En una revolución como la que hemos visto y, sobre todo, en un ataque al gobierno como el que realizan los personajes al final de la obra, uno suele mancharse las manos. Ni todos son tan buenos (Poe, Del, la granjera, la vecina reconvertida…), ni todos son tan valientes como el soldado Petrowski, ni es conveniente finalizar una obra tan exquisitamente realista y bien escrita con un final de cuento.
Los finales felices existen, sí, pero la acción, el ritmo y la coherencia de las escenas no acompañaban al resto del libro. Y es una pena, porque Voz, la mayor parte del tiempo, me dejó sin palabras.