Sinopsis de Último día de un condenado a muerte
Esta novela corta del escritor francés Victor Hugo es uno de los mayores alegatos contra la pena de muerte que existen en el mundo de las letras. Hugo comenzó a escribir esta obra a finales del año 1828, después de haber presenciado a un verdugo ensayando con la guillotina el ajusticiamiento del día siguiente. Esta imagen causó tal impacto en el escritor que quiso plasmar una historia que reflejara las penurias por las que pasa la mente humana al verse expuesta a la sombra de la muerte.
En Último día de un condenado a muerte Victor Hugo se pone en la piel de un hombre sin identidad, sin muchos rasgos característicos... Un hombre al fin y al cabo, que espera la muerte. El personaje principal de la novela es un ciudadano francés de clase alta que ha cometido un crimen y, tras ser ajusticiado, espera en una larga agonía la hora de su muerte. No conocemos su nombre, ni tampoco el motivo por el cual es condenado a la pena mayor, pero vivimos los últimos meses de vida con él, desde su propio punto de vista.
El condenado refleja su agonía en unas hojas de papel, la única petición que hace a sus carceleros. Somos testigo de primera mano de la insoportable espera, de sus esperanzas de alcanzar el indulto, de su viaje al patíbulo y hasta de su pavor a la turba el día de su ejecución. También vivimos sus recuerdos, teñidos de nostalgia, en los que el reo recuerda su libertad y el calor de su familia, especialmente de su hija Marie, de quien recibe una visita en su celda.
Esta novela corta vio la luz en el año 1829 y es toda una declaración de intenciones del escritor Victor Hugo, un firme detractor de la pena de muerte. A pesar de lo innovador del estilo de este relato, casi un ensayo novelado, no gozó de gran éxito entre los coetáneos de Hugo.
Sobre Victor Hugo, el autor de Último día de un condenado a muerte
Victor Hugo es uno de los mayores referentes de la escritura universal. Además de ser uno de los más grandes escritores y poetas de la literatura francesa, Hugo se postuló como un firme defensor de los Derechos Humanos en uno de los períodos más convulsos de la historia de Francia.
Victor Hugo nace en el año 1802. Fue el menor de tres hermanos varones, nacidos del matrimonio entre el general Joseph Léopold Sigisbert Hugo y Sophie Trébuchet.
En el año 1813, después de una breve estancia de dos años en Madrid, Victor y sus hermanos se trasladan a París con su madre, después de que ésta se divorciara del padre de los niños para vivir con su amante: el padrino de Victor Hugo.
Ya en 1822 contrae matrimonio con Adéle Foucher, a quien conocía desde la infancia, y tienen un total de cinco hijos. De estos niños, sólo Adéle, la menor de todos ellos, sobreviviría a su padre.
Victor Hugo comenzó a escribir a una edad muy temprana, consiguiendo ya de niño el reconocimiento público por algunas de sus poesías. En el período que abarca los años 1829-1843 escribe gran parte de sus obras más conocidas. Es en esta etapa cuando sale a la luz su Nuestra Señora de París, en el año 1831, o El Rey se divierte, en el año 1832.
Mantuvo una intensa actividad política a lo largo de sus años de vida, que compaginó con su pasión por la escritura. Abiertamente antimonárquico, tuvo que exiliarse de Francia en el año 1851, después del fracaso de su resistencia contra Napoleón III.
Ya en Bélgica, exiliado de su patria, escribió la conocida obra Los miserables. En esta obra Victor Hugo aborda las injusticias de la Francia del siglo XIX. Esta lucha social que mantuvo en sus textos se percibe también en Último día de un condenado a muerte, el libro que analizamos en esta entrada, donde el escritor expresa sin tapujos su repulsión hacia la pena de muerte.
Una vez disuelto el Segundo Imperio, en el año 1870, Hugo regresó a Francia, donde se centró en la vida política, entrando a formar parte de la Asamblea Nacional y más tarde del Senado.
Sus últimos años de vida, su producción literaria fue mucho menos extensa, aunque su fama no hizo más que aumentar. A su muerte, en el año 1885, fue honrado con un funeral de Estado.
Es, sin duda, uno de lo autores más prolíficos del país galo. Su elevada producción literaria se debe en gran medida a la rigurosa disciplina que demostró a lo largo de toda su vida. Las páginas de sus obras suman un total de 18000.
Análisis de la obra Último día de un condenado a muerte (spoilers)
En el primer capítulo de la novela el protagonista nos revela su condición de condenado a muerte. Conocemos sus angustias, dónde se encuentra y los motivos que le llevan a escribir las horas de su cautiverio hasta su último día. El condenado a muerte está preso en el Castillo de Bicêtre en el momento de comenzar su narración, una edificación que fue empleada como hospital y presidio al mismo tiempo.
Parece como si el propio Victor Hugo (siendo conocedores de su ideología) hable a través del protagonista de su novela, ya que comienza el libro con todo un alegato en contra de la pena de muerte. El propio reo desvela que la existencia de estas páginas pretende que en un futuro pueda llegar a alguien que se cuestione la utilidad - y la humanidad - de la misma.
