El hombre hembra es una fascinante novela de ciencia ficción escrita en los años 70. En ella la autora emplea a sus personajes como manifiesto político ficcionado para mostrar los horrores de la sociedad patriarcal. De esta forma, Joanna Russ plantea cuatro tipo de sociedades y / o formas de convivencia con el género masculino a través de la vida de cuatro mujeres completamente diferentes que se interconectan gracias a los viajes entre multiversos.
Las mujeres de la obra son:
Jeannnine: una mujer que vive en una línea temporal en la que los Estados Unidos nunca tuvieron que pasar por la gran depresión económica. Jeannine vive fuera del matrimonio con un hombre que detesta llamado Cal, y para ella lo esencial es encontrar la felicidad casándose con cualquier persona que esté dispuesto a ello. El mundo de Jeannine representa el triunfo completo del heteropatriarcado sobre la mujer.
Joanna: una joven con grandes aspiraciones académicas y profesionales que se ve continuamente ninguneada por el simple hecho de ser una mujer. La sociedad de Joanna muestra un falso equilibrio inter pares, ya que los hombres fingen aceptar a las mujeres en igualdad de condiciones a pesar de que luego queda perfectamente demostrado que no es así.
Janet: representante de la sociedad whilewayana. Janet pertenece a una Tierra ficticia en la que todos los hombres desaparecieron hace ochocientos años. Su mundo representa la falta de conflicto entre géneros debido a la ausencia del género masculino y es a menudo presentado como un paraíso terrenal.
Jael es una mujer cibernética y modificada que viene de una sociedad futura en la que hombres y mujeres están en perpetua guerra. Como ya os podéis imaginar, su universo presenta la oposición directamente entre géneros.
Cada una de las mujeres muestra un estado de evolución de lo que Joanna concibe como la lucha feminista, que va desde la total dominación del hombre (con Joanna y Jeannine), a la lucha indiscriminada (de Jael) hasta alcanzar un mundo sin hombres (como Whileway, el mundo del que viene Janet). Puedes leer un análisis detallado de la obra aquí
Conflicto entre Whileway y su sociedad feminista
Las primeras partes del libro sirven como conflicto entre la sociedad heteropatriarcal en la que se encuentra Jeannine y las ideas matriarcales de Whileway.
En ese sentido, Joanna Russ no cae en el tópico de convertir la sociedad matriarcal en un paraíso de flores hippies sino que, al igual que Sarah Hall en Hijas del norte, deja un enorme margen para la violencia entre particulares. La whilewayanas tienen diferentes códigos que les permiten enfrentarse en duelos, y además, al contrario de lo que la propia autora afirma que se espera de las mujeres en las sociedades heteropatriarcales, no son del todo empáticas y no temen a la muerte.
Esto no quiere decir que su sociedad se construya bajo los cimientos de la violencia, la agresión y las amenazas como nuestro mundo (y el de Jeannine y Joanna, que son los que más se le parecen). Así, cuando Janet visita por primera vez este universo paralelo, la gente de esta Tierra le pregunta por qué no vino armada, si no teme a lo que se pueda encontrar al otro lado y si no está adecuadamente preparada para un primer contacto violento. Consciente de su superioridad lógica, intelectual y racional, Janet contesta de esta forma a esas preguntas:
ENTREVISTADOR: A todos nos parece raro, señorita Evason, que al aventurarse en tan… bueno, en un territorio totalmente desconocido, que viniera usted desarmada, exceptuando un pedazo de cordel. ¿Esperaba que fuésemos pacíficos?
J: No. Nadie lo es por completo.
E: Entonces debería haberse armado.
J: Nunca.
E: Pero una persona armada, señorita Evason, impresiona más que una indefensa. Una persona armada inspira temor con mayor facilidad.
J: Exacto.
En esta conversación queda claro que la sociedad matriarcal whilewayana se rige con la lógica y la inteligencia, mientras que la patriarcal se mueve únicamente por las amenazas.
Al mismo tiempo, al contrario que en las sociedades heteropatriarcales de Tierras similares a las nuestras, Whileway guarda un puesto de especial respeto y consideración para las mujeres de la tercera edad. En el mundo de Jeannine y Joanna, las mujeres solo son válidas mientras sean futuras esposas / objetos de deseo sexual y madres. Agotados estos tres papeles, la mujer en la tercera edad deja de tener sentido y es por tanto objeto de mofa y desprecio. Sin embargo, Whileway, al respetar a la mujer por su propia identidad y por su inteligencia, enaltece y ensalza a la mujer anciana de la tercera edad.
Son las ancianas las que tienen puestos sedentarios, son las ancianas las que pueden pasar sus días trazando mapas, dibujando, pensando, escribiendo, comparando, componiendo. En las bibliotecas, viejas manos salen de los cascos inductores para entregarte las reproducciones de los libros que pides; viejos pies patalean bajo los estantes de las computadoras; viejas damas ríen bajito mientras componen La cantata blasfema (una de las piezas favoritas de Ysaya) o un paisaje urbano con una luna alucinante que resulta ser factible, después de todo; viejos cerebros utilizan una parte de cincuenta de s capacidad para regir una ciudad [...]
