Pagando por ello de Chester Brown es una polémica novela gráfica de carácter autobiográfico en el que el propio autor nos narra sus diferentes experiencias a la hora de contratar a varias prostitutas. El cómic, que tiene forma de diario, se desvincula completamente de temas emocionales y pretende ser una obra que normalice la actividad de las mujeres que deciden libremente prostituirse demostrándonos que detrás de cada una de esas mujeres, hay humanas con sentimientos y emociones.
La obra, es polémica en varios sentidos: primero en la tozudez con la que Chester Brown se dibuja siempre con la misma expresión facial, no importa lo que esté haciendo en ese momento; segundo porque levanta llagas sobre la ley vigente canadiense sobre la diferencia entre contratar a una prostituta incall (tú las llamas para que vayan a tu apartamento) u outcall (quedas con ellas en un hotel o en sus pisos) y por último por no tocar, en ningún momento, el tema del feminismo o de las mafias al respecto.
Un dibujo simple que no tiene nada de especial pero que funciona para la obra que está contando.
Chester Brown tiene una forma de dibujar que o bien amas o la odias, sin punto intermedio. Quizás precisamente por su larga trayectoria en el sector del cómic y del dibujo, Chester no se rompe la cabeza en deformar las viñetas para que cumplan un propósito narrativo, en grandes dibujos a doble página o en enormes detalles. El dibujo está al servicio del guión y no al revés.
De hecho, las primeras páginas en las que Chester narra su ruptura con su novia son simples diálogos pequeñitos en ventanas completamente pintadas de negro en la que solo podemos imaginarnos las expresiones de los personajes por lo que dicen.
Este interés por despersonificar y volver completamente artificiales a los humanos es una seña clara e inequívoca de la obra de Chester y Pagando por ello no es la excepción. Todos los personajes que aparecen, en mayor o menor medida, carecen de emociones: desde los amigos de Chester que son un simple apoyo para sus reflexiones, hasta las prostitutas con las que se acuesta y que acaban pareciéndose todas las unas entre las otras.
Pagando por ello al final no deja de ser una larga reflexión del tema de la prostitución en Canadá y cómo el propio Chester va pasando por diferentes hilos de pensamiento y preguntas, de forma que los otros personajes o las imágenes son un simple apoyo sobre el que sustentar sus pensamientos. El epílogo, además, de más de cincuenta páginas únicamente de texto pequeño escrito y lleno de las reflexiones del propio Chester, acaban poniendo en relieve esta situación.
En un intento por proteger la identidad de las prostitutas, Chester las dibuja siempre sin cara o mostrando unos rasgos del todo genéricos que sería imposible llegar a comparar con un ser humano normal. Al no tener permiso de las prostitutas tampoco para compartir detalles personales o sus propias emociones, Chester las despoja de todo tipo de backstory, haciendo que, como él mismo dice en el prólogo, te dé continuamente la impresión de que podrías profundizar mucho más en la trama y extraer datos más jugosos e interesantes.
¿Putero por desesperación o por necesidad?
El primer capítulo de Pagando por ello sitúa la vida sentimental de Chester: después de tener dos novias, la tercera mujer para la que ha hecho un hueco en su vida le confiesa que se está enamorando de otro hombre. Sorprendentemente, Chester no siente nada ante tal confesión: ni celos, ni envidia, ni rabia. Y sigue sin sentirlos cuando su exnovia y su nuevo amante hacen el amor contra la pared del cuarto del propio Chester.
Completamente deshumanizado, empieza a plantearse por qué se siente así, barajando y descartando las hipótesis de sus amigos: sigue queriendo a Sook-Yin, no está celoso y mucho menos deprimido. Como un sociópata completo, llega a la conclusión de que no quiere volver a tener novia jamás ya que complica en exceso la relación con la otra pareja. En ese sentido, Chester se desviste de toda la química que tiene el amor y la presenta masticada y congelada por la fría lógica frente a nuestras páginas: el amor es una construcción social, no tiene sentido y tener novia es solo un complemento para que otros hombres no te consideren un fracasado.
