Pero el recuerdo que te llevas al final de leer esta obra no es la ausencia de justificación de la enfermedad o el desarrollo del contexto, sino más bien el impecable final con la que Pinborough se atreve a tocar estigmas y temas tan duros como la muerte y la enfermedad en niños o la forma con la que decidimos vivir nuestras vidas día a día.
Línea tras línea, la filosofía de Clara acaba penetrando por los poros abiertos del lector haciéndole preguntarse ¿por qué malgastar un solo segundo en tener miedo o detestarnos los unos a los otros? La vida sabe a chocolate y tiene el color de la aurora boreal: solo hay que saber mirar bien.