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El beso número ocho, reseña de un cómic que narra el viaje interior de una joven homosexual

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El beso número ocho, reseña de un cómic que narra el viaje interior de una joven homosexual

¿Alguna vez has pensado que no encajabas? Amanda, Mads para los amigos, es la típica chica de colegio católico que solo tiene un puñado de amigas por imposición: Laura, una chica reprimida y tímida; Adam, su inocente hermano; y Cat, la guapa, liberada y seductora alma de la fiesta. El día a día de Amanda está marcado por la rutina, las obligaciones y, cómo no, por la represión. Porque de una forma u otra esta joven adolescente acabará retorciendo mil veces su realidad y cometiendo un error tras otro para intentar encajar en la idea que el resto tienen de ella. 

Así, en El beso número ocho Colleen Af Venable y Ellen T. Crenshaw plantean un interesante viaje personal que recuerda al de Piruetas de Tillie Walden donde se puede ver la maduración emocional e intelectual de una joven que se autoreconoce por primera vez como lesbiana en un entorno completamente desmoralizador. El volumen de 325 páginas impreso en blanco y negro y con pequeñas viñetas que narran y describen el proceso de reconocimiento personal de Amanda basa toda su construcción narrativa en las relaciones personales de la joven con su familia, compañeros y conocidos, asegurándose de ofrecer una óptica amplia desde la que percibir las diferentes reacciones de los mismos. 

Y es que El beso número ocho es como poco esclarecedor. Por eso hoy, en esta #momokoreseña, hablaremos de esta novela gráfica pro LGTBIQ+ que tendría que recomendarse como lectura de referencia en institutos. 

Argumento de El beso número ocho 

La vida de Amanda es, como poco, rutinaria: cada domingo debe levantarse pronto para ir a misa con sus padres; después irá derecha al puesto de patatas fritas con queso y por último asistirá al partido de los Tornados con su padre y sus amigos. Durante la semana tiene que asistir a una escuela católica donde simplemente no encaja. Y es que Amanda se pregunta qué pasaría si realmente pudiera escoger a sus amigas. Está claro que con Laura no pasaría el tiempo ya que, veamos, es solo una mojigata que hace todo lo que le piden sus padres y saca siempre muy buenas notas. Pero con Cat… oh, definitivamente pasaría todo el día a su lado.

TODO
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Al fin y al cabo, Cat es tan lista, tan guapa, tan atrevida, tan peligrosa y tan libre que… ¿quién no querría ser su amiga? O sin volverse locos… ¿quién no querría algo más con ella? 

A través de una narración que acompaña los pasos, pruebas y errores por encontrar su sexualidad y su lugar en el mundo, El beso número ocho nos describe el día a día de una adolescente en un ambiente increíblemente represivo para el colectivo LGTBiQ que se irá dando cuenta, poco a poco, que lo que siente por su mejor amiga, es algo más.

El beso número ocho: un cómic que representa la palabra diversidad y familia mejor que muchos otros que haya leído

Colleen y Ellen tienen clara una cosa desde la primera página: quieren mostrar lo complejas que pueden ser las relaciones entre personas. De esta forma a través de un guion donde no se divinifica en ningún momento la figura de Amanda, la dibujante de la obra se pone manos a la obra para conseguir mostrarnos el tedio de una vida aparentemente feliz y rutinaria donde, sin embargo, falla enormemente la comunicación para luego romperla en mil pedazos conforme Amanda se da cuenta de que en realidad es gay. 

Y para ello no se valen de personajes prototípicos ni estereotipados que parezcan extraídos de una película americana de los setenta. Ellen T. Crenshaw, dibujante a cargo de las viñetas de la obra, mantiene un firme compromiso por visibilizar todo tipo de cuerpos no normativos, dibujando a la protagonista con curvas y michelines y sobre todo, incluyendo a personajes que han transicionado de una forma natural y completamente normalizada. Es especialmente ilustrativo cómo se ha decidido a dibujar a Cat: el amor platónico de Mads, ya que desde un primer momento se puede ver que ese huracán de personalidad, hormonas y autoestima no sigue los cánones estéticos actuales para el género femenino, pero eso no le impide pasarse por toda la obra como la diva que sin duda se siente. 

En ese sentido el dibujo es minucioso, detallado, expresivo y se centra en reflejar las emociones de los personajes más que en crear planos atractivos o enormes ilustraciones de potente significado. Y a pesar de ello existen un par de viñetas que se comunican sin necesidad de usar los diálogos, atestando un fuerte golpe emocional al lector con un simple vistazo.  

