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NOTA: 6

El poder de la ira: cómo convertir la ira en acción compasiva

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El poder de la ira: cómo convertir la ira en acción compasiva

¿Puede el budismo dar respuesta a los problemas del mundo actual? Las injusticias, el racismo y la consecutiva eliminación de derechos sociales están generando oleadas de ira y de violencia entre la población mundial. En contra de lo que la mayor parte de la gente pueda llegar a creer, el dalái lama y el budismo comprenden que la ira es inherente del ser humano y nos enseñan a convertirla en acción compasiva. 

Este pequeño libro nace de una entrevista con el dalái lama por parte de Noriyuki Ueda, conocido escritor y estudioso de la cultura japonesa. En él, el dalai lama realiza un repaso sobre el estado del budismo actual y la importancia de la educación para atraer a nuevos creyentes, la diferencia entre la fé ciega y la lógica espiritual y los siguientes pasos que se deben dar para garantizar una mejor práctica budista basada en la empatía y la tolerancia. 

Sobre el libro de El poder de la ira

El poder de la ira es un pequeño librito impreso en un formato reducido de 100 x 150 m2 con encuadernación en tapa blanda e interior en blanco y negro. Su pequeño tamaño lo hace ideal para poder llevártelo contigo a cualquier parte y explorar sobre las diferentes ideas sobre las que elucubra el dalai lama en su desordenado discurso. 

Dividido en pequeños capítulos, el libro alterna el texto de la entrevista del dalai lama con extractos especialmente ilustrativos de sus declaraciones, ofreciendo una ruptura visual en forma de perlas de sabiduría que condensan el texto. Como ocurre en cualquier conversación, los temas de los que habla el dalai lama no están del todo ordenados, saltando de la necesidad de ser más coherentes con nuestras creencias religiosas a las bases esenciales del budismo y volviendo de nuevo sobre la idea de la ira y la acción compasiva. 

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La ira ¿compatible con el budismo? Para el dalái lama no hay duda

Cualquier persona externa a la realidad más pura y concentrada del budismo podría llegar a creer que el budismo rechaza cualquier emoción extrema. La ira, como una manifestación negativa y corrupta del enfado y de la rabia parece estar en una posición diametralmente opuesta a la idea de paz y equilibrio que transmite la religión india. Y, sin embargo, para el dalái lama la ira no es más que una manifestación completamente natural del espíritu humano. 

El problema radica esencialmente en la comprensión del budismo desde su misma base y definición. Más que una religión, el budismo debería entenderse como una corriente filosófica de pensamiento que se aferra a la lógica más pura. A diferencia de otras creencias que exigen una fé ciega hacia los dogmas y las doctrinas postulados, el budismo tal y como lo entiende el dalái lama nace de una base de conocimiento lógico y exige que sus seguidores comprendan sus principios antes de poder practicarlos. Para Su Santidad, el budismo debería aportar respuestas a las grandes preguntas que tiene la humanidad y, por tanto, debería comulgar con todas las ciencias del pensamiento posibles. Precisamente por eso sería absolutamente impensable negar la existencia de la ira en el ser humano o intentar reprimir estas emociones. 

Es más, para el dalái lama existe una gran diferencia entre la ira generada hacia una acción o injusticia concretas en oposición con la que te consume contra una persona o una etnia en particular. La ira, cuando ha sido correctamente dirigida, es la base de la acción compasiva en la que la persona que la experimenta emplea la energía generada por la misma para combatir las injusticias sociales y ayudar al prójimo. 

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El el libro El poder de la ira, el dalái lama explica cómo la ira a menudo ayuda a reconducir una situación desequilibrada o negativa sin que haya nacido de una emoción corrupta. Para ello, pone diversos ejemplos como el padre que regaña a su hijo por realizar un acto peligroso y centra su ira en la acción, no en el niño en sí mismo. 

De la misma forma, el libro explora cómo la sociedad Occidental está cargada de estigmas y hábitos que generan cada vez más ira injusta y alejada del principio básico del equilibrio budista. Hablando de forma general, el dalái lama compara Occidente, donde la competitividad se ha convertido en un auténtico dogma de fé propulsada por el concepto del “ganador individual” y el “perdedor que se queda sin nada” tan en boga en los EEUU, con la competitividad deportiva que te ayuda a mejorarte a ti mismo en países como Japón.

