¿Alguna vez has leído un cuento escrito para adultos? Un cuento en el que los villanos son tan retorcidos que se esconden detrás de rostros y palabras llenas de bondad y que cambian como la luna. Un cuento en el que las flores susurran cosas solo para aquellos capaces de escucharlas, donde las niñas pequeñas huyen por enormes plantaciones de cañas de azúcar y las cosas que más te importan desaparecen de la noche a la mañana?
Las flores perdidas de Alice Hardt es exactamente eso: una historia que narra con extrema delicadeza los sucesos más crueles y desgarradores de la vida de la hija de un maltratador. La primera obra de una autora que ha ganado el prestigioso premio ABIA al mejor libro de ficción en el 2019 y que ya se ha traducido en veintiocho países. Una obra mágica cargada de olores de paisajes diferentes de la cual vamos a hablaros en este post de Momoko.
Argumento de Las flores perdidas de Alice Hardt
Alice es demasiado pequeña para comprender que está encerrada. En el interior de su preciosa casa pasa los días estudiando sobre su pupitre de eucalipto, jugando con su perro sordo Toby y acompañando a su frágil madre mientras esta les susurra palabras desconocidas a las flores de su jardín. Su vida puede parecer idílica para una pequeña. Y al menos, así se lo parece a la pequeña Alice.
No echa de menos el colegio porque nunca lo ha pisado. No tiene amigos porque con su perro Toby le llega. Y no sabe lo que es tener un padre que la quiera todo el tiempo, porque Clem, el atractivo granjero que las cuida a ella y a su madre, a veces estalla como un tronco que arde en secreto.
Más adelante, cuando por fin sea una adulta, haya recorrido el país y pueda echar la vista hacia atrás, Alice recordará aquella mañana en la que todo cambió para siempre y cómo su historia de hadas se torció con una simple chispa.
Una novela con olor y nombres de flores, una delicia de Salamandra
Las flores perdidas de Alice Hardt es un libro especial. Es una de estas novelas únicas, delicadas y realmente femeninas capaces de conectar contigo desde el mismo primer párrafo. A lo largo de los diferentes capítulos, la jovencísima autora Holly Ringland va desgranando la historia de la pequeña Alice con la maestría del que acostumbra a arrancar pétalos de las flores para saber si su amado le corresponde.
Y está claro que los editores de Salamandra han sabido ver esta elegancia. En lugar de limitarse a imprimir el texto, cada comienzo de capítulo incluye el nombre común de una planta y su significado, así como sus nombres técnicos y latinos y una corta descripción de su origen y características. Cada una de estas plantas aparecerán intercaladas en el texto y forman parte del núcleo de la obra, la cual no se trata realmente de las historias de diferentes personajes sino de nuestra capacidad para comunicar nuestros verdaderos sentimientos.
A lo largo del libro, del cual no queremos spoilearos demasiado de la trama, iremos conociendo a una gran cantidad de personajes variopintos que parecen extraídos de los cuentos de hadas y que tienen unas enormes dificultades para comunicarse entre sí y hablar abiertamente de sus verdaderos sentimientos.
Precisamente por eso, la familia Hardt ha recuperado el lenguaje de las flores que se empleaba en Inglaterra en la época victoriana y se comunican entre ellas dejándose pequeñas plantas en la almohada, sobre un libro o en algún rincón. Para ellas, es más fácil dejar copas de cobre sobre una cama antes que pedir perdón por una discusión, o incluso desprender las flores del árbol del coral en vez de intentar animar a tu compañera. Esta romántica forma de lenguaje es también realmente selectiva y en cierto modo fomenta el aislamiento al que se ven sometidas las mujeres que lo conocen y que dependen de él para expresar emociones de una forma que no muchos comprenderán.
La obra está cargada de lenguajes secretos, no solamente el de las flores, que comparten solamente algunos personajes, aislándolos en una burbuja selecta. Esto se puede ver, por ejemplo, en el lenguaje de signos que solo conocen Alice y su perro Toby, el de las Flores y Harry o incluso el de Ruby y los anangu.
