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NOTA: 7

La fragilidad del crisantemo, reseña de una novela que te traslada al período Heian

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - La fragilidad del crisantemo, reseña de una novela que te traslada al período Heian

El período Edo es uno de los más prolíficos para que los autores Occidentales ambienten sus tramas y argumentos. Sin embargo, La fragilidad del crisantemo tiene la virtud de saltar varios años antes, cuando los nobles vivían entre wakas de amor y competiciones de perfumes y los niños desaparecían en los bosques víctimas de los tengu. 

Argumento de La fragilidad del crisantemo 

Época Heian. El emperador acaba de trasladar la capital a Heian-kyo (posteriormente Kyoto) y el destino de tres personas acabará irremediablemente ligado el uno con el otro. 

Asatori, un humilde campesino, decidirá abandonar el pueblo en el que creció debido al potente rechazo de todos sus vecinos. Cuando Asatori era un niño, fue secuestrado durante un año por un tengu, un demonio japonés que habita en los bosques. Desde su vuelta, aunque no recuerda nada, lo han tratado como un apestado más. Sin recursos o dinero, decidirá unirse a un templo budista con la intención de convertirse en un monje guerrero.

Tokinobu, el capitán de la guarida de Heian-kyo, está frustrado porque no podrá ascender debido a su origen humilde y, con la ayuda de su amigo Oshimaro, intentará cortejar a una aristócrata. Y por último Katsumi, una joven noble que escribe relatos, se opondrá sistemáticamente a las absurdas costumbres de la época que le obligan a teñirse los dientes y arrancarse las cejas para atraer un buen marido. 

Los tres no se conocen, pero de una forma u otra están predestinados a algo mucho más grande de lo que jamás habían soñado. 

Sobre el período Heian en el que se ambienta la novela 

Olvidaos de los ninjas, las geishas, los samurai y el hara kiri. Aunque todos estos elementos comunes que tanto han sido explotados en el mundo audiovisual y literario proceden del mismo país, La fragilidad del crisantemo nos traslada a una época anterior: menos popular y familiar para el público general pero, de cualquier forma, igualmente interesante. Y es que el libro está ambientado en el último período clásico de la historia japonesa: el período Heian que, según el calendario occidental, comprende de los años 794- 1185. 

TODO

Este es un período de profundas diferencias sociales entre los campesinos, que malvivían del campo siendo reclutados a la fuerza para engrosar la inútil y malamente preparada infantería japonesa; y aristócratas que se entretenían componiendo poemas y haciendo del refinamiento y la elegancia, un arte al alcance de muy pocos. 

La obra de José Vicente Alfaro recoge cuidadosamente cada uno de los datos de la época y, como si fueran piezas de un mahjong, los va disponiendo sobre la trama sin dejarse prácticamente nada fuera del tintero: la guerra entre los nipones y los emishi, a los que odiaban por su falta de pelo; las costumbres de las damas nobles para aceptar o no a un pretendiente o incluso cómo poco a poco Japón empezaba a encontrar su propia identidad y a abandonar el modelo chino de gobierno y que influía tanto en lo político como en lo militar y que tanto lastre parecía arrastrar.  

Desde el nacimiento de las clases samurai dentro de los aristócratas a las decisiones económicas sobre la cesión de tierras de cultivo a las grandes familias nobles que no pagaban impuestos y que generaron más acumulación de poder y dinero, todo queda reflejado en la novela.  

Desde ella nos asomaremos a las reuniones del emperador Kanmu y su decisión por ser más aperturista y abandonar las ideas chinas; a las tramas políticas de los clanes Fujiwara para poder progresar e incluso al modo de vida de los sacerdotes budistas que tuvieron que convertirse en monjes sohei para protegerse a ellos mismos en un país sumido en la delincuencia y el peligro debido al hambre que atenazaba a toda la nación. Todo, basado en hechos reales y que recupera a personajes como el comandante Sakanoue no Tamuramaro de la historia clásica japonesa. 

Gracias a Tokinobu, Asatori y Katsumi, tendremos la posibilidad de recorrer el Japón de este período de una forma ligera y entretenida, reconociendo al acabar una buena novela de historia que deja un profundo poso de conocimiento sobre nosotros. 

