Es cierto que el final es un poco apresurado y que no habría estado de más dibujar al menos la escena en la que el escritor cruza la carretera o al mismo taxi que acaba con su vida, pero aún así es muy valiente lo que ha hecho Kyoko a la hora de plantearse la decisión de ser feliz sobre todas las cosas. Como un cocodrilo, podemos evolucionar y convertir nuestra agresividad en una identidad propia que nos ayude y nos acompañe y por muchas dificultades que nos ponga la vida, siempre sabremos que hemos de buscar nuestra isla desierta.
Esa isla en la que ser nosotros mismos, y no temer a que nadie destape nuestros secretos.