Merecedora del premio Pulitzer, La buena tierra (1931), segunda n ovela de la premio Nobel Pearl S. Buck, confirmó el talento de su autora y la colocó entre los maestros de la narrativa del siglo XX. La historia de Wang-Lung, un esforzado y honrado campesino, de su mujer, O-Lang, y de su familia a lo largo de tres generaciones sirve a la autora para mostrarnos un vívido fresco de los sufrimientos y las alegrías del campesinado en la China prerrevolucionaria del último emperador: sus miedos, sus pasiones, sus ambiciones y recompensas. El ciclo completo de la vida.
La buena tierra de Pearl S. Buck es una de esas obras que deja una huella indeleble y que, a pesar de haberla leído por tercera vez, sigue cautivándome y haciéndome sentir increíblemente dolida y rencorosa por el trato que algunos seres humanos dispensan a las personas más buenas de corazón. La lucha de Wang Lung y su familia, su conexión con la tierra, la evolución de sus vidas a medida que se enfrentan a la adversidad y la prosperidad y sobre todo la maravillosa O-lan son un recuerdo de que el mundo no es justo y que debemos luchar cada día por no alejarnos de aquello realmente importante.
Y es que cada vez que vuelvo a La buena tierra, descubro algo nuevo, algo que no había notado antes, algo que me hace apreciar aún más la maestría de Buck como escritora. Esta novela no es solo una historia sobre una familia en la China rural, es una exploración de la condición humana, una reflexión sobre la vida, la lucha, el amor, la pérdida y, sí, por qué no, también la esperanza.