Todo aquel apasionado del mundo de la novela histórica conoce a Rodrigo Costoya. El autor gallego, ganador del IX Certamen Internacional de Novela Histórica Ciudad de Úbeda en 2020 con su obra El custodio de los libros Y finalista del Premio de Novela Torrente Ballester en 2018, ha hecho de la historia de Galicia, Santiago de Compostela y Cristóbal Colón un campo especialmente prolífico para sus historias.
Hoy, en Momoko, leo y reseño La última reliquia, su última obra publicada con Ediciones Pàmies que, de alguna manera, recoge el testigo de todas las anteriores. ¿Estás dispuesto a desentrañar el verdadero misterio que esconde la Catedral de Santiago de Compostela? Porque haré todo lo posible para que esta reseña no te destripe nada de la obra.
La última reliquia: la historia de una ciudad fundada sobre mentiras; la vida de los que cabalgaron la Armada Invencible
La última reliquia abre la trama con Fray Ambrosio, un licenciado especialista en leyes y humanidades que regresa, quince años después, a Santiago de Compostela con sus dos ayudantes. Y es que el pobre hombre ha recibido un encargo directo a manos de Felipe II difícil de poder culminar: el de obtener una justificación legal que les permita exhumar los restos del Apóstol Santiago y trasladarlo a El Escorial, hogar de otras 7.000 reliquias requisadas previamente por el monarca.
No será esta una misión fácil de emprender ya que el Apóstol y su tumba son no solo fuente de enormes riquezas para el cabildo de la Catedral, sino también base misma del mito sobre la fundación de la ciudad.
Por otro lado conoceremos a Manuel de Poulo, un joven hijo de campesinos que, tras la muerte de Álvaro de Bazán se convierte en provisor de la Armada Invencible, ostentando en ciertos momentos funciones de contramaestre, que nos acompañará no solamente a lo largo de la historia de su inusitado ascenso, sino también a través de las inclemencias meteorológicas, decisiones militares y desafortunadas batallas que llevaron a la destrucción de la inmensa flota española a manos de los ingleses.
Ambas historias, aparentemente inconexas entre sí, confluyen en un apoteósico final en el que Rodrigo Costoya recoge uno de los episodios más famosos de la historia de A Coruña.
Felipe II, el cabildo de Compostela y el destrozo de una flota destinada a hundirse.
La última reliquia nos sitúa en el año 1588, período de gran agitación en la historia de España bajo el reinado de Felipe II y un momento especialmente recordado por la fallida expedición de la Armada Invencible en su intento de invadir Inglaterra y destronar a Isabel I. La Gran Armada, compuesta por alrededor de 130 naves y más de 27,000 hombres, zarpó de Lisboa y La Coruña con el objetivo de unirse a las fuerzas de los Tercios de Flandes para un ataque conjunto. Sin embargo, la flota se encontró con tempestades devastadoras y esto, sumado al constante hostigamiento por parte de las más ágiles embarcaciones inglesas, resultaron en una derrota desastrosa para España. La misión, inicialmente concebida como una exhibición de poderío y fe, se convirtió en un símbolo de la vulnerabilidad del imperio español y marcó un punto de inflexión en la hegemonía naval de la época.
Durante estos años, el Cabildo de Santiago de Compostela jugaba un papel crucial en el entramado económico y espiritual de la región. Este órgano eclesiástico administraba las valiosas reliquias del Apóstol Santiago, cuyo cuerpo se había fragmentado estratégicamente para atraer más peregrinos y donaciones. La leyenda del Campus Stellae, que cuenta cómo el sepulcro del Apóstol fue descubierto gracias a una señal divina en forma de lluvia de estrellas, consolidó a Compostela como un centro de peregrinación de primer orden y, tal y como Costoya deja claro desde el primer capítulo, permitió que los reinos cristianos se involucraran en la defensa de sus peregrinos contra los sarracenos, ayudando a mantener la estabilidad política del reino.
