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Opinión de Budapest de Chema Peral: un cómic dadaísta sobre la búsqueda de la felicidad

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Opinión de Budapest de Chema Peral: un cómic dadaísta sobre la búsqueda de la felicidad

Te gustará si: Eres un amante de las vanguardias y del cómic más artístico que argumentativo.

Argumento de Budapest de Chema Peral

Budapest es un cómic altamente simbólico con un dibujo minimalista que roza el cubismo más surrealista y que esconde una enorme cantidad de mensajes políticos y filosóficos con los que Chema Peral quiere hacer reflexionar a sus lectores.

Este tenebroso cómic en forma de cuento nos narra la historia de un hombre que emprende una viaje físico y espiritual para dejar atrás los horrores de la guerra. En su camino se irá encontrando con diferentes personajes y situaciones que a veces no son más que manifestaciones de su yo interior y que lo pondrán una y otra vez a prueba.  

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Con una sonrisa, 37 monedas, algo de ropa y las tortillas, me puse en camino en busca de tan enigmático lugar.

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Análisis de Budapest de Chema Peral

Lo primero que percibimos al abrir el cómic de Budapest es su dibujo increíblemente minimalista que juega con el cubismo y el surrealismo más sencillos, deformando a los personajes y los planos para indicarnos avance, retroceso o sentimientos tan complejos como son la culpabilidad y el odio. Impreso en bicolor entre azules y con una tipografía caligráfica de display que refuerza el carácter artístico y artesanal de la obra, Budapest nos anima a encontrar el significado de la felicidad y de pasar página ya directamente desde su propio título: Budapest, un lugar colmado de felicidad pero que nadie realmente conoce.

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El cómic emplea para ello una enorme mezcla de elementos figurativos que no tienen por qué ser cronológicamente correctos. Por ejemplo, a pesar del contexto pasado en el que parece que se desarrolla la obra, incluye una gran cantidad de elementos modernos como música rap que le dan al cómic un toque burlón y divertido o expresiones y argot contemporáneo como “no te enrolles” o “¿no le da rabia la gente que dice que si no se toma un café no es persona?”.

Continuamente el cómic nos hace entender que estamos en el interior de un sueño o de una pesadilla, deconstruyendo a los personajes, los escenarios o la realidad que nos rodea y dándonos sencillas explicaciones metafísicas a grandes modificaciones de la narrativa.

Los sentimientos del propio protagonista se manifiestan forma de personajes: el odio es un leñador hipster mientras que el miedo es un pescador esclavista.

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- Olvidé decirte que solo puedes verme tú… soy la representación del odio que llevas dentro. Al acercarte a Charco Alto he salido porque no aguantaba más. Tienes que afrontar el hecho de que no te has recuperado de la guerra. El odio te está dejando ciego. Esa energía negativa debe desaparecer si quieres seguir adelante y empezar de nuevo tu vida. El odio quiere salir. Debes liberarlo. O acabar con él. Yo soy ese odio. Déjame salir.

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- Emprendí este viaje para olvidar la guerra, pero la llevo dentro.

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Cuando el personaje se confiesa ante András y le explica realmente cómo se siente, aparece completamente desnudo, simbolizando

La libertad que se toma Chema Perales para contarnos la historia que quiere narrar queda patente desde la primera viñeta: en la forma en la que juega con la perspectiva, destrozándola; en los personajes deformados y las viñetas irregulares, que contribuyen a crear un clima de desequilibrio en una obra bicolor con un dibujo infantil y aparentemente positivo. Al mismo tiempo, la forma de los bocadillos cambia sin razón: en un momento es rectangular y en otro circular y los siguientes con forma de pensamiento articulado en voz alta, fomentando esta percepción de estar dentro de un sueño. Un sueño que sin duda queda reforzado por el carácter frío y ausente del uso contínuo del azul, al que le falta vida y que recuerdan terriblemente al Guernica de Picasso o a una de sus etapas de uso exclusivo de este color. El diseño del cómic es ampliamente surrealista y recuerda a recortables de papel que oscilan entre el dadaísmo y el antiarte más vanguardista.

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De esa forma, nos introduce en la búsqueda completa del perdón y de la felicidad, al que el protagonista llama Budapest. Pero, tal y como le ocurre a nuestro viajero, la felicidad no es fácil de encontrar. Para explicarlo, Chema se basa en símbolos y giros del guión: cuando nuestro protagonista pide un mapa para encontrar Budapest, el posadero le entrega un Atlas de la región lo cual condensa tanta información que es complicado de procesar. De esta forma nos explica que la verdadera felicidad depende de conceptos mucho más complejos y enrevesados de los que puede entender un simple viajero.

