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Biografía corta de
Alex Landragin

Escritor
Author portrait

Alex Landragin es un escritor con raíces franco-armenio-australianas cuyo recorrido vital ha influido notablemente en su obra literaria. Nacido en Francia en el seno de una familia dedicada a la producción de champán, su infancia experimentó un cambio significativo al trasladarse a Australia, país que se convertiría en parte fundamental de su identidad multicultural.

Su formación académica incluye una maestría en Escritura Creativa, base que complementó con experiencias profesionales diversas antes de dedicarse plenamente a la literatura. Comenzó su trayectoria como autor de guías de viaje para la editorial Lonely Planet, para posteriormente desarrollarse como redactor publicitario, actividades que le permitieron cultivar distintas facetas de la escritura.

La vida itinerante de Landragin lo ha llevado a residir en ciudades tan diversas como Washington, París, Nueva Orleans, Los Ángeles, Alice Springs y Marsella, experiencias que han contribuido a enriquecer su perspectiva como narrador antes de establecerse definitivamente en Melbourne, Australia. Esta movilidad geográfica refleja la diversidad cultural que caracteriza tanto su biografía como su aproximación literaria.

Además de su faceta como escritor, Landragin cultiva ocasionalmente el piano de jazz, complementando así su expresión artística a través de la música. Su debut como novelista se produjo con Cruces, obra que representa la culminación de sus diversas influencias culturales y experiencias vitales, materializadas en su primera incursión en la narrativa extensa.

Libros de Alex Landragin

Otros libros

Portada libro - Cruces. Historia de dos almas
Cruces. Historia de dos almas

—Quiero vivir la vida de otra persona. No quiero vivir la mía. Es demasiado dolorosa. ¿Es que no lo entiende? Cuando me miro al espejo, me veo con los ojos de otro, los ojos del hombre que me amaba, el hombre al que perdí, el único hombre al que amé nunca. Me duele verme. No puedo apagar la llama del amor que llevo dentro. Cada vez que me veo es un recordatorio más de ello. 


Durante mis años de labor clínica me había encontrado con los rescoldos de muchos amores interrumpidos. Pero el de Madeleine era diferente: se trataba de un alma que amaba, que se entregaba, por completo. Era algo tan poco habitual que desee quedarme allí, al calor de su brillo. Aunque a la vez lo percibí con cierta prevención: un amor de esa magnitud era lo bastante poderoso como para calcinarlo todo a su paso y dejar solo cenizas.


Una frontera es una ficción, pero una ficción que, a su manera, puede significar para algunos la diferencia entre la vida y la muerte.


—Tú, que eres poeta, ¿no ves que todas las almas humanas tienen el poder de cruzar? Cuando miras a los ojos de otra persona, ¿no sientes en la boca del estómago una especie de anhelo tan poderoso que te da miedo? Cuando estamos entre personas educadas, ¿no evitamos las miradas precisamente por el vértigo que nos produce mirarnos a los ojos? Y ese vértigo, ¿no es, más que el miedo a cruzar, el miedo al deseo de cruzar? ¿Es que nuestras almas no se buscan las unas a las otras en su lucha por la libertad de cruzar?


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