Argumento de los besos que no se dan
Jorge está en un momento de su vida caótico y terrible. Con sus cuarenta años, acaba de cortar con su novia de toda la vida, Silvia, y su futuro como vendedor de material de fotografía en unos grandes almacenes no le llena nada en absoluto. Reflexionando, decide volver al punto de partida donde todo se torció: ese verano en Benicasim cuando tenía quince años y se enamoró por primera vez de una chica.
Decidido a corregir los errores del destino, Jorge se lanza en una frenética búsqueda para encontrar a Amalia, su primer amor y conseguir reconquistarla. Facebook tiene toda la información que necesita saber de ella pero.. ¿será suficiente para cambiar los hilos del destino?
Sobre Jesús Garzas, autor de Los besos que no se dan
Jesús Garzas es informático de carrera y un auténtico enamorado de los cómics. Durante su carrera profesional ha trabajado con grandes multinacionales como IBM, HP o Roche pero su verdadera pasión ha sido siempre la escritura. Persiguiendo sus sueños ha colaborado como guionista en el programa cómico El Club de Flo y es además colaborador de varios blogs diferentes, dirige un grupo de teatro llamado Cítricos Cítricos y cuenta con una web propia donde vuelca todo en lo que piensa. Los besos que no se dan es su primera novela, una historia de romance con un toque de humor que publica al lado de Éride Ediciones.
Análisis de los besos que no se dan
Jesús Garzas hace justicia a su pasado como guionista en El Club de Flo con esta fabulosa consagración de una mezcla entre el humor más cínico y cercano posible con una historia de romance en la que el amor no es protagonista.
A través de las reflexiones y la vivencias de Jorge, un cuarentón al que le hace falta terapia y un par de años a la sombra, vamos reviviendo una historia de amor sacada del “manual del acosador novato”, pero todo ello aderezado con unos toques de humor que simplemente te arrancarán varias carcajadas.
La novela se divide en dos partes radicalmente diferenciadas.
En la primera mitad, Jorge se obsesiona con que la única forma de alcanzar la felicidad es reconquistando a su amor de verano, Amalia, de la que poco o nada sabemos. En un continuo salto temporal del pasado al presente, conocemos de primera mano ese momento en el que Jorge y Amalia se conocieron en una playa de Benicasim y cómo, años después, este vuelve a su recuerdo y empieza a acosarla en la vida real.
Este comienzo de la novela es el que condensa una mayor cantidad de chistes, metáforas absurdas y situaciones contadas desde una tónica directa del humor que convierten la novela en una auténtica delicia de leer, envuelta entre carcajada y carcajada. El lenguaje se adapta a cada personaje de forma que vemos los acontecimientos y recuerdos desde la perspectiva de Jorge: un hombre simple, que justifica todo su comportamiento llenándose de la palabra “amor” y que además es bastante directo a la hora de enfrentarse a los hechos.
De esta forma, las frases con las que nos encontramos al principio de la novela son sencillas y sinceras, sin artificios embellecedores ni grandes recursos literarios. La forma de escritura de Jesús se adapta de tal forma a Jorge, que hasta acuña su propia palabra: los tontolinos: es decir, la unidad de medida de cuán enamorado estás de una persona.
“A una velocidad superior a la Ben Johnson esprintando tras su correspondiente chute de sustancia dopante, me deshice del sombrero de Nivea, lo dejé caer en el foso del castillo, lo enterré con las almenas que mi cuadrilla acababa de rematar y me tumbé sobre él como si estuviera tomando el sol tranquilamente”.
La segunda mitad del libro nos aporta luz sobre el resto de los personajes involucrados en la trama y que en un primer momento parecían intrascendentales: Silvia, la ex de Jorge que no sabe si quiere volver con él; Carmen, la amiga de la infancia; e incluso Amalia, la coach en conflicto y cargada de problemas y prejuicios.
Cuando cruzas esta frontera te encuentras frente a otra novela completamente diferente, una de carácter intimista, con ciertas dosis de poesía e incluso en ocasiones ligeramente dramática. El autor descarta por completo el humor, otorgándole a los personajes una profundidad emocional que desconocíamos hasta el momento.
“El problema es que cuando uno se deja guiar en su vida por el temor a perder acaba dejando de lado la ilusión por ganar. Se convierte en un ser gris y además, superficial.
Es en este punto realmente fascinante conocer de primera mano el trabajo de Amelia: la extraña y moderna profesión conocida como coach. Su continuo análisis de cómo perciben los diferentes personajes las palabras y cómo su lenguaje esconde los sentimientos más ocultos de su subconsciente son realmente fascinantes.
La construcción de los personajes de la obra también destacan por la sensibilidad con la que Jesús los trata y sobre todo por lo atípico que es el protagonista. Jorge, con cuarenta años, es irresponsable e impetuoso y actúa movido por unos ideales utópicos llamados “amor” que realmente esconden un egoísmo sumo pero ignorado. Es precisamente el hecho de que él mismo no sea consciente de la maldad y perversión de sus actos lo cual lo convierte en un personaje tan interesante.
