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NOTA: 7

Bridge de Lauren Beukes: reseña de una obra sobre el multiverspo

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Bridge de Lauren Beukes: reseña de una obra sobre el multiverspo

No todas las herencias caben en el sobre de un testamento ni en la caja fuerte de un banco: algunas se transmiten en forma de obsesiones que te comen desde dentro como si tuvieras el cerebro lleno de gusanos diminutos con un hambre voraz. En Bridge, Lauren Beukes no permite asomarnos en uno de esos legados incómodos en forma de un gusano del sueño que permite cruzar universos y, de paso, desestabilizar la definición misma de quiénes somos.

Publicada en 2023, Bridge ha recorrido festivales y listas con la misma facilidad con la que su protagonista salta entre realidades: finalista en la ronda inicial de los Goodreads Choice Awards y parte de la lista larga del Sunday Times Literary Prize en 2024, su recepción confirma que Beukes sigue siendo una voz imprescindible en la ficción especulativa. La autora sudafricana, con un historial de premios que incluye el Arthur C. Clarke por Zoo City y el August Derleth por The Shining Girls, vuelve aquí a demostrar su habilidad para combinar intriga de alto voltaje con dilemas íntimos que trascienden cualquier frontera —geográfica, narrativa o dimensional.

Esto es Bridge: el puente entre realidades.

Bridge: argumento de una obra entre universos y fantasmas personales

Bridge vuelve a casa de su madre, pero es demasiado tarde para despedirse de ella. Tras años sin haber estado en contacto, lo único que queda de ella es un rastro de habitaciones llenas de papeles, caos desperdigado y el eco de una relación rota. A pesar de ello, Bridge se arma de valor y se pone a rebuscar entre los objetos hasta llegar a encontrar un objeto que no debería existir: el gusano del sueño.

El gusano del sueño es una crisálida alucinógena con el cual, cuando ingieres sus hilos, eres capaz de intercambiarte durante unos minutos u horas con una versión tuya de un universo alternativo.

Poco a poco Bridge empieza a obsesionarse con el gusano y a consumirlo a todas horas mientras su mejor amigue, Dominique, ve espantade cómo pasa los días saltando de un universo a otro. Y es que Bridge tiene una loca idea en la cabeza: la posibilidad de que su madre esté en otro universo, esperándola, y que haya saltado justo antes de morir.

Así, empieza un proceso de obsesiva investigación que acabará arrastrando a Bridge de mundo en mundo sin saber que cada uno de sus saltos deja detrás un rastro, y que hay quien está decidido a encontrar, atrapar y asesinar a cualquiera que use el gusano de los sueños en su mundo…

El yo como lugar inhabitable: la identidad astilladas que te muestra el gusano de los sueños.

Bridge no es una heroína en el sentido estricto de la palabra: es un eco en fuga. Desde las primeras páginas, Lauren Beukes la define no por lo que siente, sino por todo lo que ha aprendido a no sentir. Así, percibimos como lectores cómo su regreso a casa no es un rito de despedida de su madre, con la que tenía una relación del todo conflicta, sino un mero trámite. En lugar de pasar el duelo, tasa cada uno de los objetos de la casa de su madre como una oportunidad para sacarse un puñado de dólares que la ayuden a hacer lo que ha hecho toda su vida: huir con el rabo entre las piernas.

TODO
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Pero incluso para alguien como Bridge —una experta en no enfrentar consecuencias—, el gusano del sueño no actúa como redención, sino como un amplificador de la ruina en la que podría haberse convertido su vida.

Y es que Beukes no idealiza las versiones alternativas de los protagonistas. Así, el típico relato en el que en otra vida paralela fuimos mejores: más guapos, más ricos o más valientes que exploran tantas historias del multiverso, aquí se choca de frente como un mosquito en un retrovisor y se apoya en la idea estadística de que, en el caso de existir el multiverso, hay una posibilidad ridículamente ínfima de que encuentres aquel en el que eres un éxito. .

Beukes se planta justo ahí y no nos da tregua. En vez de mostrarnos una Bridge triunfadora, lo que encontramos son variaciones del mismo error: versiones igual de perdidas, igual de heridas, y a menudo más dañadas por una familia disfuncional o un maltratador que la persigue. Lo fascinante no solamente es ver cómo Bridge intenta reconstruir, en el poco tiempo que tiene, la narrativa de la vida del multiverso que ha visitado, sino la forma tan desapegaga, cruel e injusta con la que trata a sus otras versiones.

