En una aldea golpeada por la hambruna en una polvorienta llanura amarilla, dos niños reciben dos destinos. El niño, grandeza. La niña, la nada.
En 1345, China está gobernada por los rudos mongoles. Para los hambrientos campesinos de las llanuras centrales, la grandeza es algo que solo se encuentra en las historias. Cuando el octavo descendiente de la familia Zhu, Zhu Chongba, recibe su destino de grandeza, todos se muestran desconcertados y sin saber cómo se hará realidad. La nada que recibe para su futuro la lista y competente segunda hija de la familia, por otra parte, no es más que lo esperado.
No obstante, cuando un ataque de los bandidos deja huérfanos a los dos niños, es Zhu Chongba quien sucumbe a la desesperación y muere. Mientras intenta escapar de la muerte que le han augurado, la niña usa la identidad de su hermano para entrar en un monasterio como joven novicio.
Allí, impulsada por su abrasador deseo de sobrevivir, Zhu descubre que es capaz de hacer lo que sea necesario para mantenerse alejada de su destino.
Y reclama el destino de su hermano para sí misma.
Y es que Ella que llegó a ser el sol aborda temas muy complejos desde una perspectiva histórica sin por ello caer en un presentismo descarnado: desde temas como la disforia de género hasta el planteamiento del deseo como motor enmarcado en la filosofía budista; y lo hace con una sensibilidad y una perspicacia que son verdaderamente admirables.
El libro hace que sientas vértigo al llegar a las últimas páginas y te veas, desesperada, preguntándote si no habrá una segunda parte con el que continuar la lectura. Sin duda, un libro que merece ser leído y compartido por todas partes. Una obra que ya ha alcanzado su destino de grandeza.