La apertura y el número del capítulo preciosamente decorados con ilustraciones en contorno de las flores no son la totalidad del diccionario de flores, sino que intercalados en el texto encontraremos algunas bellezas como el hecho de que el musgo representa el amor eterno.
Holly Ringland hace al mismo tiempo un esfuerzo a la hora de mezclar un relato realmente maravilloso y fantástico donde las flores hablan y los perros sordos son tus mejores amigos, con una realidad cruel y brutal que a menudo se nos presenta desnuda y descarnada. En ese sentido, el libro entremezcla historias de fantasía y maldiciones como aquella que deja entrever que los amantes que firmen sus nombres en el eucalipto de Thornfield están condenados o las leyendas sobre el cráter del Kilipitjara con la realidad más áspera y dolorosa: los príncipes no existen y aquellos que lo parecen pueden hacerte mucho daño; las supervivientes de las catástrofes no siempre conseguirán curar su alma y aunque encuentres flores con un significado providencial en tu camino eso no significa que vayan a cumplirse tus deseos.
Y precisamente por eso el relato es tan poderoso. Porque a lo largo de los capítulos, conforme acompañamos a la pequeña Alice en una historia que jamás definiría como de autosuperación, sino simplemente como el avance de una mujer en el bello y salvaje paisaje australiano, nos veremos reflejadas en muchas de sus decisiones y actitudes. En su primer amor adolescente y en el miedo a no saber qué nos depara el futuro, en el temor a equivocarse y la imperiosa necesidad de huir y desaparecer. En el terror que muchos hemos sentido hacia personas que se supone que deberían querernos y la culpabilidad con la que intentamos justificar la violencia que ejercen contra nosotros.
Las flores perdidas de Alice Hardt no habla solamente de un personaje ficticio, sino que representa a cientos de mujeres como tú y como yo.
Historia de un maltratador: no son como en las películas
Una de las partes más maravillosas de esta novela es precisamente la forma con la que representan al padre de Alice Hardt. Misterioso, atractivo, peligroso e increíblemente impresible. No se describe a Clemotis de forma directa y ocupa muy pocas páginas a lo largo de la obra, pero su presencia es una sombra que afectará al corazón de Alice durante toda su vida.
Y es evidente que Holly Ringland ha conseguido plasmar maravillosamente bien lo que es crecer siendo un niño que tiene un padre maltratador. Los silencios tensos de la casa, la capacidad de Alice de leer el rostro de su padre y de predecir sus cambios de humor en simples cosas como la dirección del viento, sus rituales para esconderse de él y sobre todo, su inocencia. La inocencia de una niña que cree que un demonio ha poseído a su padre amoroso y bueno y que se ve envuelta en un escabroso conflicto sin saberlo. Para ella, que no ha conocido otra relación externa que no sea la de sus padres, el hecho de ver a su madre cubierta de moratones salir del agua y de tantear la muerte una y otra vez, es una circunstancia que la horripila pero que no vincula de forma directa debido a su corta edad con su padre.
Planta Clemotis
La forma con la que Holly Ringland nos presenta la maldad del padre es muy inteligente y delicada. No veremos nunca el abuso de forma directa, pero las secuelas están ahí. Y lejos de mantenerse fiel al discurso tantas veces compartido de la madre maltratada, introduce también a Toby: un perro sordo por los golpes de Clem cuya bondad incondicional será vital para que, como lector, sientas pánico ante la presencia del padre en escena, el cual puede ser extremadamente bondadoso o el fruto de las pesadillas de cualquier infante.
Toby había sido un regalo de su padre y era su más fiel compañero. Cuando era un cachorro, había cometido el error de mordisquearle los pies al padre debajo de la mesa y él lo había lanzado contra la lavadora. Después no había querido llevarlo al veterinario y desde entonces Toby estaba sordo.