Nuestra cultura incentiva que el amor romántico es de algún modo más importante que cualquier otra forma de amor. Solía aceptarlo como cierto, pero ya no. El amor amistoso y el amor familiar pueden ser tan satisfactorios como el amor romántico. A largo plazo son probablemente más satisfactorios.
Cuando toma la decisión de no volver a tener novia jamás, se da también cuenta de que sin pareja no podría volver a hacer el amor. Es en ese momento en el que se plantea contratar a una prostituta por primera vez. Y ahí es donde empieza Pagando por ello.
Mi primera vez con una prostituta
Esto no es una experiencia etérea y bonita que huele a flores y jabón como en Mi experiencia lesbiana con la soledad. Chester Brown se asegura de que su obra tenga tal carácter de realismo que cualquiera que se haya planteado alguna vez (o no) contratar a una prostituta, se vea reflejado en las preguntas que se hace a sí mismo.
Preguntas como ¿debería dejarle propina a una prostituta? ¿Y cuánto de propina está considerado digno y cuánto es un derroche? ¿Debería desnudarme en cuanto entro en la habitación? ¿Se ofenderá si le pregunto su edad? ¿Y cuánto pesa? ¿Y si es una poli con un micro?
Cargado por los prejuicios que incentivan las series de televisión, Chester Brown nos muestra cada uno de los pasos: primero su paranoia con que la policía le tienda una trampa y lo metan en la cárcel por putero, después la búsqueda de prostitutas donde todo el mundo dice que están esperando a los clientes pero en la que realmente no encuentra a ninguna (típica calle de barrio bajo donde a gente aburguesada dicen que es donde se exhiben las prostitutas sin que esto sea real) y por último cómo decide ponerse en contacto con un anuncio de un periódico sin haber visto jamás una fotografía de la chica.
Hoy en día la tecnología ha avanzado lo suficiente como para poder plantearte contratar a una chica de compañía online, siendo plenamente consciente de a quién te vas a encontrar al otro lado de la puerta, pero en 1993 (el año que relata Chester), estas se limitaban a anuncios de periódico, complicadas tramas de números y reglas muy estrictas que protegían en teoría a las chicas de malhechores y que Chester cuenta con su humor particular.
Pero sin embargo, después de su primera vez con una chica de compañía, es precisamente la prostituta la que lo tranquiliza y se pone en su lugar.
… una cierta dosis de coraje para hacer este trabajo… nunca sabes con qué tipo de tío te vas a encontrar. Pero hoy, viniendo hacia aquí, se me ocurrió que vosotros, los tíos, estáis tan asustados como nosotras. No sabéis a qué tipo de situación os podéis estar dirigiendo. Por ejemplo ¿y si hay un tío escondido en el apartamento que te pega una paliza? O… no sé, hay un montón de situaciones desagradables. Hay que tener agallas para venir a un sitio como este.
Los prejuicios sobre la prostitución libre y pagada y cómo Chester Brown va desmontándolos con su experiencia personal (spoiler más adelante)
A lo largo de todo Pagando por ello, Chester va recogiendo las diferentes situaciones que vive con varias prostitutas y cómo reaccionan sus amigos y su exnovia al hecho de que se acueste con estas mujeres. Me he tomado la libertad de recoger aquí los principales argumentos contra la prostitución y cómo él mismo los desmiente, sin que por ello tenga que ver que comparta las mismas ideas que el propio Chester (básicamente, me faltan experiencias similares).
- Las prostitutas tienen enfermedades que pueden contagiarte: Chester asegura que en todo momento utilizó preservativo, incluso a la hora de practicar sexo oral y que es un imperativo en el negocio emplear siempre protección.
- El sexo con preservativo se siente menos que a pelo, por lo que siempre es mejor no hacerlo con una prostituta: cuando la alternativa es no practicar sexo de ningún tipo, el preservativo deja de convertirse en un problema.
