Todos los monstruos tienen una historia.
La casa al final de Needless Street es la historia de una niña que desapareció once años atrás en una excursión a un lago. De su hermana, Dee, una mujer vulnerable que sigue buscándola y rastreando a los sospechosos, después de que la tragedia destruyera a su familia. De Ted, que siempre fue un muchacho extraño y podría haber sido responsable de la desaparición de la niña. Ted vive ahora aislado con su hija y una gata en una casa decrépita y ha tapiado todas las ventanas, por las que solo penetran fragmentos de luz. Ted conoce muy bien el bosque que hay junto a su casa. Allí ha buscado refugio muchas veces y está enterrada parte de su pasado.
El comienzo es lento y algo dificultoso ya que Ward necesita sentar muy bien el terreno para que luego sus diferentes giros y quiebros de guion sean razonables y creíbles; y es cierto que los capítulos de la gata Olivia por momentos me parecía que desentonaban con el resto de la atmósfera podrida, retorcida y enfermiza del libro, pero conforme vas avanzando en la trama y llegas a la segunda mitad te das cuenta de que todo tenía un por qué. Todo tiene un sentido y yo como lectora, que me creo tan lista, con mi portaminas y mis washi tapes preparados para encontrar cualquier incoherencia en el texto, tengo que confesar que me quedé sin respiración varias veces en el transcurso de la lectura; que se me puso el estómago al revés con muchas descripciones y que me ha costado dios y ayuda hacer esta reseña intentando revelar lo menos posible de una trama que tenéis que descubrir vosotros mismos.
¿Mi recomendación para ello? No cerréis las puertas y las ventanas: es posible que el mal que La casa al final de Needless Street te provoque ya esté dentro.