Las princesas olvidadas es una novela fuerte, directa y arrolladora que nos muestra la vida de siete mujeres a las que les prometieron que un príncipe azul cumpliría todos sus deseos. Lamentablemente, la vida les tenía reservada otra sorpresa y las mujeres que se autodenominan “princesas” pronto descubrirán que solo pueden contar con sus amigas para salir adelante.
Las princesas olvidadas, reseña de un libro sobre mujeres desengañadas
Las princesas olvidadas, reseña de un libro sobre mujeres desengañadas
José salió de la ducha y entró en la habitación, desnudo y chorreando agua. Agarraba su miembro con una mano y lo frotaba con fuerza. La grotesca barriga que ahora lucía le había arrebatado el atractivo de hacía unos años, cuando ella se sentía inclinada a quererlo. La llamó sin ningún miramiento. Casi le gritó. Amparo no tuvo más remedio que darse la vuelta para mirarlo.
– Te vas a hacer una paja – dijo, todavía somnolienta, cuando contempló la escena.
– Ven – ordenó – ¡Chúpamela!
[…]
– Voy a terminar sobre ti – dijo con un rastro de resentimiento en la voz -. Esa es la mejor ducha que nunca habrás tenido.
– Retomemos, ¿dónde estábamos? ¡Ah!, sí, ya me acuerdo.- Y volvió a repetir la última pregunta antes de que saliera Amparo.
Ahora se sentía más confiada, pero no por ello bajó la guardia. Seguía atenta y segura de lo que contestaba. Fueron unas preguntas más. En algunas ocasiones, se detenía para pensar y estructurar sus respuestas para no dejar nada en el aire y evitar malas interpretaciones.
– Una última pregunta – dijo el abogado – y con ello terminados.
Su respuesta fue en sí la más larga que había dado y tuvo que detenerse varias veces para poder organizarla y que fuera completa.
Era alta, espigada, de piernas largas y bien formadas. Eran tan largas que algunos maledicentes aseguraban que empezaban en sus hombros, aunque en realidad terminaban en un sólido y escultural trasero. Sus espectaculares senos armonizaban con los restos de su atlética apariencia, de dimensiones generosas, tersos y altos. Los que la conocían bromeaban que cuando ingresaba en una habitación, lo primero eran sus senos y después de unos minutos entraba ella.