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Los Hijos Malditos: opinión de una novela negra que captura el alma de Granada

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Los Hijos Malditos: opinión de una novela negra que captura el alma de Granada

¿Qué crees que pasaría si Granada fuera amenazada por una secta religiosa que publica de forma agresiva un manifiesto donde aseguran que volarán las iglesias más representativas de la ciudad? ¿Y si la solución al caso estuviera en manos de una periodista de investigación que parece ser un imán para los sucesos más improbables?

Los hijos malditos es la tercera entrega de una trilogía autoconclusiva escrita por May R. Ayamonte y publicada por Contraluz. En esta ocasión, la autora nos sumerge nuevamente en una novela negra ambientada en Granada donde Jimena, una joven y disfuncional periodista, mantiene un precario equilibrio entre la paz que tanto le costó obtener tras los sucesos ocurridos en Las niñas salvajes y Las aguas sagradas y la necesidad visceral que nace de ella de investigar el caso que se despliega ante sus ojos.

Al igual que en sus anteriores obras, Ayamonte explora temas como la religión desde uno de los epicentros más creyentes del país, el sentimiento de pertenencia y, de manera notable, el trasfondo cultural y social de la ciudad de Granada. Todo ello alrededor de una novela con dos subtramas centradas en la protagonista que, van cogiendo carrerilla ante nuestros ojos. Esta es la historia de una serie de terribles crímenes religiosos y hoy, en Momoko, te hablo de ella.

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Argumento de Los hijos malditos

Los hijos malditos nos presenta a Jimena: una periodista independiente y profesora universitaria que, tras verse involucrada en dos terribles crímenes y haberse visto forzada a colaborar con la policía, ha decidido darse un tiempo para sanar. Sin embargo, una noche cualquiera, mientras acompaña a su hermana durante una de las procesiones del silencio, en el momento cúspide frente a la iglesia de San Pedro y San Pablo, alguien empieza a gritar y se descubre el cuerpo de una mujer colgado del campanario. Este es solo el comienzo de una serie de terribles acciones perpetradas por una secta religiosa apocalíptica que ha publicado un manifiesto en el que asegura que bombardeará todas las iglesias con nombres de santos en Granada. A pesar de su intención de mantenerse al margen, Jimena se ve irremediablemente arrastrada a esta investigación, la que le llevará a conocer a Lara, un teólogo religioso que viene de Nueva York.

Al mismo tiempo, Jimena sigue buscando a su familia biológica tras haber roto con sus padres adoptivos. Como bebé robado, se agarra a un clavo ardiendo cuando una clínica de fertilidad le comunica que han encontrado una coincidencia lejana e improbable en un pueblecito cerca de Granada.

Ambas tramas mantendrán en vilo a la periodista que, a pesar de sus reticencias, se verá envuelta en una trama de investigación y crímenes.

Estructura narrativa y reiteración en Los hijos malditos

Los hijos malditos, tal y como se espera de una novela negra, se caracteriza por un narrador omnisciente que mantiene el suspense al no revelar más detalles de los necesarios para la trama. La estructura de la novela está dividida en partes, donde cada primer capítulo ofrece una vista interna de la secta religiosa, escrita de manera críptica y enigmática, lo cual añade una capa adicional de misterio a la historia.

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A pesar de ser la tercera entrega de una trilogía, la novela se puede leer de manera independiente. Para que uno no se pierda, la autora aporta continuamente datos relevantes sobre personajes que aparecen en esta obra y que tuvieron una especial relevancia en el pasado; información sobre la trama de los bebés robados y otros datos que aportan algo de luz a los eventos de los primeros dos libros. Esta repetición es notable especialmente al inicio, pero persiste a lo largo de la novela, recontextualizando continuamente al lector sobre los eventos pasados, la evolución de la protagonista, etc. La intención de la autora parece ser la de asegurar que todos los lectores, independientemente de si han leído los libros anteriores, comprendan plenamente el trasfondo y la motivación de los personajes principales.

De cualquier forma, May R. Ayamonte destaca en la descripción de situaciones de tensión, logrando sumergir al lector en momentos de alto impacto emocional. Un ejemplo sobresaliente es la escena del comienzo de la obra con la que la autora abre esta trama de tensión criminal con una imagen poderosísima: en medio de la solemnidad de la procesión, una mujer empieza a chillar desgarradoramente al descubrir el cuerpo colgado del campanario de San Pedro y San Pablo de lo que parece ser una monja.