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Otro de los elementos siempre presentes en la obra es la política. Si nos fijamos, hay varios carteles políticos con símbolos violentos (un puño en alto cerrado con la palabra “vote” debajo) o mensajes encubiertos en los diferentes planos de Budapest. Este tipo de propaganda es razonable teniendo en cuenta la guerra presente contra los keekamis y sus diferentes atentados. Al igual que en 1984, la famosa obra de George Orwell, Chema Peral hace referencia al absurdo de los mensajes políticos llamando a la cruenta guerra que se desarrolla en la obra la “Guerra de Paz” y al equipo de aliados con un nombre tan banal como “azul”. Los enemigos keekamis, además, tienen todo el aspecto de ser islamistas radicales debido al uso de machetes como armas y al hecho de que llevan cubierta siempre la cabeza. Además, en ocasiones, multiplican su tamaño varias veces, haciendo patente la superioridad del enemigo frente a los burdos intentos del modesto grupo de azul.

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Además, siempre podemos encontrarnos con un pájaro en los momentos más surrealistas. Cuando los keekamis se acercan a explotar Charco Alto, uno de ellos lleva un gorrión al hombro; en el concurso de saltos el tramposo lleva un pájaro a la espalda que le permite volar, la mujer salvaje Una tiene un pajarito siempre sobre el brazo;

Budapest es, por tanto, una suma de elementos y símbolos oníricos y surrealistas con referencias a obras trascendentales como 1984 de George Orwell, la historia bíblica de Jonás y la ballena, las sirenas del Ulises de Homero, el paraíso prometido con El Dorado o las ideas de Nietzsche a lo largo de la búsqueda de la felicidad.

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A menos que no me transforme y vuelva a ser un niño no daré con el camino a Budapest… Tengo que empezar de nuevo como un ser abierto, confiado….

También contiene numerosas referencias al territorio galaico-portugués como el nombre de la ciudad en la que se encuentra el protagonista y que se denomina “luscofusco”: una palabra que en gallego significa atardecer o amanecer por igual.

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Nuestra opinión sobre Budapest de Chema Peral

Budapest es la historia de un vagabundo de hatillo y de la promesa de la felicidad. Budapest es la materialización de que “el camino se hace al andar”. Y sobre todo, Budapest es un llamamiento dadaísta al pacifismo.

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Chema Peral se libera por completo de las cadenas y las limitaciones propias del cómic y nos recuerda de forma directa y en dos colores que el cómic tiene una capacidad expresiva absolutamente inimaginable, infinita y poderosa. A través de sus dibujos, recupera los movimientos de vanguardias saltando de la profundidad más filosófica hasta el absurdo más sencillo; de la gran oposición a la guerra que parece nunca acabar hasta la felicidad del paraíso que a todos nos prometen tras tanto esforzarnos. Pero también Budapest es una reflexión misma hacia el conflicto interior, hacia el hecho de seguir adelante y pasar página o simplemente  dejar el pasado atrás.

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Se trata, sin lugar a dudas, de un cómic artístico, imposible de leerse en una tarde de corrido y al que querrás volver a echarle las manos encima para empaparte de este arte dadaísta. Pero personalmente, a mí, su mensaje esperanzador y optimista no me llegó. Raóul se mueve en una historia en la que huye de su pasado muy lejos hasta encontrar la felicidad en vez de enfrentarse a él. Deja que los sentimientos lo corroan por dentro, escapando de ellos hasta llegar al paraíso prometido que es Budapest. En su intención artística y minimalista, no puedo evitar recordar Budapest como una increíble obra artística pero cuyo mensaje a mí, personalmente, no consiguió calarme hasta el interior de la huesos.

Para ello quizás tendría que haber un toque mayor de realismo cuando nos narran el pasado de Raóul, o haber humanizado un poco más al personaje el cual simplemente atraviesa los diferentes paisajes en un ejercicio más artístico que argumentativo. De hecho, en cierto momento, tras el atentado de los keekamis, el leñador le dice a Raóul que fue él el responsable de la última matanza, pero luego esa misma dualidad de la maldad o incluso la disociación de la personalidad del protagonista no vuelve a aprovecharse en ningún momento de la obra.

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Sin embargo, esto no va en detrimento de una obra artísticamente muy potente, que emplea de una forma genial el espacio, la deformación y las viñetas para expresarse y que hace gala, de una forma muy bonita, del movimiento de las vanguardias, demostrándonos todo lo que puede aportar realmente un cómic.

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