TODO
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La búsqueda de una identidad: siempre es mejor volar

Sin grandes artificios ceremoniosos, la obra se apoya en la capacidad de Colleen Af Venerable como guionista para crear personajes cargados de matices que evolucionan poco a poco a lo largo de la trama. No son evidentes a la hora de mostrar el backstory de los personajes secundarios, pero los detalles están ahí: la hipersexualización de Cat y su obsesión por la búsqueda de alguien que le dé cariño sumado a las pocas veces en las que aparece su madre borracha o explica la ausencia de una figura paterna; la vida estricta y frígida de la madre, continuamente a dieta para encajar en las exigencias de su jefe y que sin duda apuntan a una dismorfia corporal o un trastorno alimenticio; o incluso el secreto que esconde Laura. 

Sea como sea, la obra se divide radicalmente en dos mitades alrededor de la búsqueda de identidad de Amanda. Tras descubrir que su padre, al que idolatra, podría estar teniendo una aventura, Mads se enfrenta con el mundo solo para descubrir que no se conoce en absoluto, que está fingiendo y que el hecho de mentirse a sí misma acabará haciéndole daño también al resto de las personas con las que se rodea. Y es que la protagonista cometerá uno tras otro mil errores y fracasos y sus hormonas en ebullición la llevarán a ser detestable al comienzo de la obra, especialmente cuando trata a su madre como a una auténtica extraña.

Será precisamente el beso número ocho, después de mil desesperados intentos por encajar en el modelo heteronormativo, el que suponga un auténtico cambio de paradigma de Mads y el que la obligue a comprender que sus acciones pueden dañar a las personas que la rodean. 

Pequeños spoilers a partir de este punto 

Sin duda la obra gana interés en el momento en el que Amanda tiene que salir del armario forzosamente y enfrentarse a lo que esta revelación hace a su mundo. Por un lado, Colleen y Ellen hacen un magnífico trabajo visibilizando el bullying escolar al que se ve sometida solamente por ser homosexual, evitando quedarse en los comentarios más típicos (como la clásica estúpida que menciona que se tiene que cambiar en el gimnasio delante de ella), para representar no solamente a los misóginos que sexualizan para su placer su preferencia, sino también a los adultos y profesores que se vuelven cómplices del abuso por el que pasa Amanda.  

Mads tendrá que plantearse si merece la pena ser ella misma y perder a cambio la perfecta relación que tenía con su padre y sus amigas o aprender a vivir en un mundo en el que puede que no le agrades a todos. Gracias a su decisión, podemos ver cómo la relación que tiene con su madre, la única de la familia que le apoya, mejora radicalmente. Esto supone todo un avance para las dos: conforme la vida se estabiliza veremos cómo la madre vuelve a comer y a tener una actitud relajada en su casa, mientras que Mads empieza a maquillarse y a encontrar su lugar en el mundo. 

TODO
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Es también interesante cómo las autoras deciden no demonizar la iglesia católica a la que acude la protagonista, mostrándonos tanto polos negativos y discriminatorios (algunas monjas de su colegio) con otros tolerantes y positivos (el sacerdote de su congregación). 

Poco a poco Mads irá comprendiendo que en realidad la sexualidad es un espectro en el que moverse. Para ello aprenderá de sus nuevos compañeros de instituto: gente sin prejuicios, abiertos y simpáticos que le enseñarán que no está sola. 

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Captura de un story de Instagram durante el proceso de lectura. Puedes seguirme en @momoko_blog si no quieres perderte nada. 

Mi opinión sobre El beso número ocho 

La primera vez que leí este cómic recuerdo que tuve que hacer diferentes parones entre capítulos debido a la longitud de la obra; pero en esta segunda relectura me lo he ventilado en una tarde. Y es que El beso número ocho, quizás precisamente por el talento de su guionista, se convierte poco a poco en una obra a la que le vas cogiendo cariño y que no quieres que termine nunca. 

La evolución de todos los personajes es simplemente encomiable y el dibujo, expresivo y emocionante, me ha arrancado más de una lagrimilla. Como siempre digo con las obras de La Cúpula que tratan el tema LGTBiQ en la adolescencia, yo la recomendaría encarecidamente como lectura obligatoria para los primeros cursos de secundaria. Porque ¿qué mejor forma de descubrir quién eres tú misma que con la ayuda de un cómic tan amigable como este? Así, quizás la próxima Mads no tenga que besar antes a ocho chic

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