Y es que hay una total falta de empatía o responsabilidad afectiva por parte de Bridge hacia sus versiones alternativas. Así, veremos cómo las encierra, ignorando lo traumático que puede ser para ellas o toma decisiones éticamente muy reprobables porque, de cualquier manera, no va a sufrir las consecuencias. Esto nos demuestra que Bridge no es solo alguien que huye: es alguien que aplasta a sus otras versiones con tal de seguir huyendo, egoísta como intuimos que es su madre y digna heredera de un sistema que recuerda inevitablemente a la adicción a las drogas y a no poder soltar.

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Quizá piensa que la ira que siente es algo único, algo que puede purgar sangrando, como si fuese un veneno. Querría agarrarla y gritarle; «No sagrens si puedes evitarlo. No le des nada si puedes evitar hacerlo». La depresión es ira vuelta hacia dentro. Debería dejarla salir, arder en lugar de sangrar. Debería prender putas hogueras con la furia de los justos.

La negación como motor: un duelo que no ocurre en esta realidad

Cuando Bridge descubre el gusano del sueño en el interior de un tupper mohoso de su madre, no lo hace con miedo, sino con el vértigo de un adicto al que han obligado a rehabilitarse por la fuerza y que recupera, sin haberlo anticipado, una fuente de chutes gratuitos. Y es que para una persona como Bridge que se ha pasado toda su vida huyendo, la posibilidad de meterse un hilo blanquecino que intercambia tu consciencia por la de un mundo paralelo le proporciona la salida fácil perfecta que toda persona con apego evitativo necesita para no procesar su realidad: una en la que está arruinada, ha dejado la carrera y debe enfrentarse a la tiránica tarea de vaciar la casa de su madre muerte.

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El duelo es el proceso de dejar ir, pero ¿y si no es necesario? ¿Y si no debes hacerlo? Tiene que volver. Ahora, o tan pronto como sea posible. No sabe cómo explicarle a Dom la urgencia, la auténtica necesidad que siente.

Así, en lugar de habitar el dolor, se convierte en una arqueóloga del delirio y se convence a sí misma, sin ningún tipo de pista, de que su madre no está muerta, sino que ha saltado a otro universo justo antes de morir. Esta forma de negar lo que ha pasado —y lo que nunca podrá cambiar— se sostiene con una lógica perversa: si existe la posibilidad de que estés viva en otro mundo, entonces no tengo que despedirme en este. El multiverso funciona así como una extensión de la fantasía del “¿y si…?”, solo que aquí la pregunta no es inocente. Es corrosiva. Devora toda posibilidad de cierre. El duelo se suspende indefinidamente en nombre de la esperanza, pero no una esperanza luminosa, sino una profundamente tóxica en forma de un gusano que se come, literalmente, tu consciencia por dentro.

Bridge no busca consuelo, busca corrección, o un universo donde las cosas no salieron como salieron. Un universo donde su madre no era una egoísta emocionalmente ausente. Uno donde ella misma no fue una decepción, ni una víctima. Y en ese proceso, Beukes nos muestra algo brutal: el deseo de recuperar a alguien puede ser tan destructivo como su pérdida.

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¿Qué haces cuando el último capítulo de tu historia, ese que tanto pensabas que necesitabas, te agrieta el universo de arriba abajo? ¿Qué haces cuando descubres que tu madre no es la persona que creías que era y puede que nunca lo haya sido?

El gusano del sueño: horror corporal, adicción y transcendencia pervertida

Y luego, nos encontramos al gusano. Protagonista y pilar de la novela por excelencia. Lauren Beukes elige lo orgánico, lo asquerosamente simbólico, para hablarte de la obsesión: un gusano. Un parásito larvario que, al consumirlo, abre las puertas a otros mundos pero también a otras tú. No hay ciencia limpia ni tecnología aséptica: hay cuerpos que tragan, que absorben, que se entregan a un mecanismo que no entienden. Y eso ya lo dice todo.

El gusano del sueño no solo sirve como pasaporte entre realidades: es una representación descarada del deseo humano por escapar, por modificar la conciencia, por dejar de ser uno mismo —aunque sea solo durante unas horas. Se arrastra en el espacio narrativo como lo haría una adicción: al principio parece inofensivo, incluso útil. Luego se convierte en ritual. Luego, en necesidad. Luego, en enfermedad.

