismael Martínez Biurrun como una de las figuras más importantes en la literatura de terror en España. Y como no estoy puesta demasiado en el terror pero sé cómo hacer que este me cause un mayor efecto, decidí aislarme en mi pequeña biblioteca. Era completamente de noche, una polilla golpeaba insistentemente el cristal de mi ventana y yo, por primera vez, asistí a la primera aparición del fantasma de Rafael.
Y he de decir que me puso los pelos verdaderamente de punta y sobrecogió mi corazón. Hay algo en la forma de describir a los muertos en Sigilo o, más específicamente, en este capítulo, que es realmente aterrador. Lejos de los típicos clichés de la cara pálida y el rostro amoratado, Ismael te hablará de los esfuerzos del espectro por abrir los párpados pegados debido a las lentillas rugosas que le pusieron en el tanatorio, o incluso cómo tiene cosidos los labios con plástico transparente.
Como ya he dicho, sus descripciones espectrales son tan aterradoras como sensuales, dependiendo del momento que este quiera transmitirte. Es en estos momentos donde me encontré al autor que estaba buscando, el prologuista de Una edad difícil de Starobinets, el genial transeúnte de cementerios que acaricia el olor que dejan atrás los espectros y nos conecta a un nivel interno y desgarrador con ellos. Es ese el autor que iba buscando y que, sinceramente, no encontré en el resto de la obra.
Y es que Sigilo es una novela complicada, por decirlo de alguna forma. Yo llamo a las novelas así una Pinborough en honor a Sarah Pinborough (autora famosa por el increíble desenlace que da a todas sus obras). El principio de Sigilo no es interesante a pesar del caótico flash foward que presenta en el primer episodio. Después llega la primera aparición de Rafael y se te ponen los pelos de punta y eso te da impulso para continuar leyendo durante un puñado de páginas que parecen una transición necesaria, dolorosa e inevitable hasta el final. Mi impresión conforme lo leía era que se trataba de una novela ligera, con poca sustancia, donde personajes como Loreto, Horacio, Doc, etc. solo empañaban el hecho de que en 50 000 palabras las personalidades de Claudia, Fede y Andrés no estaban del todo bien perfiladas.
Durante la lectura de estas escasas 200 páginas, me sentí ligeramente defraudada, como si me hubieran invitado a ver una película que ya había visto antes. Todo esto cambió radicalmente al final, cuando Ismael hace encajar las piezas del puzzle presentado y crea un clímax colosal a la altura del comienzo de la obra.
No he pasado un terror radicalmente paralizante pero varias de las imágenes que he visto en la novela me han gustado e impactado aunque eso no quita que la caminata por la playa con Loreto, el patinaje sobre hielo con Magaly y otras escenas me resultaran del todo insustanciales. Es por eso que he dicho que es una novela complicada de reseñar ¿no lo veis?Aún así, creo que por su duración y lo que ofrece no está de más dedicarle recomendarla si sois amantes del género.
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