Una plaga ha acabado con la humanidad. El único superviviente que no se ha convertido en vampiro es Neville, que de día caza muertos vivientes dispersos entre las ruinas de la civilización y de noche debe atrincherarse ante el asedio de una legión sedienta de sangre humana.
Escrita en 1954, Soy leyenda se ha consagrado como una obra maestra por su impacto en la cultura popular y su influencia en la literatura de terror y ciencia ficción. A través de una técnica tan inquietante como la trama, las ilustraciones de Jorge González no solo captan sino que amplifican este clásico sobre la soledad, el aislamiento y el instinto tan humano de supervivencia que persiste en circunstancias inesperadas —o repentinamente previsibles en el momento de publicarse esta edición— como un nuevo orden postapocalíptico.
Uno de los grandes indicativos de que una novela es simplemente maravillosa es el hecho de que, después de leerla, nada parece hacerle justicia y ese es el caso de Soy leyenda. Richard Matheson escribe con una precisión quirúrgica acerca del horror y consigue ponerte los pelos de puntas y sembrar tu corazón de angustia mientras lees una historia que pareces conocer de antemano y que se revela ante ti con una agilidad narrativa impropia para su grado de introspección.
Y es que Soy leyenda es un clásico por algo. Su final, apoteósico, te deja con las piernas temblando y una resaca intelectual difícil de digerir, haciendo que te preguntes desde el otro lado de las páginas ¿quién es el verdadero monstruo?