Este momento no solo establece el tono de la novela, sino que sumerge al lector en una atmósfera cargada de tensión que luego se subraya continuamente con la negativa de la protagonista a participar en la investigación de la obra, por muchos ruegos que los involucrados o los familiares puedan dirigir hacia ella. Ayamonte describe con precisión el caos que se desata, las reacciones de la multitud, y la opresiva sensación de pánico que envuelve a todos los presentes.

Una protagonista al estilo de las novelas negras tradicionales, una ciudad que brilla con sus rincones más luminosos

La protagonista de Los hijos malditos, Jimena, es un personaje que encarna muchos de los rasgos tradicionales de las novelas negras. Mal hablada y con un enfoque desapegado hacia su sexualidad, Jimena ahoga sus penas en vino blanco, un detalle que, sumado a los botines de tacón con los que callejea la ciudad, añade un toque de sofisticación a su autodestructiva rutina. Viene profundamente marcada por los eventos de las dos novelas anteriores, lo que ha dejado una huella indeleble en su carácter y comportamiento.

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May R. Ayamonte nos presenta a una protagonista agotada que ha tomado la decisión de alejarse del mundo policial y de los casos criminales que tanto dolor le trajeron en el pasado. A pesar de haber trabajado en terapia lo sucedido en libros anteriores, se encuentra en un estado de derrota y rechaza cualquier tipo de conflicto y relación personal, algo que queda patente en la manera en la que se comunica con prácticamente todo aquel que le rodea incluyendo sus alumnos de la universidad a excepción de Fátima y su hermana. Su actitud, que a veces puede pecar de adolescente por la manera tan agresiva con la que se relaciona, le confiere un aire de “policía mala”, evocando el clásico arquetipo del detective con una vida disfuncional. De esta forma, la autora plantea para la protagonista tres desafíos en la novela: resolver el caso, encontrar a su familia biológica y confiar por fin en alguien, luchando contra su trastorno de apego evitativo.

Descripciones de Granada y diálogos

Granada no es solo el escenario de Los hijos malditos; es un personaje más en la novela. Sus iglesias, plazas y calles cobran vida a través de la pluma de Ayamonte, convirtiéndose en testigos silenciosos de los crímenes y las investigaciones de Jimena. La ciudad, con su rica historia y su trasfondo religioso, proporciona el telón de fondo para una obra que explora temas sobre la religión, el sentimiento de pertenencia, la familia y el impacto del pasado en el presente.

Y es que, prácticamente, cada capítulo de la obra entre un suceso y otro incluye largas descripciones de las calles y de los lugares más emblemáticos de Granada. Esta ambientación no solo sirve para situar la acción, sino que también crea una atmósfera que enriquece la narrativa y que traslada la importancia de la ciudad para personajes como Jimena o el propio Lara, que se confiesan enamorados de la zona. Estos lugares históricos, cargados de simbolismo, reflejan las luchas internas de los personajes y la tensión que atraviesa la trama. Ayamonte utiliza estos espacios para explorar las dualidades de la vida de Jimena: su deseo de paz y su necesidad de justicia, su independencia y su búsqueda de conexión.

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Opinión final

Los hijos malditos es una novela negra que cumple con las expectativas de los amantes del misterio y el suspense. May R. Ayamonte ha creado una trama que se deja leer fácilmente, con momentos de gran intensidad que te atrapan y otros que fluyen con más calma, permitiendo al lector sumergirse en la atmósfera de Granada.

La autora demuestra su dominio en la descripción de situaciones de alta tensión. Sus descripciones de Granada son detalladas y evocadoras, convirtiendo a la ciudad en un personaje más de la historia. Los diálogos están bien logrados y sus personajes son complejos y creíbles. Su estructura y desarrollo narrativo siguen patrones conocidos, lo que la hace accesible y familiar para el lector habitual de este tipo de historias.

En conclusión, si eres un aficionado a las novelas negras y buscas una lectura que combine misterio, intriga y una ambientación rica en detalles, Los hijos malditos es una opción que puede serte interesante. La novela ofrece una experiencia entretenida y envolvente, ideal para perderse en las calles de una Granada tan viva y enigmática como la propia trama.

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