La novela de Costoya explora este contexto, en el cual Felipe II, obsesionado con aumentar su colección de reliquias en El Escorial, envía a fray Ambrosio de Morales con la misión de trasladar los restos del Apóstol a su monasterio. Esta acción amenaza la estabilidad económica y espiritual de Compostela, cuyo cabildo resistirá con todas sus fuerzas para mantener intacto su preciado patrimonio. A través de estos eventos, "La última reliquia" desvela las intrincadas relaciones de poder, fe y resistencia en un momento crucial de la historia española
La eternidad había tendido una celada sombría sobre las cofas de los navíos
Sobre el estilo narrativo de Rodrigo Costoya
La última reliquia es una novela histórica atípica, muy probablemente no del gusto de todo el mundo. Su estilo narrativo se caracteriza por la inclusión de capítulos muy cortos a los que le imbuye de un final con un cliff-hanger para animar al lector a seguir leyendo. Esta técnica, tan del gusto contemporáneo por las lecturas rápidas que genera una sensación de triunfo al haber acabado un capítulo más, va especialmente bien con esta obra que cuenta con más de 600 páginas y que puede antojársele a los foráneos al género poco asumible.
Asimismo, las dos líneas temporales de la novela cuentan, a su vez, con un estilo totalmente diferente, demostrando de esta forma la versatilidad de Costoya como autor de novela histórica. Por un lado, la trama de Manuel de Poulo, a pesar de desencadenarse a partir de las primeras cien páginas del libro, cuenta con un enfoque en la acción y la aventura que se me hizo irresistible. Manuel representa el viaje del héroe clásico a través de un joven de origen humilde que, gracias a su tenacidad y esfuerzo, logra ascender a una posición de poder en la Armada Invencible. Su narración, que va saltando del pasado al presente, está cargado de experiencias de emocionantes batallas navales, problemas de aprovisionamiento, mareos, guerras y desafíos que añade un ritmo acelerado y emocionante a la narrativa. Esta línea temporal de la novela es más entretenida y se alinea más con las novelas de aventuras, ofreciendo a los lectores una dosis de adrenalina y heroísmo en las que cabe destacar la aparición estelar de Miguel de Cervantes y Saavedra.
La otra línea, y me atrevería a decir que la principal, es completamente diferente. En esta, Fray Ambrosio, el personaje principal, es un erudito anciano que se aleja de la típica figura heroica y que se encuentra en una encrucijada moral terrible: traicionar a su sobrino, Juan de San Clemente, convertido en arzobispo de Santiago. Al contrario que en la parte de Manuel de Poulo, esta otra línea temporal es mucho más acelerada, tanto que por un momento me llevó a pesar a que existía una historia paralela ya publicada de Fray Ambrosio. Y es que la línea narrativa del licenciado y sus dos ayudantes está tan cargada de datos históricos, pistas y diálogos extensos que exploran los orígenes de Santiago de Compostela, el papel del Apóstol Santiago y las complejas relaciones políticas y religiosas de la época que hacen a una pensar que es la que más disfrutó el propio autor. Esta parte de la novela es especialmente rica en datos históricos y está destinada a aquellos lectores que disfrutan de las novelas históricas densas, donde se aprende profundamente sobre el contexto de la historia.
A veces se desencadenan desventuras y prodigios. Puede ser que un mortal cambie el curso de los siglos
Personajes cargados de matices y bien definidos.
Cada personaje en La última reliquia está cargado de claros y oscuro, lo cual contribuye a hacer más verosímil una narrativa que comienza, sin ningún tipo de tapujos, declarando que en la tumba de Santiago de Compostela no se encuentra de ninguna de las maneras el santo que durante siglo se ha venerado. Así, Costoya nos deja muy claros los atributos de cada uno de los personajes desde sus primeras interacciones: Cándido es el intelectual delgado y de salud débil, cuya mente aguda complementa perfectamente las reflexiones de Fray Ambrosio; mientras que Mundo es, por otro lado, su contraparte impulsiva y violenta. Su carácter fuerte y acción directa contrastan con la reflexión calma de Cándido, ofreciendo un equilibrio dinámico y subrayando la diversidad de enfoques dentro del grupo.