Sobre el estilo: una novela cargada de documentación que no pesa

Lo primero que percibirás al entrar en el mundo de La fragilidad del crisantemo es la cuidadosa tarea de documentación que José Vicente Alfaro ha llevado a cabo a la hora de escribir su obra. A lo largo de las páginas, desde la primera hasta la última, no repara en detalles para explicarnos las costumbres de la sociedad japonesa, sus supersticiones y cómo estas llegaban incluso al propio emperador, las maneras y las formas de vida de los diferentes estratos de la sociedad e incluso sus principales preocupaciones. 

Para ello, adopta un tono académico y por momentos aleccionador en el que un diálogo va  acompañado de cortos párrafos que ambientan el contexto y que a veces se intercalan de varias de páginas cuyo propósito es explicarle al lector el por qué de una conducta o de un hecho. Lejos de hacerse pesado, el autor saltea la información para explicar por qué, por ejemplo, el ejército japonés era tan inútil contra los emishi, las posibilidades que tenía un campesino de poder progresar o el extraño vínculo que supone la amistad entre Oshimaro y Tokinobu. 

TODO

A pesar de su intensa documentación y las explicaciones que nos sacan fuera de la obra a menudo y con las que explica el contexto, el proceso de lectura no se ve entorpecido. El autor emplea continuamente palabras japonesas difícilmente traducibles pero bien señaladas con cursiva (yokai, katas, yamabushi…) y se vale de los personajes para ir haciendo avanzar la trama. Como suele ocurrir en este tipo de obras, la personalidad de Tokinobu, Katsumi u Asatori no es extremadamente compleja y por momentos puede llegar a ser predecible (la dulce dama que se apiada del niño pobre en el mercado o los dos hombres rectos y honestos que siempre obran bien), pero el autor se permite realizar ciertas concesiones con estos: no nos encontraremos con construcciones planas, arquetípicas y binarias de “el bueno y el malo”.Todos los personajes, al igual que la aristocracia japonesa, tienen una doble cara en la que a veces los impulsos, el egoísmo o el abandono de su rectitud moral, les abandonan por completo. 

La mujer japonesa y el estándar de belleza de la época 

Es absolutamente maravillosa la forma con la que La fragilidad del crisantemo nos introduce en la vida de las mujeres aristocráticas de la época. Se tiende a definir a Katsumi como una mujer culta debido precisamente a su formación leyendo poesía y a su habilidad escribiendo relatos, pero no podemos olvidarnos que todas las damas aristocráticas japonesas en el S.IX, a diferencia de la mayor parte de sus homólogas europeas, eran también personas letradas y sumamente elegantes. 

Entre ellas lo habitual es practicar el arte de la caligrafía la cual, para el que no esté familiarizado con el sistema de escritura de los kanjis japoneses con pincel, tiene mucha más complicación de la que parece en un primer momento. Por si esto fuera poco, también son duchas en poesía y en la escritura de los waka, los cuales usan para contestar a las cartas de cortejo de sus pretendientes. Incluso en cierto momento podemos ver cómo las ayudantes de cámara de la emperatriz se obsesionan por la lectura de los relatos de Momotaro, mostrándonos cómo la nobleza más pobre también educaba en la lectura y escritura a sus mujeres. 

Por si esto no fuera suficiente, se les pide a todas las mujeres que sean enormemente bellas pero, al mismo tiempo, que no permitan que nadie vea su rostro hasta el punto de ponerse un abanico frente al rostro para hacer las compras. Pero lo más fascinante del asunto es ver cómo las descripciones de aquellas consideradas verdaderas beldades, no se corresponden a nuestro actual canon de belleza (teniendo en cuenta, por supuesto, que la belleza es subjetiva a todo el mundo).  

En él encontraremos a mujeres de labios pequeños, caras redondas y ligeramente voluminosas de cuerpo que, aún por encima, se colocan varias capas de kimonos de diferentes colores para aumentar el tamaño de su propio cuerpo. Otras costumbres realmente asombrosas era la de teñir sus dientes de negro y arrancarse todas las cejas al completo para dibujarlas después con un carbón negro (esta última tendencia se ha recuperado en el mundo del maquillaje profesional y actualmente hay muchas seguidoras de la misma). 