Alrededor de la figura del maltratador girarán muchas de las historias no contadas de las mujeres que en algún momento se han relacionado con ellos: una joven bibliotecaria que se siente culpable sin saberlo; una madre que no se perdona haber engendrado un monstruo y que se da a la bebida para acallar sus recuerdos enquistados; una compañera de trabajo que no habla de su pasado con el guapo de turno y, en general, las mujeres dolidas porque el amor que dieron a un hombre se convirtió en un despojo brutal y violento contra ellas.
La relación de las mujeres con la naturaleza y el principio de sororidad
Si algo sorprende de Las flores perdidas de Alice Hardt no es solamente la manera tan bonita con la que crea un tapiz de cuentos e historias con personajes como Candy Baby que siempre huele a vainilla y cráteres monstruosos llenos de polvo rojo del desierto, sino también la profunda conexión emocional que tiene la autora y sus personajes con la naturaleza. En la obra recorreremos el precioso paisaje australiano que abarca desde casitas en acantilados y mares embravecidos a bosques de eucaliptos, granjas de flores preciosas y desiertos de polvo rojo que tiñen todo lo que tocan.
La tierra parece abrirse únicamente al poder de las mujeres y responde de forma directa a sus emociones. A lo largo de los relatos veremos cómo las tormentas se desatan cuando los sentimientos de los personajes principales llegan a un punto de no retorno; cómo las granjas en plena sequía ofrecen flores preciosas a las mujeres recién enamoradas y, por supuesto, cómo la tierra tiene el poder de sanar los corazones rotos.
Un detalle muy interesante de la trama es el hecho de que, a pesar de acompañar a Alice Hardt a lo largo de su vida, no se la ve comer ningún tipo de carne de origen animal hasta prácticamente el final de la obra. Siempre escogerá tostadas con Vegemite (una pasta muy famosa en Australia y Nueva Zelanda hecha de levadura de cerveza), sándwiches de queso o manzanas.
También es destacable la presencia de los perros en toda la obra que acompañarán a Alice como sus guardianes a lo largo de toda su historia.
Mi opinión personal sobre Las flores perdidas de Alice Hardt.
¡Agh! Esta reseña se me ha hecho muy corta para todo lo que quería contaros acerca de Las flores perdidas de Alice Hardt, pero lamentablemente no puedo revelaros nada de la trama si quiero que os sorprenda tanto como a mí. Y es que esta obra tiene algo que te hace sentir indefensa ante la magnitud del mundo y lo rápido que puede cambiar tu vida por una decisión tonta.
La elegancia de la pluma de Holly Ringland se traslada maravillosamente en los primeros capítulos en los que te sumerges en un mundo de violencia pero también de delicadeza conforme te van susurrando el lenguaje de las flores. Sus primeros capítulos abrieron un agujero muy hondo en mi corazón y acabaron haciéndome llorar públicamente mientras esperaba a que abriesen la puerta de embarque del avión que tenía que tomar.
Pero he de confesar que no me acabó de enamorar el final. El cambio de paisaje es sumamemente maravilloso pero para no entrar en detalles ni revelaros parte de la trama, confieso en que la historia principal que se le oculta a Alice durante toda su vida se precipita mucho en las últimas páginas y sentí que estaban subestimando el alcance emocional de la misma y simplificando un poco el argumento en pos de obtener un rápido final. No hubo espacio para los dramas necesarios y las confesiones de Candy Baby, Twig, Sally y el resto se precipitan sin prácticamente espacio para reconocer la personalidad antes tan bien perfilada de las personas que están sacando la verdad a la luz.
De cualquier forma, es inevitable no enamorarse de esta obra, de la pequeña Alice Hardt y su amor por las selkies y del universo de flores con idiomas secretos que nos ha traído Holly Ringland. Es, sin duda, una de las novelas que debes leer este año.
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