- Las prostitutas se relacionan con personas peligrosas: siempre y cuando realices sexo outcall, es decir, fuera de tu apartamento (que además es el legal en Canadá en el momento en el que se escribió el libro), no tiene por qué haber ningún problema.
- La prostitución es algo triste: las mujeres que la practican seguro que lo odian. En ese caso Chester replicó que la prostitución no es triste para él y que habría que preguntarle a la prostituta en cuestión cómo e el sexo para saber si para ella es un suplicio o simplemente una forma de ganarse la vida. En este caso llama la atención al peligro de generalizar y decir que todas las prostitutas odian acostarse con un hombre por dinero.
Vale, algunos ilustradores odian la ilustración, pero hay ilustradores a que les gusta el trabajo. Sí, algunas prostitutas odian ser prostitutas pero estoy seguro de que a algunas de ellas les gusta… o al menos no lo ven peor que cualquier otro trabajo.
- Al acudir a una prostituta estás favoreciendo al chulo que le pega: Chester insiste en que él no vio nunca a ningún chulo y añade que es tan peligroso asumir que hay un chulo que maltrata a las mujeres a las que él no les vio ni un golpe o cardenal como no asumirlo.
- La prostitución debería regularse porque generan ingresos. Para Chester, no hay suficientes razones para regular la prostitución. Si las inquietudes de los políticos son que hay que regular la prostitución para obligar a las mujeres a someterse a exámenes médicos, en ese caso estarías vulnerando los derechos fundamentales de los seres humanos y la ley de protección de datos. Al mismo tiempo, igual que el gobierno no regula la actividad sexual gratuita, no debería hacerlo en la pagada ya que eso fomentaría el mercado negro de la prostitución donde sí que se ejerce la violencia.
El día a día de un putero consumado
El hecho de pagar por sexo de forma frecuente acaba provocando que el propio Chester lo implemente dentro de su día a día: habla de ello con sus amigos y conocidos, se hace un calendario de la cantidad de veces que puede permitirse económicamente acudir a una prostituta y empieza a acudir a ciertos “truquillos” (masturbarse antes del encuentro, etc.) para aguantar más y disfrutar más la sesión.
Pero esto hará que eventualmente Chester desarrolle ciertas emociones por sus prostitutas favoritas, con las que siente que conecta y con las que charla después de sus encuentros. Estas emociones primarias de pertenencia y de territorialidad serán parte de lo que hace interesante este cómic. Porque… ¿en qué momento un hombre incapaz de sentir nada se da cuenta de que echa de menos charlar con su prostituta favorita?
El existencialismo alrededor de la idea de la prostitución, la naturaleza de las prostitutas y la despenalización de la profesión
A lo largo de casi las 300 páginas de esta obra, Chester Brown da vueltas alrededor de diferentes preguntas y conceptos sobre la prostitución que se alejan de las inquietudes sobre si el hecho de vender tu cuerpo por dinero es machista o no. Para Chester Brown, las verdaderas cuestiones están en la descriminalización de la prostitución, la normalización de la profesión en el día a día de los puteros y sobre todo, en el concepto del amor romántico.
- El ideal romántico que tenías cuando eras más joven no era un capricho.
- Claro, cuando era un niño creía fervientemente en el amor romántico. Pero no tenía experiencias reales con el sexo o el enamoramiento. Creía en el amor romántico porque mi cultura me decía que tenía que creer en él y porque todos a mi alrededor creían en él. Ahora que soy mayor y he pasado unas cuantas veces por el calvario del ideal romántico, estoy en una posición mejor para evaluarlo que cuando era un adolescente. Ahora puedo ver que el ideal de amor romántico es funesto. El amor romántico provoca más sufrimiento que felicidad.