Opinión sobre La fragilidad del crisantemo  

La fragilidad del crisantemo es una obra perfecta para todo aquel al que le guste el mundo japonés y esté harto de las típicas historias basadas en los ninja, samurais y geishas. El estilo de escritura de José Vicente Alfaro es ligero y fresco, algo muy de agradecer teniendo en cuenta la gran cantidad de apuntes que va introduciendo en la obra para contextualizarla. 

La documentación de la obra es impecable y la cantidad de información que el autor facilita sobre las costumbres y la situación socio-política de la misma no abruman jamás, aunque para mi gusto personal siempre es mejor anticipar el por qué de la reacción o respuesta futura de un personaje en lugar de añadir una aclaración una vez se ha efectuado el hecho. Por poner un ejemplo, en lugar de explicar que el emperador Kanmu va a realizar una ceremonia para aplacar el espíritu de su hermano por sus supersticiones después de que este la haya anunciado, creo que todo queda mejor hilado cuando esto está anticipado de alguna forma. 

El libro presenta desde el principio un conflicto y una búsqueda de superación personal para cada uno de los personajes. Katsumi intenta contentar a su madre a pesar de odiar a sus pretendientes, Tokinobu quiere ascender en la Guardia y Asatori se preocupa por encontrar un lugar en el mundo. El comienzo del libro me enamoró profundamente e hizo que no pudiera soltarlo, decidida a absorber cada detalle de la vida de cada uno de los tres. Mi favorito particular era Asatori: como amante de las obras de Mo Yan, simpatizo rápidamente con los personajes humildes que vienen del campo. Sin embargo, he de confesar que en el momento en el que se soluciona el primer nudo de la trama, empecé a perder ligeramente la sensación de acompañar a los mismos personajes. 

(Spoilers en adelante)

Katsumi parece acceder al matrimonio con Tokinobu solamente debido a su tolerancia a las cejas con pelo y los dientes blancos. La muerte de su madre que sirvió para que no se interpusiera en el matrimonio me pareció una coincidencia hecha para encajar la trama, y el hecho de que su padre en ningún momento pusiera en duda a Tokinobu a pesar de haberse pronunciado en pos de la felicidad de su hija (una cosa es lo que dice un noble y otra casar a su hija con alguien que, para ellos, casi no tiene alma). Por otro lado, Tokinobu, obsesionado por reformar la Guardia de la ciudad para perseguir un fin tan noble como acabar con la delincuencia, parece olvidar sus objetivos en cuanto accede al poder. 

Asatori es sin duda el que más me convenció, pero eché muy en falta que hablase de las penurias del camino, del tipo de alimentos que encontró en el bosque (y que de esta forma, de paso, su genial autor nos diese información gastronómica de la época) y que desarrollase un poco más el ámbito espiritual cuando está con el yamabushi lejos de simplemente citar que “meditaba” y “repetía las katas”. 

La brillantez de los personajes por los que desarrollé una fuerte pasión y que están tan bien documentados mantuvo el interés de la novela hasta el final, aunque la investigación de los niños raptados por los tengu hiciera empalidecer un poco el argumento al ver cómo tanto Katsumi como Asatori van dando palos de ciego en una investigación bastante mal planificada (puede ser un señor que he visto en un templo o incluso la propia emperatriz porque se acaban de cruzar, por casualidad, en nuestras vidas)... 

Sin embargo, algunas de las escenas como el combate entre Asahito y los emishi, son simplemente deliciosas e inolvidables. Tiendo a admirar mucho a los escritores que son capaces de describir un buen enfrentamiento o batalla sin caer en tópicos, predecir el final del combate y, al mismo tiempo, mantener al lector en la incertidumbre de no saber si todo saldrá bien al final. 

El libro tiene un final capaz de sorprenderte con un inteligente giro que recuerda ligeramente al de la famosa obra de Patrick Süskind y, en general, la sensación final con la que te quedas tras la lectura es la mencionada más arriba. Leer La fragilidad del crisantemo no es una simple ocupación de entretenimiento con el que ocupar una tarde: está cargada de detalles y de información que te acompañarán toda la vida y que generan una bonita imagen de un Japón por mucha gente ignorado. Tras cerrar la última página, todavía te pesará un poco el corazón. Y seguirás recordando el dolor que genera recibir una carta con un crisantemo. 

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