Esto entra directamente en conflicto con el complejo de Madonna de la sociedad en la que vive Jeannine, Joanna o, lamentablemente, muchas de nosotras ya que en ella se considera que una mujer puede ser o bien un objeto de deseo o bien una santa madre. Los hombres de la sociedad en la que vive Jeannine continuamente la fuerzan a realizar actividades y acciones que ella odia, bien a través del chantaje emocional, bien a través de una pegajosa insistencia que acaba siempre de la misma forma: con un brutal estallido de acciones violentas por parte del hombre donde menoscaba a la mujer por no someterse a su voluntad. En la sociedad de Joanna se da otro punto interesante: esta decide convertirse en un hombre ya que el grupo masculino con el que alterna de forma académica / profesional no la respetarán nunca si la sexualizan, y si no es sexualizada entonces, por descarte, es porque es un personaje de santa bondad / madre, alguien poco cualificado para su mundo de negocios. Esto simboliza perfectamente el llamado complejo de Madonna.
Al mismo tiempo, es fascinante ver cómo Joanna Russ configura Whileway como una sociedad basada en el poliamor. Muy probablemente influenciada por las ideas de que el amor monógamo es solamente una forma de control por parte del heteropatriarcado, la autora plantea esta sociedad matriarcal e idílica como un lugar basado en el respeto y el deseo sexual abierto (algo muy distinto a las relaciones románticas ya que para Joanna Russ el amor es una estupidez hecha para gente irracional).
Ninguna whilewayana contrae un matrimonio monógamo.
Esto es especialmente relevante ya que el sexo siempre se presenta como un punto de conflicto en el resto de las sociedad. En la de Jael, los hombres emplean el sexo como un mecanismo de dominación femenina; mientras que Jeannine se ve absolutamente incapaz de disfrutar del mismo con su novio Cal debido a los remordimientos que le causa estar con un hombre sin estar casada.
Qué es ser mujer: la whileyana vs el ama de casa
La obra además explora a menudo el concepto de “qué es ser mujer”. En los continuados encuentros de Janet con otras mujeres y hombres del universo de Jeannine, la whilewayana choca directamente contra la idea de la “feminidad”, la cual consiste esencialmente en ser sumisas, encantadoras, llevar preciosos vestidos y nunca jamás intentar oponer tus ideas a las de los hombres. En este contexto, Joanna critica a las mujeres sin ideas propias, a las que despersonaliza arrebatándoles el nombre; así como a aquellas que se convierten en jueces de otras que no se comportan siguiendo este molde.
—Yo —dijo Laur severamente, víctima de ventriloquia— detesto a las mujeres que no saben ser mujeres.
La historia de Jeannines es especialmente crítica e ilustrativa con la forma de entender el papel de la mujer en la sociedad. Jeannine se encuentra en una sociedad que no comprende, perpetuamente insatisfecha y busca la forma de ser feliz intentando aferrarse a un dogma que claramente no la deja sentirse realizada. El problema de esta sociedad con un discurso hegemónico sobre el rol de la mujer es que impide que muchas chicas como Jeannine entiendan las opciones que tienen o que incluso comprendan que pueden ser felices con ellas mismas.
Así, en su trama, vemos cómo continuamente los hombres acortan el nombre de Jeannine por Jeannie sin su consentimiento o permiso (el uso de apodos o diminutivos resta autoridad y despersonaliza a la persona a la que se lo llamas cuando no cuentas con su autorización para ello. Un ejemplo perfecto es cómo en la Norteamérica esclavista llamaban a los esclavos adultos “muchachos” incluso aunque rozaran los sesenta años) y cómo la incitan a casarse con quien sea solamente para evitar que caiga en lo opuesto a la femineidad de la época: una soltera o, lo que es peor, una lesbiana.
—Bueno, ¿con quién tengo que casarme? —dijo Jeannine, tratando de tomárselo a broma, al entrar en el salón.
Él contestó, con toda seriedad:
—Con cualquiera.
Existen por tanto ciertos puntos comunes a lo largo de toda la obra: y es que el enemigo es el hombre, sea el multiverso que sea. Y sin embargo es imposible no percibir también que en la obra de Joanna Russ no existe la sororidad como tal. Cuando Jeannine y Janet coinciden en el mismo mundo, la primera detesta a la segunda por su forma de comportarse y se pasa todo el tiempo criticándola. Ni una sola de los personajes secundarios femeninos de la obra parecen tener ni un mínimo atisbo de inteligencia. Ni siquiera en la aparición final de Jael ni en el pacto que les propone a las cuatro mujeres llegan a lograr un consenso.
¿Es porque quizás para Joanna Russ la verdadera lucha contra el hombre se pelea en solitario? ¿O es que quizás su obra, una de las mayores novelas feministas dentro del género falla en uno de los principios feministas más básicos de todos?
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