Acto seguido, el protagonista hace una regresión en el tiempo para narrarnos el juicio donde fue condenado. Aquí el escritor nos sorprende con el tono ligero y desenfadado del narrador. Impresiona lo sensitivo que es desde un primer momento el relato, cargado de luz y de detalles (el protagonista repara hasta en una pequeña flor en el marco de la ventana). La explicación la encontramos en el optimismo inicial del reo, que cree en todo momento que saldrá libre de toda pena del proceso judicial.
En el momento que le comunican su condena: trabajos forzados de por vida, el peso del mundo le cae sobre los hombros. La ilusa promesa de libertad que albergaba hasta ese momento, unido al terror que le suscita al protagonista la pena que le es impuesta, hacen que sea él mismo quien pida ser condenado a muerte.
Yo seguía caminando, ebrio y estupefacto. Una revolución acababa de producirse dentro de mí. Hasta el decreto de muerte, me había sentido respirar, palpitar, vivir en el mismo mundo que los hombres; ahora distinguía claramente una valla entre ese mundo y yo. Nada se me aparecía con el mismo aspecto de antes.
Lo que en un primer momento parece una decisión firme, termina volviéndose contra el propio condenado. Desde el momento en que es encerrado de nuevo, ya con los días contados, la cruda realidad se va volviendo más tangible. A medida que transcurre el tiempo en la historia, la idea de la muerte se vuelve más y más obsesiva en los pensamientos del preso.
El relato completo es un monólogo interno. Toda la historia está contada en primera persona, desde la perspectiva del condenado a muerte. Esto es un rasgo a destacar, ya que Victor Hugo es uno de los pioneros en emplear este técnica en un texto con finalidad social.
Seis semanas es el tiempo que acompañamos al protagonista, esperando con él la condena final. En un primer momento en su celda de Bicêtre, y más tarde en la Conserjería.
El protagonista solicita que se le proporcionen unos papeles para poder escribir su historia. Es la única petición que hace a sus carceleros. A través de estas hojas podemos conocer los pensamientos y la situación del condenado a muerte. La única pretensión que tiene este hombre al escribir su historia es, quizás de forma ingenua, que en algún momento alguien se tope con estos escritos y se termine aboliendo la pena de muerte.
Uno de los episodios más destacados de la estancia del reo en Bicêtre es el momento en que, como si de un espectáculo se tratase, un grupo de galeotes son preparados para cumplir condena. El condenado a muerte los observa desde una celda con terror. Él, un hombre de clase alta, se ve rodeado de miseria y ve reflejado en esos hombres el destino que rechazó en el juicio. Los galeotes eran condenados a remar en embarcaciones durante un período estipulado de tiempo, proporcional dependiendo del crimen cometido. Este grupo de galeotes señalan desde el patio a su celda y le gritan, reconociéndolo como El condenado.
Embestía la puerta, llamaba rabiosamente; y entonces me pareció escuchar todavía más de cerca las espantosas voces de los galeotes. Creí ver sus cabezas horribles aparecer sobre el borde de mi ventana, solté un segundo grito de angustia, y caí desmayado.
El otro momento que queremos destacar, y que marca un punto de inflexión en el ánimo del personaje, es el encuentro con su hija Marie. El recuerdo de la pequeña es uno de los pocos que aporta un poco de luz al condenado. En el momento que se encuentra con su pequeña de cabellos rubios nada sale como esperaba.
En vez de lanzarse a sus brazos, la niña se encuentra cohibida y llena de miedo. No lo reconoce en ningún momento, encontrándose con un hombre desaliñado y famélico. Al final, abatido al haber perdido el último consuelo que le quedaba, el hombre pide que se lleven a la niña. Esta es la única conexión con su pasado que disfruta el condenado a muerte en su cautiverio.
Y de repente, he caído sobre mi silla, vacío, melancólico, desesperado. Es ahora cuando deberían venir; ya nada me importa; se ha roto la última fibra de mi corazón. Estoy dispuesto para lo que van a hacerme.
Aunque no conocemos el motivo por el que el protagonista es condenado a muerte (aunque en un momento, el mismo día de su ejecución, intenta escribirlo), hay un hecho que puede arrojar un poco de luz. A través de un sueño, podemos apreciar quizás parte de lo sucedido el día del crimen. En el sueño, el protagonista juega con sus amigos a las cartas en su casa mientras su mujer está en la habitación durmiendo con la niña. Al escuchar un ruido, el grupo se levanta para descubrir qué sucede. El protagonista encuentra a una anciana escondida detrás de una de las puertas y, a pesar de que la linchan, no dice ni una palabra.
Puede ser éste el recuero del crimen que ha llevado al condenado a su celda, aunque no queda claro. Al no conocer el crimen del condenado tampoco podemos juzgarlo, es una estrategia inteligente que emplea el escritor para que no se pierda de vista la intención del texto. Al no saber qué ha hecho el hombre no podemos condenarlo o culpabilizarlo, simplemente nos centramos en lo que siente en cada momento.
