Último día de un condenado a muerte es uno de los textos más personales del escritor Victor Hugo. El famoso autor fue uno de los grandes defensores de los Derechos Humanos, un completo adelantado a su tiempo que demuestra en esta novela su opinión en contra de la pena de muerte. El propio Hugo vivió en sus carnes el proceso a través de muchos amigos suyos, que perdieron la vida bajo el filo de la guillotina. Es toda una declaración de intenciones que gana todavía más peso cuando se contextualiza en el momento de su publicación.
Yo seguía caminando, ebrio y estupefacto. Una revolución acababa de producirse dentro de mí. Hasta el decreto de muerte, me había sentido respirar, palpitar, vivir en el mismo mundo que los hombres; ahora distinguía claramente una valla entre ese mundo y yo. Nada se me aparecía con el mismo aspecto de antes.
Embestía la puerta, llamaba rabiosamente; y entonces me pareció escuchar todavía más de cerca las espantosas voces de los galeotes. Creí ver sus cabezas horribles aparecer sobre el borde de mi ventana, solté un segundo grito de angustia, y caí desmayado.
Y de repente, he caído sobre mi silla, vacío, melancólico, desesperado. Es ahora cuando deberían venir; ya nada me importa; se ha roto la última fibra de mi corazón. Estoy dispuesto para lo que van a hacerme.
¡Oh! El pueblo horrible con sus gritos de hiena. ¿Quién sabe si no podré escapar de él? ¿Si no seré salvado? ¿Si mi indulto...? ¡Es imposible que no me indulten!