A salvo de su padre en la deslumbrante capital de Lightspire, Tilla vive rodeada de lujos y bajo la protección del rey de Volaris junto a su novio, Zell, y su mejor amiga, la princesa Lyriana. Pero no es feliz. Tal vez sea por los susurros y las miradas que la persiguen allá donde va. Al fin y al cabo, es la hija del traidor que ha proclamado la guerra a Lightspire. Entonces, Tilla encuentra el cuerpo sin vida de un compañero de clase. Las autoridades creen que se trata de un suicidio, pero cuando la propia Tilla es atacada por un misterioso hombre con poderes, está segura de que se trata de una conspiración. Sus amigos intentarán que no diga nada, convencerla de que lo que sugiere es imposible… además de una traición.
La ciudad de los bastardos es disfrutable a múltiples niveles: desde una lectura superficial en busca de aventuras hasta una zambullida más profunda en la que te des cuenta de las amenazas y riesgos por los que pasa un imperio que se ha convertido en un mecanismo vago e im preciso donde los gobernantes no tienen en cuenta las penurias de su pueblo y menosprecian el poder de sus enemigos. Puedes leerlo con una mirada virgen como la mía, esperando una obra juvenil donde los buenos vencen y los malos pierden y sufrir como yo el continuo sentimiento de pérdida.
Pérdida de miembros, pérdida de amigos, pérdida de confianza, pérdida de identidad. Una pérdida majestuosamente bien editada, con unos capítulos cortos e intensos que me hizo devorar esta novela en menos de 24 horas y que puso mi cabeza completamente bocabajo. Al terminarla, quise llamar a mi hija Tillandra. Al finalizar, solo supe que Schvarts había vuelto mis tripas del revés. Y lamenté enormemente, no haberme sumergido antes en esta novela tan maravillosa.