¡Oh! El pueblo horrible con sus gritos de hiena. ¿Quién sabe si no podré escapar de él? ¿Si no seré salvado? ¿Si mi indulto...? ¡Es imposible que no me indulten!
En la escritura de la novela apreciamos un cambio entre las primeras páginas, más sensitivas y detalladas, y las últimas, en las que la urgencia del protagonista es mayor. Se suceden pensamientos y sueños, de forma atropellada, la ansiedad en el condenado a muerte aumenta y hasta se plantea desvelar su crimen, aunque al final por su traslado no le es posible. Su necesidad de volcarse en el papel, a medida que se acerca la hora de su muerte, es más y más intensa.
Este pico de ansiedad queda patente, de forma especial, en el último momento, en que el condenado a muerte se afana en redactar su petición de indulto. Todos nosotros, los lectores, sabemos que este intento es ya inútil, que está completamente solo y su destino está sellado.
El corte drástico y seco de la novela al final es especialmente dramático. Queda a la interpretación de cada uno lo que le sucede al protagonista, ya que perdemos la conexión con él, es un viaje que hace solo sin el amparo de sus papeles y no podemos acompañarlo.
Opinión de la obra Último día de un condenado a muerte
La novela corta Último día de un condenado a muerte es un relato desgarrador ya de por sí, pero esta impresión aumenta cuando pensamos en la época en la que se publicó la novela. Pocos eran los autores que se cuestionaban la utilidad o el conflicto ético que suponía la pena capital a principios del siglo XIX, y Hugo es uno de sus más destacados detractores.
En nuestra opinión, los puntos que más destacan de la obra, son:
- Protagonista sin nombre, edad, características específicas. Se consigue así una historia más cruda, ya que uno interioriza más al personaje al leer y se pone más en su piel, porque podría ser cualquiera.
- Alegato contra la pena de muerte adelantada a su tiempo. Como ya hemos dicho antes, se trata de un tema que no se abordaba con especial frecuencia en la época. En Francia a principios del siglo XIX todavía se sentía el eco de la Revolución de 1789 y la guillotina se había convertido en un espectáculo público.
- No se da a conocer el crimen del condenado. Evitar esta información en el texto tiene el objetivo de que no se centre la causa en un caso en concreto, no se quiere que los lectores juzguen al protagonista o que haya críticos que intenten justificar la pena valiéndose de este hecho. Sí se aporta, sin embargo, el dato de que el reo pertenece a la clase alta, porque éstos eran el objetivo principal de Victor Hugo, aquellos que llegarían con mayor facilidad al libro y que vivían, por lo general, ajenos a la posibilidad de vivir esta situación en sus carnes.
- Atemporalidad de la obra. Se trata de un libro que tiene un mensaje que hoy en día tiene el mismo efecto que en el día de su publicación. Si bien es cierto que en Francia no se vive la misma situación, ni la pena de muerte está tan masificada en Europa, el hecho es que sigue existiendo. Y mientras exista pena de muerte, esta obra será tan necesaria para remover conciencias.
- El empleo de la primera persona, monólogo interior. Este recurso hace que nos sintamos, como el protagonista, atrapados, vulnerables contra el tiempo y a la espera de un desenlace fatal. Al experimentar esas seis semanas de reclusión con el condenado, en nuestras propias carnes, podemos comprobar cómo se siente y hacer nuestra su angustia.
En definitiva, nos ha parecido una obra de lo más interesante. Un relato que hay que leer para comprender la situación que se vivía en la Francia de principios del siglo XIX, aún intentando estabilizarse después de la Revolución Francesa. Consideramos que debería ser una lectura obligada en colegios, ya que estimula la empatía. Además, es una obra que aún hoy en día está de actualidad, ya que la pena de muerte está todavía muy lejos de ser parte del pasado en muchos países del mundo.
Nos llamó la atención esta nueva colección de clásicos de Austral, que han reeditado algunos clásicos cortos en una reedición de lo más manejable y práctica. Las tapas blandas del libro hacen que la lectura sea mucho más cómoda y el hecho de que las dimensiones sean del mismo tamaño que la propia mano hacen que sea sencillo llevarlo a cualquier parte. De esta forma, podemos leer tanto en el autobús, en el metro o en los ratos muertos que tenemos a lo largo del día sin cargar con mucho peso.
Ya por último, ¡una recomendación! Una de las redactoras de Momoko escuchó una vez que esta obra había que leerla francés, en voz alta y poniéndole alma a la lectura. Así lo hizo ella y nos asegura que fue uno de los libros que más le impactó de su adolescencia. No es de extrañar, el texto entero es muy intenso y estamos convencidas de que el manuscrito original expresa de una forma desgarradora lo que siente el protagonista. Sin duda, una idea que hay que probar (especialmente aquellos que habléis francés) y que mejora la experiencia.
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