Emily es un duro relato sobre la desaparición de una niña, la impotencia de la justicia y la policía y el oscuro mundo de la pederastia.
Argumento de Emily
Emily no tiene una vida fácil: trabaja de camarera sacrificando su vida y su tiempo libre para conseguir sacar a su hermana Luci del hogar tóxico en el que ambas están atrapadas. Su madre es politoxicómana y las maltrata y Emily cada vez lo tiene más difícil para poder conseguir proteger la infancia de su hermanita. Sin embargo, el día en que por fin iban a abandonar su casa, su vida se tuerce por completo cuando Luci desaparece en la puerta del colegio.
Nadie sabe dónde ha podido ir, pero lo que Emily tiene claro es que es posible que haya sido víctima de un famoso pederasta.
Sobre la desaparición de una niña y la forma de proceder de la policía
El principio del relato de Emily nos traslada a la angustiosa desaparición de Luci, la hermana pequeña de Emily y cómo ésta pide ayuda a la policía. Es especialmente ilustrativo el hecho de que la autora se moleste en describir cómo la policía en un primer momento no le presta la debida atención a la desaparición de la niña. Sin embargo, el ritmo extremadamente rápido de escritura hace que no seas capaz de angustiarte por un evento increíblemente fácil de predecir (especialmente con la aparición de Tomi y la proclama de Emily de que aquella era la última noche que pasarían allí). Haría falta algo más de pausa para que el suceso nos pillara de sorpresa. Al fin y al cabo, Emily no nos da ningún dato que genere la falsa sensación de seguridad en el lector, necesaria para que la pérdida de la pequeña sea realmente una sorpresa.
¿Dónde esconde Emily el dinero que gana para que su madre no lo encuentre? ¿A qué ciudad pretenden mudarse? ¿Ha hablado ya con el colegio de su hermana? Y, si iban a marcharse esa noche ¿no habría tenido que dejar con anterioridad el trabajo? ¿No tendría que haber dejado las maletas hechas justo antes de ir a buscar a su hermana? La simple imagen de una maletita infantil abandonada ya sería suficientemente potente para que el lector se estremeciera de ansiedad, pero lo cierto es que los eventos se suceden tan rápidamente que no da tiempo a sentir nada.
Algo muy similar sucede con el intento de suicidio de la propia Emily o con la personalidad de Greg y Donald, los investigadores: la falta de descripciones y de momentos de calma para procesar los sentimientos de los personajes los traslada a un plano irreal y lejano con el que es difícil empatizar.
La piscina de la pederastia: símbolos y cultura pedófila
Lo que sí es muy real y palpable es la profunda documentación de la autora haciendo el mundo de la pederastia. A través de este relato descubrimos que los pederastas se reconocen entre ellos a través de símbolos aparentemente tan inocentes como corazones o mariposas. Una filtración de wikileaks nos permite ver exactamente las formas y colores empleados en este complejo y enormemente extendido sistema en el que no solo se puede identificar la preferencia de género de los pederastas, sino también de edades.
También es especialmente relevante el hecho de que el nick o nombre de usuario del pederasta fuera “Rony12”, ya que con este número intenta sembrar en la mente de los niños con los que chatea, que solamente tiene 12 años y que es por tanto, tan inofensivo como ellos puedan creer.
A través del relato podremos conocer las actividades secretas de los pedófilos, sus gustos, su forma de conectarse a la famosa deep web sin que nadie pueda descubrirte y sus comportamientos en los foros. También queda evidente la profunda brecha mental que existe en la sociedad, en la que la idea de que alguien sea un pedófilo va siempre de la mano con la imagen de un hombre mayor y con un aspecto repugnante, carente de cualquier tipo de virtud. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Sin entrar en los spoilers, Emily nos demostrará que hasta las personas más cercanas y amables, pueden llegar a esconder terribles secretos.
Los técnicos apenas habían empezado a hurgar en el disco duro cuando se toparon con TOR, el inconfundible navegador de la cebolla, también conocido como «internet profundo». En esa clase de sitios era relativamente fácil toparse con videos de violaciones, mutilaciones, sexo explícito, venta de órganos, sicarios y toda clase de material ilegal, en especial pornografía infantil. TOR protegía tu anonimato, aunque si accedías desde él a algún servicio de internet normal, como el correo electrónico, se hacía visible tu localización y alguien podía rastrearte.
