Aquellas mujercitas narra la continuación de la vida de las jóvenes March tras la vuelta del amado padre de la guerra.
Así que el final de la obra me dejó un regusto a conformismo bastante amargo. Conformismo porque John no me parece suficientemente bueno para Meg (sé que son otros tiempos, pero eso de que el marido no deba ni siquiera ver a los bebés al llegar a casa porque le molestan no me pareció victoriano, sino más bien absurdo), conformismo porque toda la idea de ambos libros es que las chicas superaran sus defectos y Amy acaba casándose con un rico que le conviene, y por último conformismo porque al final el libro parece concluir que el final de la vida de una mujer es cuando se casa.
Y qué pena me da, que esa joven que se cortó la trenza para ayudar a su familia y esas reuniones tomando chocolate caliente alrededor de una chimenea se hayan acabado para siempre. Casi te hace detestar a los hombres que te las han quitado. Y entonces recuerdas que Louisa May Alcott escribió dos libros más sobre la familia March, y de alguna forma, empiezas a perdonarlos.