Fede ha sido contratado para vigilar las obras de un rascacielos condenado a demolición por fallo estructural, cuando alguien se presenta con una oferta insólita: recibirá una gran suma de dinero si deja que ciertas personas suban a la azotea la próxima medianoche. La suerte quizá esté a punto de cambiar para una familia ensombrecida por la tragedia; en una remota autopista, su hermano Andrés agota el último cartucho de desesperación tratando de extorsionar a un empresario, mientras la madre de ambos busca ayuda para liberarse de los fantasmas que la atormentan. El pasado de los tres regresa encarnado en un hombre llamado Coppel, núcleo oscuro donde confluyen todas las grietas de esta familia.
Durante la lectura de estas escasas 200 páginas, me sentí ligeramente defraudada, como si me hubieran invitado a ver una película que ya había visto antes. Todo esto cambió radicalmente al final, cuando Ismael hace encajar las piezas del puzzle presentado y crea un clímax colosal a la altura del comienzo de la obra.
No he pasado un terror radicalmente paralizante pero varias de las imágenes que he visto en la novela me han gustado e impactado aunque eso no quita que la caminata por la playa con Loreto, el patinaje sobre hielo con Magaly y otras escenas me resultaran del todo insustanciales. Es por eso que he dicho que es una novela complicada de reseñar ¿no lo veis?Aún así, creo que por su duración y lo que ofrece no está de más dedicarle recomendarla si sois amantes del género.