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Contra todo pronóstico, Althea Zoltaire ha superado su iniciación, pero los mediorreinos se enfrentan a un mal que amenaza con devorarlos y ella aún debe prepararse para convertirse en una auténtica guerrera. A su lado, Wilder Hawthorne, la Mano de la Muerte y el espadachín más temido de Thezmarr, no parará hasta prepararla para la batalla, aunque eso quiebre su espíritu.
Convertido en su mentor, Wilder puede sentir la tormenta crecer dentro de ella, y su propia magia responde a ese llamado. La siente en la sangre, grabada en los huesos, y le consume como un fuego salvaje. Pero ese mismo deseo amenaza con destruirles. Y mientras ambos se embarcan en una lucha mortal para evitar que el mundo caiga en la oscuridad, también lo hacen para salvarse el uno al otro.
Porque hay una gran cantidad de escenas spicy repartidas a lo largo del texto, a veces de forma tan frecuente que incluso chocan con el avance previsto de la trama. Cada una de ellas es original, imaginativa, y, seamos honestas, spicy hasta decir basta, mientras Thea va domando a un hombre bruto como él solo que la primera vez la tomó contra un árbol y que ahora prácticamente se arrastra a sus pies.
Es intensa, es épica, sigue siendo increíblemente feminista y tiene un cliff-hanger al final del segundo libro que hace que me clave las uñas esperando a la tercera parte. ¿Cuanto más tendré que esperar para ver a la Mano de la Muerte en acción?