De esta manera, Su Santidad explora el tema de la ira en diferentes vertientes y arroja mucha más luz a la forma con la que el budismo comprende las emociones humanas. 

La enseñanza del budismo en las universidades del Tíbet y su imagen en Japón.

El poder de la ira explora también otros temas realmente interesantes. Para el dalái lama no se puede hablar de acción compasiva ni de budismo sin abordar primero un tema de suma importancia: la educación. 

Para Su Santidad, existen enormes carencias en la educación de los jóvenes de todo el mundo, los cuales no conocen los preceptos budistas más básicos ni se les enseña a lidiar correctamente con las emociones. A través de ideas y experimentos, el dalái lama habla del estado de mindfulness que se puede llegar a obtener solamente a través de la meditación y lo importante que es enseñar a las nuevas generaciones a comprender conceptos tan básicos como la empatía y la cordialidad. Para este, la expansión del ateísmo en Occidente está generando una crisis de valores fundamentales entre los ciudadanos que se traducen en una completa carencia de inteligencia emocional y control de sus propias emociones. 

El problema no se encuentra solamente en Occidente: el budismo en sí mismo en los países más practicantes también tiene fuertes carencias con las que hay que lidiar a través de la educación. 

Especialmente ilustrativo es el acceso a la formación budista y el problema que impera en algunos templos en los que no permiten a las mujeres atender a las lecciones. Por otro lado, Su Santidad critica duramente aquellos monjes que se limitan a repetir los sutras sin profundizar en ellos o que se limitan solamente a buscar las ganancias económicas que genera vivir en un templo. 

Al mismo tiempo, la obra diferencia entre la formación budista universitaria y la de los templos. Para el dalái lama no es lo mismo estudiar directamente de un maestro que se encargue de redirigir los actos del estudiante que en un ciclo o seminario teórico. Tal y como ilustra la entrevista y las ideas de Su Santidad, la teoría sin práctica es absolutamente inútil. Esto puede verse reflejado en algunos monjes budistas japoneses que, a pesar de afirmar que practican por completo el desapego espiritual y de tener una profunda comprensión intelectual sobre el budismo, practican todo tipo de lujos y empobrecen la imagen que la sociedad japonesa tiene del budismo más clásico. 

En ese sentido, para el dalái lama es esencial empezar a impartir estudios budistas en las universidad que atraigan a los jóvenes a convertirse en monjes y asegurar el acceso de las mujeres a los estudios budistas. 

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Por supuesto, sería difícil para los monasterios empezar a admitir a laicos y laicas pero tanto los hombres laicos como mujeres laicas deberían contar con un lugar donde estudiar budismo. [...] El Institute of Buddhist Dialectics admite extranjeros, pero aún está vetado para las mujeres laicas del Tíbet.

Sobre la asistencia a los enfermos y las lecciones aprendidas del cristianismo Occidental 

El poder de la ira también incluye profundas reflexiones de Su Santidad sobre el papel de los monjes budistas en la sociedad actual. Para él, es esencial aprender de otras religiones y de la ciencia en sí misma para hacer avanzar el budismo. De esta forma, habla de manera cándida del actual papa Francisco y de la iglesia cristiana en Occidente, acostumbrada a realizar labores sociales para ayudar al prójimo. 

Las enseñanzas del budismo hablan del sufrimiento humano y de la búsqueda del equilibrio, pero para el dalái lama es un error que los monjes budistas se aislen en su mundo de reflexión sobre las enseñanzas de Buda y no busquen ayudar al prójimo tal y como han hecho los guías espirituales de las grandes religiones mundiales. 

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Buda no solo predicaba, también actuaba. Ese es el verdadero servicio social. Al igual que Jesucristo, nosotros, discípulos de Buda, debemos seguir ese espíritu de asistencia al enfermo y al pobre y trabajar por una educación moderna. 

Sin embargo, el budismo nunca ha destacado por sus labores sociales. A diferencia del cristianismo que organiza y gestiona hospicios para los más pobres, realiza colectas de alimentos para los desfavorecidos y realiza todo tipo de acciones sociales, esta religión procedente de la India no se organiza alrededor de la idea de ayudar al prójimo. El dalái lama explica en El poder la ira cómo muchos seguidores budistas confunden la necesidad de librarse del apego por las cosas materiales con las necesidades básicas de los menos favorecidos e incluso llega a comentar cómo sus ideas sobre el tema chocan directamente con las del sangharaja, el cual opina que es esencial que los monjes budistas no se mezclen jamás con el resto de la sociedad. 

