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El asesino indeleble

Editorial: Autopublicación
7
Encontraron a una joven crucificada en un árbol al lado de su verdugo. Pero lo que parecía un caso rápido y sencillo acabaría convirtiéndose en un terrible dolor de cabeza para el iracundo y alcohólico detective Jeff Sanders y su compañero Dan.

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El asesino indeleble: reseña de una novela negra que te revolverá las tripas
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Víctima número 1: justicia poética.

—¿Tienes hijos? ¿Esposa?

—Mujer y dos hijas —contestó con voz entrecortada.

—Pues si algún día encuentran a alguna de ellas tirada en un descampado, asesinada, violada o mutilada…, si ese día estás de suerte, si ese día has sido bendecido por lo divino, seré yo quien busque al hijo de puta que te ha arruinado la vida. Así que quizá volvamos a vernos, y ese día, mirarás mis ojos con unos bien distintos a los que miran ahora.

No podemos convivir en total armonía con la existencia; si coges de ella, ella misma se encarga de equilibrar la balanza usurpándote algo —pensé relajado dentro de la bañera en compañía de mis dos hermosas sirenas —. Puto Jeff y sus chorradas metafísicas… Ha conseguido metérmelas en la cabeza, el muy cabrón… —Una sonrisa se dibujó en mi rostro, entretanto mi cuerpo se rebozaba en agua y espuma

Intenté sacar mi arma. Me fue imposible evitar que él la sacara primero. Y le pegó un tiro en la cabeza a mi único amigo. Le maté, sí, por supuesto. Expandí sus sesos por el bar. Pero ya era demasiado tarde para evitar que mi esencia se adentrara en los infiernos. Me abalancé sobre el cuerpo inerte. Y le abracé llorando las pocas lágrimas sinceras que quedaban en mi alma

—Yo solo cogí lo que me dieron —aseguró con la boca impregnada en sangre—. Le encontré con un lacito en la espalda. Fue un regalo del señor; y los regalos, si se es educado, no se rechazan.

—¡Que qué le hizo! —gritó Collins colocándole el arma en la sien, apretándola con fuerza contra su cabeza—. ¡Voy a pegarte un tiro aquí mismo, pederasta de mierda!

—Me lo follé por el culo tantas veces como me fue posible —explicó dibujando una media sonrisa en su arrugado rostro—.Y por lo que he escuchado en mi radio, ahora se dedica a matar a aquellos que me lo entregaron, ¿no es así?

[...]

—Todavía recuerdo su culito, abriéndose mientras mi polla le entraba y salía —dijo entrecerrando los ojos—. Él lloraba y eso todavía me gustaba más…

Y de golpe me di cuenta de que yo también me había sumado al grupo de personas que le perdonarían cualquier salida de tono y cualquier irresponsabilidad más a Sanders.

Marcos Nieto Pallarés

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