Si tal y como nosotros leísteis en su momento Ari, cazador de dragones y os enamorasteis del guión Manuel Gutiérrez y el espectacular dibujo de Xulia Vicente, entonces os recomendamos prudencia, porque esta segunda parte viene a arrojar luz sobre un mundo bello y al mismo tiempo frío y despótico donde la gente se muere de hambre y se matarían a cambio de carne.
Ira, jinete de dragones, argumento de esta segunda parte de Sello de dragón
Ira, jinete de dragones es una versión en espejo de los días previos y posteriores al épico combate que nos introdujo el primer tomo de Sello de dragón. De esta forma, conoceremos a Ira: la joven heredera al imperio de los Skayr perteneciente al clan Anori que está deseando probar su valía en la arena.
Ira sueña con ser libre, cabalgar a lomos de su dragón y reinar gracias a la fama que le otorga saber que es una guerrera aclamada en todo Nilak. Sin embargo, un enfrentamiento con un cazador desconocido acabará cambiando para siempre su vida mientras el magnífico trabajo de Xulia y Manuel ponen de manifiesto la injusticia de su mundo.
La importancia de la carne, las injusticias y el drama de Nilak
Es complicado representar una sociedad tan profundamente dividida entre privilegiados y oprimidos sin caer en los tópicos, en escenas escabrosas de gente muerta de hambre o en figuras tendidas en el suelo esperando su muerte. Y sin embargo, el mundo de Nilak está construido capa tras capa, aportando pequeños detalles en las conversaciones, negociaciones y actitudes de los personajes que no hacen más que enriquecer esta enorme brecha social.
Y es que Ari, jinete de dragones nos aporta una visión mucho más amplia del conflicto que hay entre los skayr, los cuales se apodan a sí mismos “la luz de Nilak”, y los mirkyr o “seres de la noche”. De pronto el intento de rebelión y guerra que tan poco le importaba a Ari de tal forma que se traslada esta antipatía a las causas ideológicas de sus compañeros del primer tomo, cobra más sentido que nunca, especialmente teniendo en cuenta el mundo en el que viven los humanos en Nilak.
Un mundo frío, donde los seres humanos son de los pocos animales de sangre caliente que han sobrevivido a las heladas, desesperados por verduras, fruta y cualquier pedazo de alimento que haya. No es por eso de extrañar que desde los mercenarios más bajos hasta los cazadores y vagabundos de los caminos negocien siempre sus servicios a cambio de alimentos frescos.
En este contexto, esta isla nórdica y helada cargada de elementos de decoración del imperio chino y los mongoles, el conflicto entre ambos grupos es más que evidente y pone de manifiesto otro tema que trata la obra: la falta de libertad. Los skayr, enormes y poderosos, esclavizan a los mirkyr siempre que necesitan mano de obra barata y sus métodos no pueden ser más injustos. En lugar de crear un, ligerísimamente justificado sistema de gobierno basado en el conquistador y el conquistado como ocurrió a lo largo de la historia, Manuel y Xulia dejan claro que los skayr no son trigo limpio a la hora de presentarnos a esclavos que temen comer carne que les regala sus dueños; en forma de ancianas que se quedan solas porque se han llevado a todos los hombres jóvenes de su poblado sin culpa ni delito alguno como esclavos y, por supuesto, pactos rotos, corrupción y deslealtades.
Es fácil de esta forma que tu corazón como lector se posicione con los mirkyr y específicamente con Ari, pero hemos de recordar que este lucha por sus propios motivos egoístas, que en sus ideas no hay lugar para la liberación del pueblo skayr y que es, casi tan egoísta, como la propia Ira.
Y a pesar de ello, sigue siendo brillante cómo se representa a los unos y los otros. La historia siempre la cuentan los vencedores, así que no es de extrañar que los jinetes de dragones se hagan llamar “la luz de Nilak” cuando están cegados por su propio reflejo.
Xulia Vicente mejora, impresiona, destaca y enamora una vez más
Desde la publicación de Ari, cazador de dragones a este segundo tomo han pasado varios años y sin lugar a duda estos se puede percibir en la increíble evolución no solo de Xulia Vicente como autora sino también de Manuel Gutiérrez.
El primer tomo pecaba de ser demasiado acelerado y rápido, provocando que a veces la acción saltase con tanta celeridad que te tenías que obligar como lector a leer más despacio para poder saborearlo. Pero el ritmo en este segundo tomo es simplemente perfecto. A través de las páginas finales en las que Manuel y Xulia explican su proceso creativo queda perfectamente patente el increíble nivel de detalle y el trabajo que hay detrás de estas páginas.
El truco está precisamente en cómo ambos autores se complementan para reforzar el concepto de espejo alrededor del que gira toda la obra. Desde los nombres de los protagonistas (Ari e Ira), lo cual ya te da una pista de la relación que tienen ambos, hasta la forma de narrar la historia. Cuando lees Ari, cazador de dragones, la misteriosa jinete te parece alguien enormemente bien entrenada y con sangre fría, pero será en estas viñetas vistas desde el punto de vista de la joven cuando percibirás los detalles con los que Xulia construye la personalidad de los personajes. Como el gesto de completa incredulidad que tiene Ira al cortarle la mano a Ari, o el hecho de que Ari se representa en ese tomo mucho más agresivo, violento y misterioso que en el anterior (efecto logrado en parte gracias a oscurecer la zona de los ojos).
Otro ejemplo maravilloso es cómo Xulia soluciona el paso del tiempo en la vida de Ari simplemente creando una composición de viñetas donde se ve el día a día de la protagonista. Y, de forma contraria a lo que pueda parecer, ni una sola de ellas carece de detalle.
El color sigue siendo simplemente magistral en esta obra, donde las emociones y el significado de cada tono sirve para transmitir paisajes cálidos o el lujo más opulento y maravilloso en cada situación. Aquí será donde se vea la riqueza inspirada en el imperio chino y otomano de los skayr y donde se refuerce la metáfora de la libertad que se busca con Ira sobrevolando los cielos con su dragón.
Mi opinión sobre Ira, jinete de dragones
Leer este cómic ha sido un auténtico placer y una delicia para los sentidos. Entre sus páginas, sentí la misma emoción por un trabajo artístico más que impecable que al leer Harfang. Sin lugar a dudas, el tándem de Manuel Gutiérrez detrás del guion, el cual se nota enormemente trabajado y lleno de matices que no se perciben a simple vista; con el maravilloso arte de Xulia es un acierto en todos los sentidos.
Como ya os he dicho, Ira, jinete de dragones mantiene el mismo estilo artístico y una colorimetría muy similar a la primera parte, de forma que el tiempo pasado entre una y otra obra solo se percibe en la mejora del ritmo narrativo, las soluciones creativas que encuentran para hacer avanzar el tiempo y el perfecto resultado con el que te quedas al final.
Dicen que las segundas partes de las trilogías siempre son las peores pero está claro, que en el caso de Ira, esta vuela mucho más alto.
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