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Nuestros hermanos y hermanas cristianos trabajan de corazón en bien de la sociedad en la educación, la medicina y los servicios sociales. Nosotros, los budistas, no contamos con esas actividades en nuestra tradición, pero creo que deberíamos aprender algunas de esas prácticas de nuestros hermanos y hermanas cristianos. 

La obra y el discurso del dalái lama gira alrededor de estas reflexiones, dándonos la opinión subjetiva de un auténtico referente de fé sobre varios temas candentes en la actualidad que nos permiten comprender de una forma más profunda las diferentes formas que tratar un mismo asunto que existen entre las diferentes comunidades budistas. 

Mi opinión sobre El poder de la ira 

Nunca eres consciente de lo mucho que te ha aportado una obra hasta que han pasado un par de días y descubres lo mucho que ha enriquecido tu discurso sobre el tema o la profunda comprensión que ha generado en ti sobre ciertos temas. Y lo cierto es que personalmente contaba con todo tipo de prejuicios sobre el budismo que me hacían cómplice de pensar que esta religión / corriente de pensamiento rechazaba cualquier tipo de emoción extrema que encontrásemos. 

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Y sin embargo me he descubierto a mí misma explicándole las bases del equilibrio budista a la gente de mi alrededor, la importancia que tiene para estar religión responder a las preguntas del universo apoyándose en la ciencia o incluso las profundas diferencias que hay entre el budismo hindú, el japonés o el tailendés. 

El poder de la ira es por tanto una genial introducción a las opiniones que el dalái lama tiene sobre temas candentes en la actualidad: la crisis de empatía de los ciudadanos, el problema de la ira, la educación o la falta de fé motivada por la mala práctica de muchos monjes y guías espirituales. Está claro que Urano Ediciones ha sacado el máximo partido de una entrevista a un hombre tan importante y escuchado a lo largo de nuestra vida.  

Sin embargo, el dalái lama no deja de ser un hombre y, como tal, puede equivocarse. A menudo, a lo largo de esta entrevista, él mismo confiesa que no tiene todos los datos para hacer afirmaciones generales, pero a pesar de ello realiza atrevidas afirmaciones generales que a veces están muy alejadas de la realidad. Esto ocurre por ejemplo al comienzo de la obra cuando afirma que Rusia, China y la India son por lo general más cordiales que cualquier país de Occidente debido al bagaje de sus valores espirituales. Ningún país está exento de un pasado atroz e inundado en sangre, pero precisamente Rusia, China y la India son tres grandes ejemplos de corrupción, desigualdad y una sistemática injusticia social que se ve reforzada día tras día conforme sus asesinatos y crímenes van quedando impunes. 

Otro ejemplo de peligrosas afirmaciones que realiza el dalái lama en esta obra es, un poco más adelante, en la página 18, donde afirma que “En Occidente ha declinado el poder de la Iglesia y el apoyo que daba a las familias, lo que ha repercutido negativamente en la sociedad” o, algo más adelante, cuando asegura que algunos países como España se vieron motivados a colonizar otros por la falta de sol y de terreno cultivable, mientras que los países asiáticos llevaron una vida bastante pacífica a lo largo de su historia gracias precisamente a la riqueza de sus cosechas. 

Sin entrar a hablar de las continuas guerras civiles de Japón, las crisis políticas internas de China o la riqueza de la huerta Mediterránea, esta obra se presenta como lo que es: una introducción a las ideas generales del dalái lama sobre diversos temas entre los cuales se encuentra el tratamiento de la ira. 

La obra no te dará las claves para lidiar con tu propio enfado y no pretende ser un manual inquisitivo que diseccione el tema de la ira basándose en antecedentes de santos y monjes, pero es sin duda muy interesante para poder llevártelo contigo y ojearlo de vez en cuando. Dejando de lado la controvertida imagen del dalai lama tras sus últimas declaraciones sobre su posible sucesora si fuera mujer o de algunas afirmaciones disparatadas que realiza, es cierto que El poder de la ira tiene la capacidad de abrir horizontes y permitirte ojear algo más que el típico paisaje del budista carente de emociones que recibimos en Occidente. Y sin duda, solo por eso, ya merece la pena. 

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