Manuel de Poulo, es un poco desastre y algo cobarde; y fray Ambrosio prudente y propenso a decir medias verdades. Costoya logra así que cada personaje, sin importar su papel en la trama, tenga una presencia tangible y una personalidad clara, lo que ayuda a que conectes emocionalmente con ellos. Esta habilidad para dotar de vida a sus personajes, dándoles no solo matices de gris sino también objetivos, miedos y deseos, sumado a la trama de aventuras de Manuel, es una de las razones por las que La última reliquia funciona como novela histórica.
Porque allí, en ese mediodía soleado de octubre, la eternidad había tendido una celada sombrilla sobre las cofas de los navíos. El canto de una moneda iba determinar el devenir de los tiempos.
Una crítica a los estamentos de poder y la impunidad religiosa en La última reliquia
La narrativa de La última reliquia es directa y tajante en su discurso contra las capas de poder e impunidad que caracterizan la España de Felipe II. Rodrigo Costoya no escatima en su crítica a los estamentos de poder, revelando las artimañas y corrupciones que sustentan el modelo económico el clero y la capitalización de la idea de los milagros del Apóstol Santiago. Desde el principio, la trama se despliega con una denuncia implícita: Felipe II, en su obsesión por llenar El Escorial de reliquias, actúa con una agresividad y un desprecio por las normas legales que sólo alguien de su estatura podría permitirse y pone toda la responsabilidad en fray Ambrosio, al que luego le deniega la ayuda o la bula papal que este necesita (y sin la cual, queda muy patente desde el principio, la vida del anciano peligra).
Felipe II consideraba El Escorial un cascarón vacío sin una reliquia del calibre del cuerpo del apóstol. Esta visión reduccionista y superficial contrasta poderosamente con el lujo espiritual que la iglesia compostelana ha construido alrededor de su propia reliquia y, de alguna manera, mercantiliza la idea del cuerpo del santo. Rodrigo Costoya hace de esta forma un trabajo meticuloso al destacar cómo la iglesia de Santiago de Compostela se ha estado lucrando mediante documentos falsos y limosnas, arrancando con la afirmación provocativa de que el cuerpo en el sepulcro del santo no es realmente del apóstol y continuando con una idea que desmontaría todo el sistema de creencias de la ciudad: el hecho de que la fundación de Santiago de Compostela no se debe a un milagro como la gente cuenta, sino a que se reconstruyó sobre los restos de una ciudad romana.
No hay memoria tan duradera como la que se labra en piedra.
La esperanza que da la fe frente el lucro religioso
No obstante, como he dicho antes, nada es blanco o negro en las obras del autor gallego y el tema religioso no iba a ser menos. De esta forma, Costoya aborda la dicotomía entre el lucro descarado sustentado en mentiras con el que el cabildo de Santiago se lucra desde hace siglos con la idea de que, sin cuerpo y milagro, probablemente la ciudad entera se caería a pedazos. La novela no solo critica a aquellos que se benefician de la explotación de las reliquias, sino que también plantea un dilema moral: ¿es tan erróneo este engaño si trae fe, esperanza y estabilidad política a un territorio tantas veces amenazado?
El hombre más poderoso del mundo... y sin embargo, solo acariciar el pequeño relicario que colgaba de su cuello podía devolverle el sosiego perdido.
En conclusión ¿deberías leer La última reliquia?
La última reliquia no es un libro sencillo. En mi opinión, la introducción con fray Ambrosio y sus continuas referencias a cosas que ocurrieron quince años antes en esa misma ciudad hizo que me costara un poco entrar en la trama, pero todo ello cambia en el momento en el que comienza la historia paralela de Manuel y la Armada Invencible.
Costoya alterna en esta obra una novela de aventuras con muchísimos datos acerca de las mentiras sobre las que se fundó la ciudad, entrelazando por momentos un tono poético con un discurso directo y cargado de datos históricos. Es una obra clásica, para los amantes del genero histórico más puro que no temen tener que releer algunas páginas para conseguir procesar, comprender y sobre todo abrir los ojos, a una nueva realidad de la historia gallega que, una vez más, nos revela Rodrigo Costoya.
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