En este caso se plantea el dilema moral subyacente en el relato: ¿es lícito torturar y matar a un pederasta que ha asesinado a más de cuarenta niños? La justicia española, al menos, no lo cree correcto. Este tipo de acciones de venganza personal acaban en todos los casos en la cárcel y no hay atenuante posible que le conceda la libertad. Sin embargo, el relato nos pone en una encrucijada:
Cuando ha sido la propia justicia la que te ha fallado y la que se ha visto incapaz de mantener a seres tan peligrosos fuera de las calles, ¿qué alternativas te quedan? Es especialmente grave en el caso de algunos de los niños que aparecen en el libro que estuvieron desaparecidos dos años enteros.
—Aún no ha sido posible averiguar la hora exacta, pero calculamos que falleció hace un par de días.
—Siempre lo supe, siempre supe que mi niño estaba vivo... pero nadie quiso escucharme y ahora está muerto.
Pedofilia vs pederastia ¿es una filia y punto? (spoilers dentro)
El propio relato plantea a la mitad del mismo una peligrosa reflexión: si no se hace daño a nadie, ¿por qué está mal vista la pedofilia? La autora se entretiene explicando a los lectores la diferencia entre un pederasta (aquel que realiza actos sexuales con niños) y un pedófilo (que solo los admira en la lejanía).
En una de las confesiones de uno de los personajes, declara la difícil vida que lleva un pedófilo comparándola a ser homosexual: es una orientación sexual con la que naces y que no puedes corregir, con la que solo te quedan dos opciones: o reprimirla o volverte un pederasta. El relato le otorga el papel a Neo de ser el portavoz de la reacción que se podría esperar de la sociedad, pero toma claramente partido por la idea de que la pedofilia, siempre y cuando no se consuma pornografía infantil y no pase a la pederastia, no es algo condenatorio por sí mismo.
No era justo, una persona con unos valores tan sólidos y con una visión tan clara de lo que es moralmente aceptable con tan solo diecisiete años no merecía aquello. Era probable que tuviese por delante un futuro prometedor siempre y cuando se le procurase la ayuda que necesitaba.
Esa última frase de la cita que os pego sobre “la ayuda que necesitaba” me llevó a realizar una rápida búsqueda sobre los tratamientos y opciones que existen actualmente para acabar con la pedofilia y al parecer los expertos están de acuerdo en que no existe cura posible para la pedofilia.
Mi opinión sobre Emily (spoilers)
Emily es un relato con ideas muy interesantes y que sin duda tiene una importante carga de documentación sobre el mundo de la pederastia detrás, sin embargo le falta pulir algunos detalles de estilo. Cosas como detenerse en los sentimientos y reacciones emocionales de los personajes implicados, darle más detalles a la realidad de cada uno de ellos o incluso generar personalidades para los investigadores implicados en la trama son esenciales para que la obra despunte.
Esto ocurre también con los diálogos. Algunos personajes, como el adolescente de 17 años Daniel, se expresan de una forma ligeramente antinatural para alguien de su edad, empleando palabras como “tez” en vez de rostro, u “ojos castaños” en vez de marrones. Además, algunas referencias como la supuesta violación del pederasta por un hombre llamado Adolf (¿es por Adolf Hitler?) son demasiado evidentes y explícitas.
Sin embargo, el final consigue sorprenderte precisamente porque juega con la desaparición de Emily al principio de la historia y con la introducción de esas escenas salteadas en las que se ve a una mujer no identificada torturar a un pederasta. Conforme llegas al final, intrigada porque no sabes qué relación tiene el principio de la historia con el final, se descubre exitosamente que Emily decidió reenfocar su vida en la lucha contra la pederastia y que ella es la sargento que sigue el caso de Alison.
El relato no intenta decirte qué es lo correcto: no podemos saber lo que es perder a un hijo de la mano de un pederasta. Sin embargo, yo lo tengo muy claro. Cuando te han arrebatado toda esperanza en el futuro ¿por qué molestarse en seguir las normas?
Gracias a Georgia de Promoción de libros por habernos descubierto Emily.
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