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Patria

Editorial: Tusquets
8.9
El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes? Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos y sus maridos tan unidos en el pasado? Con sus desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.

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Reseña de Patria: una novela que te hará ver el conflicto de ETA desde dentro
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—Pues jodo. Se acabó el Txato. Es lo que tiene la guerra, que deja muertos.

—Haces de lo que le pasó al aita una versión para tu uso privado. Le buscas una salida a la medida de tu conveniencia o de tus planes o como quieras llamarlos. Al final te quedas como Dios, empiezas una nueva vida en Casacristo de la Frontera, con palmeras al borde de la playa, y no se te ocurre pensar que quizá, con semejante manera de proceder, aumentas el dolor de los que se quedan aquí.

Me preguntó la última vez que vino a verme si hemos pensado un nombre para el niño. Antes de responderle ya me fijé en que arrugaba la frente. Conque, de broma, le dije que se llamará Juan Carlos, como el Rey. Por poco se desmaya.

—Escucha, Serapio. Quien no me quiera ver en el pueblo, que me pegue cuatro tiros como al Txato, porque pienso seguir viniendo tantas veces como me dé la gana. Total, lo único que podría perder, la vida, ya me lo rompieron hace muchos años. No espero que nadie me pida perdón, aunque, la verdad, ahora que lo pienso, me parecería un gesto bastante humano.

Si se celebra una misa, se queda más tiempo. Entonces se dedica a negar entre sí cuanto afirma el sacerdote. Oremos. No. Este es el cuerpo de Cristo. No. Y en ese plan todo el rato. En ocasiones, vencida por el cansancio, echa con la debida discreción una cabezada.

Escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias.

Y es que además estos comeplantas son gente rara, llena de manías. ¡Qué forma de hablar! Haciéndose la profesora, dando todo el rato explicaciones. ¡Una simple auxiliar de enfermería! A mí no me la pega. Esa ha jipado al médico tontaina, que sabe mucho de intervenciones quirúrgicas, pero de vivir con una mujer no entiende nada, y ha dicho: este para mí. Una divorciada más lista que el hambre. Una mujer de segunda mano, que se ha bañado en todas las aguas habidas y por haber.

El cura cedió. Se ofició el funeral, sonaron las campanas a muerto, había pocos vecinos de la localidad en la iglesia, algunos políticos del espectro constitucionalista, algunos parientes venidos ex profeso y poco más. ¿Empleados de la empresa? Ninguno. En la homilía, ni una palabra sobre el atentado. Trágico suceso que a todos nos conmociona.

Txato, Txato, Txatito, con el bien que le hiciste al pueblo. Con lo bueno que eras siempre…

Y son los mismos que nos maltratan los que luego hablan de democracia. Su democracia, la suya, la que nos oprime como pueblo. Por eso te digo yo, con el corazón en la mano, que nuestra lucha no sólo es justa. Es necesaria, hoy más que nunca. Es indispensable, puesto que es defensiva y tiene por objeto la paz.

Fernando Aramburu

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