Beukes se permite aquí coquetear con el horror corporal sin caer en el gore gratuito. Hay una violencia latente en cada uso del gusano: una sensación de que algo está corroyendo y alimentándose de los personajes que lo usan desde dentro, haciendo una clara referencia a la obre de Lovecraft.

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Este sendero solo se bifurca de un modo, y si a medio camino te das cuenta de que no vas en la dirección que querías seguir, debes deshacer lo andado, una y otra vez, pero cada vez que vuelves a la bifurcación has añadido nuevos fracasos, así que, cuando vuelves a ponerte en marcha, cargas con un equipaje compuesto de tus decisiones fallidas anteriores.

Lo lovecraftiano aquí no es solo la forma (el gusano como figura visceral), sino la consecuencia de su ingesta, ya que cada uso del gusano abre la puerta a un universo nuevo lleno de caos, de incomprensión y de un más que evidente deterioro psicológico. Como en La llamada de Cthulhu, acercarse al conocimiento es arriesgar la cordura. Bridge encarna esa caída: cuanto más consume el gusano, más se deshace su identidad, más pierde la noción de lo que significa ser ella.

Más allá del asco o la fascinación que genera, lo inquietante detrás de todo ello es el pacto. Para que Bridge viaje, otra versión suya tiene que ser desplazada. No hay una simetría ni un intercambio justo, porque “las otras” no saben qué está pasando. Hay una invasión literal del cuerpo de otra persona. La novela no se lanza con explicaciones morales innecesarias, simplemente te lo lanza, y tú, como lector, entiendes que hay algo profundamente turbio en la forma en la que Bridge “usa” a sus otras yo. Como si fueran simple carnaza.

Y es aquí donde el gusano del sueño deja de ser un objeto narrativo funcional y se convierte en una metáfora perfecta del narcisismo de Bridge y de su madre disfrazado de iluminación.

Dominique: la toma de tierra tierra y la voz del escepticismo

En medio de todo este despliegue de obsesiones, versiones alternativas y horrores lovecraftianos disfrazados de gusanos, Dominique aparece como punto de conacto o toma de tierra para el lector. No solo porque no crea en el gusano de los sueños, sino porque permanece cerca, apoyando a Bridge incluso cuando lo lógico sería salir corriendo.

TODO
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Este escepticismo de Dominique y su necesidad de documentarlo todo cumple un muy necesario papel narrativo: le da al lector un punto de apoyo racional en un relato que amenaza con perderse en la paranoia. Cada vez que Dom cuestiona, bromea o ironiza, Bridge tiene que justificar y explicar cómo funciona el gusano, y eso hace que la exposición de las reglas de esta novela no se perciban como algo pesado, sino como un diálogo vivo, rápido, lleno de sarcasmo, cultura pop y chispazos de humor negro.

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El Cordyceps no provoca espasmos a las hormigas y se acabó lo que se daba. Trepan hasta lo alto del tallo de hierba, pero, si no se las comen, vuelven a bajar y siguen socializando con otras hormigas a las que también pueden infectar. Entonces, al alba, escalan de nuevo y esperan. Es un cambio conductual consistente, y eso es lo que lo hace potencialmente tan peligroso.

Al final, Dominique es en extremo necesario en la novela, porque entre la anciana chiflada vestida de amarillo, el friki obsesivo del gusano con pinta de estar dos Redbull de ser Jeffrey Dahmer y la egoísta e inútil patológica de Bridge, su presencia es un trocito de arcoiris en mitad de una nube de tormenta.

Entonces ¿debería leerme #Bridge?

La respuesta es que sí. Lo cierto es que no esperaba que Bridge me enganchara tanto. Ha sido una lectura inesperada y bastante refrescante para lo que estoy acostumbrada. A lo largo de la lectura, esa sensación polvorienta y crujiente a lo papel abandonado se iba impregnando en mi cerebro y me hacía querer seguir indagando, paradójicamente, en la figura de la antagonista: la anciana chiflada con mente colmena.

Me ha encantado el uso paradójico del gusano como un ente grotesco y repulsivo que claramente no es seguro pero que te ofrece una oportunidad fascinante de asomarte al otro lado del velo y tener de alguna forma una prueba fidedigna de si has tomado las decisiones correctas en la vida o no.

En definitiva, Bridge no es una obra que pretenda ser un tratado filosófico ni un ladrillo solemne de ciencia ficción dura. Es otra cosa: un relato especulativo que engancha, entretiene y se queda rondando en tu cabeza mucho después de la última página.

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