Un rutinario análisis de sangre trastocó por completo la vida de Toby. Apartado de su familia, vive ahora en la Casa de la Muerte con otros jóvenes bajo la atenta mirada de la supervisora y su equipo de enfermeras. Esperan la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad. Cualquier signo de que algo ha cambiado en ellos. Entonces es el momento de llevarlos al sanatorio. Nadie vuelve del sanatorio. Toby pasa los días absorto en sus recuerdos y preguntándose cuánto tiempo le queda. Hasta que llega alguien que rompe esa frágil calma y hace que todo cambie.
Sabe cómo miramos a los chicos que se ponen enfermos: curiosos, expectantes, victoriosos. No quiere sentir que le miran así, y yo tampoco. Mi corazón se dispara como si el tiempo estuviera acelerándose dentro de mí. Respiro profundamente. Quiero que baje su ritmo. No estoy preparado para esto. No creo que nadie lo esté nunca.