La obra tiene una estructura cíclica y empieza con el mismo tema con el que acaba: la idea del amor romántico. Alrededor de este tema planteará conceptos como los celos, el valor del amor familiar y la amistad frente al amor romántico, la monogamia sexual y posesiva y el hecho de si uno puede enamorarse de una prostituta a la que acude regularmente.
- Bueno, ¿no le debes a la persona que eras entonces vivir la vida que quería que siguieses?
- Cuando era niño quería ser paleontólogo. ¿Le debo a mi yo más joven abandonar mi carrera de dibujante de cómics para ir a la universidad a estudiar paleontología? Como adulto tengo cero interés en la paleontología. No me voy a convertir en paleontólogo para hacer realidad un capricho infantil… sería idiota.
Además, en el epílogo de la propia obra y en al comienzo del cómic contienen fragmentos de comentarios del propio autor en el que contextualiza la obra y explica cómo se la tomaron las diferentes personas reales retratadas en ella. Al mismo tiempo, añade diferentes apéndices que aumentan y complementan los razonamientos del propio Chester sobre la legalización de la profesión, los pormenores del día a día con una prostituta, las propinas… o incluso aclaraciones sobre diferentes viñetas.
Mi opinión de pagando por ello.
¿Puede un hombre mantener una relación romántica con una mujer a la que paga por sexo? ¿Debería regularse o legalizarse la prostitución? Y ¿cuál es el día a día de un putero normal y corriente? La contraportada de Pagando por ello incluye un comentario de Neil Gaiman en el que afirma que ha aprendido mucho sobre la prostitución gracias a esta obra, y es innegable que esto es cierto. Para una persona como yo, que desconoce completamente cómo piensa y siente un putero, Pagando por ello es una genial oportunidad de meterse en la mente de un sincero y honesto consumidor de prostitución que no teme contar tanto sus encuentros positivos como negativos, así como su forma de valorar a las chicas en webs como Terb después de cada encuentro.
Sin embargo, también he de confesar que tuve que leer Pagando por ello un par de veces para poder absorber completamente todo lo que Chester recoge (de hecho hice una pre-reseña en mi canal antes de realizar apropiadamente la #momokoreseña). Y es que no es una novela gráfica fácil: intercala páginas llenas de viñetas pero sin diálogos, donde la narración es tranquila y muy costumbrista, con profundas reflexiones y conversaciones filosóficas con personajes que ni siquiera ha llegado a introducirnos.
Sus experiencias con las prostitutas son muy interesante, pero como él mismo declara en el prólogo, llegaría a ser más emocionante y enriquecedor si pudiera mostrar las caras y los pensamientos de las chicas de compañía a las que visita.
La experiencia general del cómic es buena, pero el final es tan abrupto como el principio y al final de la lectura te quedas con ganas de leer más.
Lejos del tema gráfico o narrativo de Pagando por ello, también podríamos entrar en el tema moral sobre la prostitución, si es una profesión machista que contribuye a la sumisión de la mujer, etc. Pero no es mi deber ni mi cometido hablar de estos temas. Sin embargo, a pesar de ello, hay un par de escenas que realmente son capaces de revolverte el estómago: momentos en los que Chester está con prostitutas que no hablan su idioma, que no se humedecen en el coito y que gimen de dolor ante el contacto del propio Chester. A pesar de que este les pregunta si están bien, llega a repetir con estas chicas claramente explotadas contra su propia voluntad por la simple cuestión de que son más baratas.
Es en este punto donde las convicciones morales acerca de la prostitución y la ética del lector chocan contra la fría lógica de Chester, algo con lo que el propio autor cuenta y que obliga a que sea el propio lector el que se plantee estas cuestiones y pueda meditar sobre el significado de las mismas
Sea como sea, Pagando por ello es una obra interesante que no está de más leer y que es capaz de ofrecerte una visión desde el interior de la cabeza de un putero normal del montón que prefiere no complicarse, no romperse la cabeza y romper con la monogamia romántica que le parece esclavista. El resto de reflexiones, te la dejamos a ti, lector.
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