Las mujeres que componen los personajes secundarios también son simplemente maravillosos. Silvia es realmente una mujer perdida que ve cómo el peso de la maternidad le hace sentir que debería enderezar de una vez su vida, reaccionando a una carrera biológica que sin duda va perdiendo. Y Amalia es sin lugar a dudas uno de los personajes más interesantes ya que representa a todas esas mujeres que, creyendo que ha encontrado la felicidad plena en la estabilidad, descubren de pronto que sus sentimientos aparentemente puros pueden poner en peligro el mundo en el que viven.
Amalia, en ese conflicto, busca soluciones conceptuales a su estrés, pasando inmediatamente a realizar una tanda de ejercicios o incluso auto-consentirse al anular todas sus citas debido precisamente a que no sabe gestionar estas nuevas emociones que siente. Y en Amalia están todas aquellas personas a las que les ofrecen un trabajo en un lugar extraño, una decisión acelerada o una elección sin saber a fé cierta qué hay al otro lado. Amalia es una representación del miedo que da el cambio y cómo, a veces, ni siquiera merece la pena.
Opinión de Los besos que no se dan
Seamos completamente honestos: si nos hablan de la historia de un hombre que treinta años después de haber conocido un verano de adolescente en una playa a una chica nos persigue por Facebook, nos acosa, frecuenta nuestros lugares favoritos y se acerca a nosotros con una red de mentiras y de engaños, tendremos inmediatamente ganas de llamar a la policía. La situación es tan surrealista que por un momento, si no las contase un policía para tratar el tema del maltrato de género, creeríamos que esas situaciones no se dan. Pero Jesús Garzás es capaz de envolver todo el comienzo y la atmósfera general de la novela de una forma tan cómica e hilarante que comprendes que Jorge no tiene más peligro que el que entraña el interior de su cabeza.
Como ya comentamos en el análisis, la primera mitad de la obra es dulce y divertida como una película ligera de una tarde de verano o incluso como un monólogo de El club de la comedia. Sus rápidas comparaciones y salidas de tono con las que empatizas a fuerza de haberlo vivido toda tu vida te impulsan a solar más de una carcajada, deseando volver a la obra en cuanto la sueltas solo para pasar un momento divertido y fresco.
Sin embargo, el contraste con la segunda parte es quizás demasiado abrupto. De pronto nos vimos sorprendidas al ver cómo podíamos introducirnos en la psique de diferentes personajes a Jorge, los cuales nos hacen ver un lado serio y profundo de este payaso que tanto nos había hecho reír.
Su obsesión por volver con Amalia, luego con Silvia y luego de nuevo con Amalia, empleando a las mujeres de su vida sin ningún tipo de conciencia, hacen que no puedas empatizar del todo con un personaje que sin embargo se muestra completamente creíble y realista, con sus matices y su forma de auto-engaño tan bien construidas que se parece al típico amigo que nunca sigue tus consejos.
“Creo que incluso llegué a escribirlo. Me dejé llevar por el corazzón y recuierdo que puse algunas frases tran edulcoradas que Gustavo Adolfo Bécquer se removió en su tumba y después salió al exterior para vomitar ante aquel desmedido uso del azúcar. Hasta las oscuras golondrinas huyeron en desbandada.
Y a lo largo de la lectura de este libro te encuentras como en una montaña rusa de emociones: primero notarás grandes carcajadas que te sobrevienen, seguido por un extraño sentimiento de confusión y disconformidad por el cambio de tono del libro para acabar extrañada y raramente enganchada a un drama que en realidad ni te va ni te viene, pero del que quieres descubrir cómo solucionarán el conflicto final.
Son escasos los libros que te dejan con una sensación agridulce y vacía en el interior de tu cuerpo. Que te hacen percibir los peligros de las emociones humanas y lo fácil que es que tu vida cambie radicalmente, haciéndote sentirte como un náufrago que se aferra a una tabla de madera mecida por la marea. Y menos aún los libros que, al terminar, te arrancan un grito de frustración y una sonrisa cómplice. Y alzas tus ojos, deseando explicarle a alguien por qué te sientes así de perdido y emocionado pero el razonamiento llevaría demasiados minutos, y la magia podría interrumpirse.
Los besos que no se dan y especialmente Jesús Garzás, disfrutan jugando contigo. En nuestra perversa imaginación, vemos a Jesús revolcándose en el sofá y carcajeándose malevolamente por todos los lectores engañados con ese título que puede pecar de ñoño, al que no le encuentras ni pizca de sentido al principio de la obra y que al final de todo simplemente cobra sentido, las piezas encajan y te das cuenta de lo realmente bien escogido que ha sido.
Y descubres que estas 180 páginas se te han pasado volando. Y que deseas con todo tu corazón que Jesús Garzas nos dé pronto otra novela en la que perdernos leyendo.
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